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OPINIÓN - JUEVES, 3 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Vueltas y vueltas
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Menos mal que Helios ha dado la cara, con toda su plenitud, este Dia del Trabajo, por ayer, y ha permitido de miles de barceloneses salgan a la calle.

Salvo un vientecillo rebelde, que a más de uno le ha levantado la peluca, el día fue perfecto para el que esto escribe se dé una vuelta por la Ciudad Condal.

No es que me haya sumado a las manifestaciones de ese día porque estoy casi jubilado (me queda menos de 15 días) y no es menester protestar por una cosa que ya no está a mi alcance.

El domingo, víspera del puente festivo, también había estado en Barcelona, y nos reunimos un ex guardia civil y un ex policía nacional, amigos míos de los de verdad, ante sendas copas de vino y cervezas para hablar de temas un poco espinosos.

Con una tapa de bravas y otra de chipirones, que nos daba fuerzas de vez en cuando para seguir discutiendo, hablamos de la situación actual de la política española.

Difícil de coincidir en puntos extremos aunque siempre hay comprensión en nuestras, digamos, ‘discusiones políticas’ que sin embargo contienen algunas migas de ironía.

Volver a Barcelona dos días después, el Día del Trabajo, fue con la intención de hacer un reportaje de la Feria de Abril y no la de actuar como un borrego en manifestaciones a las que el actual Gobierno del país se la suda.

La Feria de Abril, sucedánea de la de Sevilla, está en unos momentos de caída libre, en picado, y resulta ser una muestra de la crisis, retratada perfectamente en la pobre presentación del recinto ferial y las pocas instalaciones en comparación con la de años anteriores.

Con un grupo de amigas y amigos, entre los que estaban una polaca y una rusa, ambas de muy buen ver, a los que encontré en un bar cercano al real de la feria, nos dimos unas vueltas por las casetas hasta detenernos en una que trata de reproducir a otra de Sevilla pero que no le llegaba ni a la cuarta parte del toldo.

Nos quedamos a comer en esa caseta y la crisis se hizo presente en toda su magnitud: de las decenas de platos que anunciaba el menú en un enorme cartel, colocado en la entrada de la misma, sólo quedaban un gazpacho andaluz y una paella valenciana, muestra de que no habría problemas con las autonomías.

El gazpacho tenía un horrible sabor a agua de mar, y más de uno marcó su rostro con unas muecas de asco… mirando hacía la orilla del cercano Mediterráneo, escondido tras la caseta.

La paella tenía el arroz perfecto pero carecía de los demás ingredientes que harían el honor de un plato típico español. Resultó ser un plato típico de cualquier pueblo del mundo en el que sus habitantes tienen escasísimo poder adquisitivo.

No niego que en muchas casetas abundan las vituallas de todos los colores y sabores, lo que no abunda son comensales.

Muchos de ellos piden lo justito para llenar un poco el buche y continuar sus paseos por las calles delineadas entre casetas.

Lo que sí destaca es el coraje y pundonor de quienes se suben a las tablas de los escenarios de cada caseta para arrancarse por sevillanas. No pierden la fe.

Esto que escribo no es una crítica, es más bien un retrato de la situación actual del llamado Antiguo Estado del Bienestar.

Sigo dando vueltas con el grupo de amigas y amigos hablando de la crisis y de la madre que la parió. Algunos, los más jóvenes, tienen la rabia mal contenida, por seguir en el paro y no poder disfrutar de las atracciones, mientras otros se lo toman con calma, los más mayores, y tratan desesperadamente que la cosa sea al menos un poco divertida. No lo consiguen salvo porque servidor se pasó todo el día haciéndolos reír con historias para no hacerlo.

Recalamos en un bar regido por chinos, hoy en día resulta casi imposible encontrar uno que lo lleve un catalán, y descargamos nuestra frustración con sendas tazas de café.

Fueron seis horas y al cabo de las mismas tenía los pies destrozados, es un decir, pese a que el real de la feria está asentado en firme asfaltado.

Pobre impresión me llevé de esta imitación de la Feria de Abril sevillana.
 

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