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                     Es tiempo de reflexionar. Hora de 
					que la ciudadanía no olvide el reciente pasado, esta 
					historia para congelar, pero tampoco que juzgue a otros que 
					en el pecado llevan la penitencia. Que de la siembra de sus 
					fracasos, nacerán nuevas esperanzas. Por muy difíciles que 
					sean ahora.  
					 
					Es, llegado el caso, hora de evitar palabras hirientes, de 
					no mostrar descontentos, de ahorrarse enojos y pesimismo 
					larvados, de no airear preocupaciones, de quejarse por las 
					presiones que no cesan, de la amargura, del desaliento, de 
					los pensamientos de debilidad que suelen aquejarnos un día 
					si otro también. Seamos positivos, aunque el horno no esté 
					para bollos.  
					 
					Y defendamos lo indefendible, si cabe, porque acaso es 
					tiempo de perdonarse incluso a si mismo (palabras bíblicas: 
					el que esté libre de pecado que tire la primera piedra). 
					Porque nada hay mejor que regalar al caído frases que lo 
					sanen, de arroparlo con muestras de gratitud, de paciencia y 
					optimismo, de esperanza, de compasión por lo demás, por esta 
					humanidad deshumanizada que requiere pronto perdón. Repito. 
					 
					Vivimos tiempos difíciles en que la credibilidad es palabra 
					poco menos que huérfana de todo sentido. No se confía en el 
					Gobierno -por mucho que sea el más cualificado de la 
					historia reciente de España-. La Corona está tocada y a 
					punto de hacer agua, con achique inicial en Palma y retranca 
					posterior en tierras de África desde donde barritan los 
					elefantes iracundos de recibir estopa, a semejanza del 
					pueblo español. 
					 
					La banca nos desbanca. La oposición no oposita, sólo se 
					esfuerza haciendo cortes de manga y pedorretas. Los 
					sindicalistas amagan pero no dan. El Fondo Monetario 
					Internacional nos pronostica una pronta y galopante 
					recesión. El paro sube en la estadística del desempleo, como 
					el hambre aflora entre las antiguas clases baja y media.  
					 
					Para más coña los latinoamericanos han comenzado su 
					particular reconquista, primero la morritos y después el 
					cocalero, cinco y pico siglos después. Y no serán los 
					únicos, no, mal que me pese airearlo. Tiembla península 
					ibérica que te han dejao echa unos zorros. 
					 
					Aún así, no nos castiguemos más. No hay que calentarse por 
					lo que no se tiene o no se pueda cambiar. Por el bien de la 
					nación, está prohibido mortificarse. 
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