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					Al hablar de “Nueva Cocina” no nos estamos refiriendo a 
					platos tamaño XL y minúsculas porciones de comida, muy por 
					el contrario, sorprende la abundancia de los exquisitos 
					menús que pueden presumir de nombres tan evocadores cómo el 
					de “Carrillada con frutos secos a la miel” “Arroz meloso con 
					atún de almadraba” el monumental “San Jacobo de gallo con 
					salmón y jamón ibérico” y el plato estrella que es el 
					“Entrecotte de ternera irlandesa”. Pero para comprobar la 
					originalidad de la oferta culinaria hay que visitar el 
					restaurante “La Cabaña”, incluso si tan solo se quieren 
					degustar sus deliciosas tostas y ensaladas en plan tapeo, 
					porque merece la pena contemplar la decoración que es un 
					“mix” entre un restaurante del Ampurdán y un rincón 
					minimalista con separaciones diseñadas a base de cañas de 
					madera importadas de Italia. 
					 
					Pero la visita a un restaurante se inicia siempre por la 
					cocina que en este caso está montada en plan laboratorio 
					culinario con mucho aluminio resplandeciente y las juntas 
					del alicatado impolutas, incluso en la zona de cocinar, lo 
					que demuestra que se extrema la higiene y se friega con 
					lejía, lo que puede parecer una afirmación vulgar cuando se 
					habla de un establecimiento decorado con maderas nobles e 
					iluminado con resplandecientes y carísimos alogenos 
					dirigidos para crear “puntos de luz”, pero la pulcritud es 
					fundamental, tanto cómo el hecho de que los interruptores 
					sean de diseño y enriquecidos con madera, las vigas del 
					techo sean de roble y en general sea un auténtico derroche 
					de buen gusto decorativo y de mejor gusto gastronómico si 
					atendemos a que el postre especialidad de la casa es una 
					elaborada “Cazuela de crema inglesa con bizcocho de aceite, 
					nueces, ciruelas, pasas y miel” ¿Y quien puede negar que se 
					está hablando de una auténtica “delicatessen” que haría 
					palidecer de envidia al mismo Ferran Adriá? Mejor incluso, 
					porque cuando los nuevos cocineros comienzan a trasegar con 
					hidrógeno líquido, clara de huevo y urdimbre de ingle de 
					cabra y encima sacan a la mesa un plato con una creación del 
					tamaño de un quesito de los de porciones, hasta el punto de 
					pensar que se trata de una pequeña degustación y luego 
					resulta ser el “plato fuerte”, el comensal se queda con una 
					inequívoca sensación de que pueden estar tomándole el pelo, 
					por muy innovadores que sean las técnicas y los productos 
					utilizados. 
					 
					No es el caso, porque en “La Cabaña” llevan a cabo novedades 
					culinarias y creaciones punteras del “chef” cómo la “Milhoja 
					de rabo de toro” o el “Risotto de marisco” que aún mezclando 
					texturas y sabores, dan cómo resultado platos sabrosos y en 
					mi opinión excesivamente abundantes, no voy a añadir que 
					“para paladares muy exigentes” porque se puede tener un 
					paladar exigente y comer pequeñas cantidades, más bien para 
					clientes que sepan apreciar la calidad y que no se asusten 
					ante la cantidad. “Nouvelle Cuisine” y conceptos gastropijos 
					a la hora de diseñar los platos, pero mentalidad tradicional 
					en el momento de calcular las raciones, nada de tapitas 
					diminutas ni de aperitivitos de nombres complicados que no 
					superan el tamaño de una aceituna. ¿O es que esperarán la 
					visita de Gargantúa y Pantagruel? Ningún problema. 
					 
					De hecho el único problema que ha tenido que afrontar este 
					rincón del gourmet son las excesivas trabas administrativas 
					a la hora de conseguir la apertura del negocio y los mil y 
					un obstáculos burocráticos dentro de la política activa de 
					incentivar a los empresarios y que se animen a realizar 
					inversiones y crear negocios. 
					 
					Con esto quiero decir que el mágico establecimiento que es 
					“La Cabaña” ha tenido triple mérito 1º Conseguir abrir.2º 
					Poder presumir de una decoración hecha de detalles llenos de 
					encanto y en la que, hasta las toilettes son de diseño. 3º 
					La creatividad inaudita del “chef” su imaginación a la hora 
					de diseñar una carta cuajada de deliciosas sorpresas (no se 
					pierdan el reto de los “Huevos rotos a la Cabaña”) y su 
					empeño en utilizar únicamente productos de primerísima 
					calidad, hasta el punto de que la carne procede de Irlanda y 
					la carta de vinos no tiene parangón en Ceuta. 
					 
					Así “La Cabaña” viene a dar categoría al circuito de rutas 
					gastronómicas de la ciudad, cómo un lugar con clase y 
					equipado tanto para una cena de pareja, un tapeo en la barra 
					o una comida de empresa. ¿Lo mejor? La iluminación, el 
					estuco y el San Jacobo. 
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