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OPINIÓN - DOMINGO, 29 DE ABRIL DE 2012

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 23.

Con Ángel Gómez suelo yo coincidir cada dos por tres por la avenida de López Sánchez Prado. Y raro es que no le demos a la sinhueso durante unos minutos. Así que hoy no iba a ser menos. Lo primero que le he dicho a Gómez es que sé de buena tinta que muy pronto volverá a ocupar su despacho como jefe de la Policía Local. Es decir, como superintendente. Y Ángel deja entrever una media sonrisa de satisfacción que le delata. Cierto es que el primer paso debe consistir en que se anuncie en un pleno la supresión de la plaza de director de Protección Civil. Así, el paso siguiente consistirá en que AG recupere su sitio primigenio. Para el que fue designado un día por Ricardo Muñoz: Alcalde que apostó por Gómez para que renovara una Policía Local que no cumplía los requisitos de modernidad exigibles. La jefatura de Gómez fue siempre motivo de polémica. En el recuerdo están las desavenencias con el alcalde Francisco Fraiz. Pero nuestro hombre, seguimos refiriéndonos a Gómez, siempre tuvo recursos suficientes para salir ileso de los cargos que había contra él. Yo le digo que tiene tantas vidas como los gatos. Y el superintendente pone cara como de no haber roto un plato en su vida. Y, además, cambia de conversación para recomendarme no sé cuál vino de la Ribera del Duero.

Martes. 24


Caminando con mi perro voy por la avenida del Ejército Español, a esa hora vaga de mediodía, cuando oigo que llaman mi atención desde un coche que se ha estacionado en sitio adecuado para que yo pueda prestarles atención a sus ocupantes. Me ciega el sol y no consigo saber quién es la persona que me ha dicho que desea saludarme. Y así se lo hago saber. Y es entonces cuando Luis Márquez se da a conocer y decide bajarse del vehículo para venir a mi encuentro. Y a fe que me produce una enorme satisfacción volver a hablar con él. Tras haber estado muchos años, pero muchos, sin hablarnos. Mejor dicho: creo que fue él quien me retiró la palabra por una opinión que yo di sobre algo que ocurrió en un partido entre el primer equipo local y el Córdoba; hace ya un porrón de años. Algo que nunca entendí. Porque Luis Márquez y yo estuvimos muy unidos durante mi primera temporada como entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta. Hasta el punto de que Márquez se sentó por primera vez en el banquillo de los entrenadores conmigo. Fue en el campo del Poblense, en Mallorca, siendo Serra Ferrer entrenador de los de la Puebla. Luis, que nunca había vivido el fútbol desde posición tan privilegiada, se convirtió en asiduo acompañante del equipo y en persona muy querida por los futbolistas. Relación que le vino que ni pintiparada para compartir sinsabores y alegrías futbolísticas entre bastidores. Desprendido, con ganas de bromas a cada paso, y siempre ilusionado ante la posibilidad de que su equipo consiguiera la victoria, LM supo adaptarse muy pronto a la disciplina del grupo y jamás contó nada acerca de los problemas internos que se suscitaran. El saludo de Márquez me ha agradado muchísimo. Y así se lo he referido a mi amigo Luis Parrilla mientras tomábamos el aperitivo en sitio de costumbre.

Miércoles. 25


Pedro Fernández Olmedo, director del Hotel Parador La Muralla, ha pasado ya por esta galería en varias ocasiones, ya que si alguien merece la insistencia del homenaje, el homenaje de la insistencia, es precisamente mi estimado Pedro; al que he visitado para ver qué tal anda de sus dolencias, y me ha dicho que va tirando… Y me lo ha dicho con esa calma tan suya que yo tanto valoro. “Pues nada se adelanta, y tú lo sabes mejor que nadie, me dice, con estar todo el día preocupado”. Pedro, que es lector de mis secciones, me comunica que ha leído la columna que le dediqué el martes pasado a José Muñoz Rangel -ceutí residente en Alcalá de Henares y que viene todos los veranos a disfrutar del jardín del Parador-, e inmediatamente marca el número de teléfono de MR para que pueda yo agradecerle el que haya tenido el detalle de enviarme el libro escrito por su hijo Ramón, cuyo título es ‘La tierra dividida’. Y, claro, JMR, con la amabilidad que le caracteriza, me da las gracias y me cita ya para seguir manteniendo nuestras charlas diarias, durante sus vacaciones, en ese delicioso rincón del Hotel Parador La Muralla que es su jardín.

Jueves. 26

Llevaba ya cierto tiempo sin charlar con Blas Rosúa Moreno. A quien conozco desde hace la friolera de treinta años. Y lo he visto más contento que otras veces. Cosa rara, pues Blas es poco dado a dejar entrever sus emociones. Pero pronto quedo enterado del motivo por el cual goza de un estado de ánimo superior. Resulta que Blas sirvió en Regulares. Y, además, durante mucho tiempo ha asistido a maniobras para desempeñar tareas de cantinero. Sobra decir, por tanto, que BRM está muy ligado a Regulares. Lo cual le ha supuesto, debido a su extraordinario comportamiento, una mención en el último acto celebrado en el patio del cuartel. Un viernes que nunca olvidará Blas. Dada la emoción que le supuso el detalle que tuvo con él el coronel jefe del Grupo de Regulares de Ceuta número 54, José Faura Salvador.

Viernes. 27


Me paran por la calle para decirme que me han visto en televisión cuando yo tenía menos años. Más o menos veinte. Que no son pocos. Y cuando pregunto acerca del motivo de esa mi aparición en Ceuta Televisión me dicen que se debe a que están recordando programas futbolísticos de los años noventa. Concretamente de 1993. Y mira por dónde, una hora más tarde, coincido con Manuel González Bolorino y María José Navarro en Pedro´s. Y Manolo me pone al tanto de qué va el asunto. Y lo siguiente, como no podía ser de otra manera, es echar la vista atrás para recrearnos en la tarea que emprendimos con una escasez de medios que no impedían, debido al entusiasmo que poníamos en acometerla, el logro de retransmisiones de partidos cogidos al azar por medio de una parabólica. Y como siempre que nos toca recrearnos en ese pasado, raro es que no salga a relucir una de las mejores anécdotas: me encontraba yo viendo un partido en el José Benoliel, total y absolutamente ajeno a la televisión, cuando se presentó Manolo González Bolorino para comunicarme que estaba a punto de comenzar el primer partido de Liga en el recién inaugurado Estadio de Anoeta entre la Real Sociedad y el Atlético de Madrid. Cuando me senté ante el televisor el partido había empezado. Y, por tanto, desconocía alineaciones y todos los datos referentes a ese encuentro. Pero pronto me hice con las riendas del espectáculo. Así que se dio el caso de que no pocos aficionados creyeran que yo estaba en San Sebastián presenciando el partido en directo. Muchas son las anécdotas que podría contar de aquellas intervenciones mías en una televisión donde todo estaba cogido con alfileres. Podría seguir relatando situaciones que a muchos aficionados actuales podrían sonarles a broma, pero creo que ya está bien por hoy. Aunque como espectador de partidos, y en vista de los increíbles medios técnicos con que cuentan quienes actúan en las televisiones, le he dicho a González Bolorino que a veces me produce grima oír los comentarios de los glosadores. Son, en bastantes casos, amén de parciales, contadores de pamemas.

Sábado. 28


Los intelectuales que decidieron opinar sobre Napoleón no dudaron en atribuirle un poder de seducción excepcional, ya que todos los hombres se le ponían inmediatamente al lado con entusiasmo y se dejaban dirigir por él. Goethe se expresaba así: “Sin duda, su personalidad era superior. Pero la razón principal de su poder de atracción consistía en esto: que los hombres estaban seguros de conseguir sus fines guiados por él. Por esto se le adhirieron, como se adhieren a aquel que les infunde una creencia análoga. Los actores se adhieren a un director nuevo cuando creen que les dará buenos papeles. Es una vieja historia que repite perennemente: la naturaleza humana es así. Nadie sirve a otro porque sí; pero si creer que sirviéndole se sirve a sí mismo, entonces lo hace a gusto. Napoleón conocía perfectamente a los hombres y sabía sacar de sus debilidades el partido conveniente”. El adiós de Pep Guardiola ha despertado tanta expectación como cursilería en las opiniones relacionadas con el hecho. Guardiola, a pesar de hablar más como un cura que como entrenador, es tan inteligente como para haberse dado cuenta de que medio vestuario empezaba a desconfiar de él. Es decir, que ya no era el Napoleón de los banquillos para sus hombres. Y lo mejor, en estos momentos, es seguir las andanzas de jugadores como Piqué y Alves para comprender el motivo que ha tenido para desertar un técnico tan laureado. Cuando llegue su momento, a Tito Vilanova le corresponderá tomar las decisiones drásticas que no ha querido tomar su amigo del alma: Guardiola. De lo contrario, lo pasará mal. Ah, los hay tan hipócritas que achacan el adiós de Pep a los malos modales del entrenador del Madrid. Son los hipócritas que hacen posible que muchos pensemos que una sociedad de fanfarrones es plausiblemente concebible; porque una sociedad de humildes sería inhabitable y peligrosísima. Algo que no se cansaba de repetir, precisamente, un catalán famoso: Josep Pla.
 

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