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OPINIÓN - SÁBADO, 28 DE ABRIL DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ángel Gómez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El lunes pasado, a esa hora vaga de mediodía, me topé con él. Y le dije que se le notaba muchísimo que estaba a punto de volver a recuperar su puesto en la Policía Local. Y a partir de ahí nos pusimos a recordar tiempos pasados.

Tiempos en los que Ángel Gómez, siendo funcionario del Cuerpo Superior de Policía, se ganó la confianza de Ricardo Muñoz: alcalde de Ceuta en los años ochenta. Y se convirtió en jefe de la Policía Local. Un puesto por el que suspiraba algún que otro compañero del vallisoletano. Pues AG fue nacido en tierras bañadas por el Pisuerga

Ricardo Muñoz, cuando llegaba al famoso ‘Rincón del Muralla’, le hacía el artículo a AG, sin pararse en barras. Lo ensalzaba de tal manera delante de las fuerzas vivas de la ciudad que éstas se miraban como preguntándose si podía ser posible que el alcalde hubiera encontrado un mirlo blanco para modernizar una Policía que seguía viviendo en el pasado.

Es verdad, pues de justicia es reconocerlo, que Gómez hizo un trabajo sensacional. Fue capaz de reformar un organismo que se había quedado anquilosado. De modo que muy pronto los ciudadanos comenzaron a darse cuenta de que su labor estaba siendo tan satisfactoria como digna de mención.

El éxito de Gómez, debido a sus muchos méritos, hizo posible que sus enemigos comenzaran a pensar en cómo podían juntarle chinitas con los pies. Es decir, principiaron a prepararle disimuladamente una traición. Más o menos lo que siempre sucede cuando alguien acierta en su cometido y lo hace además con fuerza.

De aquel tiempo, en el cual el jefe de la Policía Local empezó a destacar, uno recuerda que éste también cometió errores que fueron aprovechados por los contrarios para sacarles las tiras de pellejo. De AG se dijo de todo. Pero supo aguantar el dicterio de las malas lenguas con entereza. Y es que, en cuanto se descuidaba, el jefe de la Policía Local se encontraba con la frase mordiente, que trataba de ridiculizarle. De ofenderle gravemente.

En medio de ese ambiente, créanme que no fue fácil mi trato con Gómez. De ningún modo. Y doy fe de que ambos tuvimos que hacer malabares para que nuestro desencuentro no hubiera sido para siempre. Y es que AG, aprovechando que tampoco yo soy rencoroso, supo capear el temporal. De manera que llevamos muchos años sin perdernos la cara. Y nos va bien. Aquí cabe decir que los dos sabemos de qué pie cojeamos y que es mejor conllevarnos que vivir enfrentados.

Enfrentado estuvo Ángel Gómez con Francisco Fraiz: alcalde que juró en público, y yo estaba presente, que iba a acabar, de una vez por todas, con el protegido de Ricardo Muñoz. Juramento en vano. Pues que Fraiz se tuvo que tragar sus amenazas. Y es que tumbar a Gómez no está al alcance de cualquiera. Después de Fraiz, otros políticos trataron de castigar con el ostracismo al Jefe de la Policía Local. Y terminaron comprendiendo que era tarea imposible.

Ahora, cuando el superintendente Gómez está a punto de regresar a su puesto de mando, conviene que no olvide lo que le dije el lunes pasado: que ser agradecido es lo menos que se le puede pedir a una persona inteligente. Y AG tiene demostrado que piensa bien. Por lo cual me cabe esperar que, llegado el momento, no cometa el error de hacer discriminaciones.
 

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