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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las dimisiones de Rodrigo Rato
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Fue un lunes de abril, día 12, de1982, cuando yo tuve la oportunidad de conocer a Ramón Rato. Nuestro encuentro se produjo en la barra del Hotel La Muralla. RR arribó a Ceuta para supervisar el trabajo que se venía realizando para inaugurar una emisora de radio que sería incorporada a la cadena que llevaba su nombre. Aunque me dijo que la emisora ceutí sería nominada como Radio Perla. Y me explicó el motivo.

En el preciso momento en que el progenitor de los Rato decidió contarme pasajes de su vida, yo me percaté de que estaba ante un tipo que disfrutaba relatando sus vivencias. Unas vivencias muy ligadas a la derecha y que incluían en ellas la amistad que mantuvo con Millán Astray. A Ramón Rato se le llenaba la boca hablando del general legionario. A quien le debía favores cuando éste ocupó el cargo de Jefe Nacional de Propaganda. Lo que hizo posible que Millán Astray lo reclamara para incrustarlo en Radio nacional de España, en Madrid, tras hacer sus pinitos radiofónicos en Radio Toledo.

Ramón Rato no se cortaba lo más mínimo en declararse mujeriego. Y sus ideas como empresario se basaban en la siguiente forma de pensar: el empleado ganará lo que merezca y los merecimientos los suscribo yo. Así, los empleados de RR estaban sometidos a la voluntad de un hombre que tenía prisas por hacerse cada vez más rico.

Bajo las directrices marcadas por Ramón Rato, van creciendo sus hijos. Uno de ellos, Rodrigo Rato, se convierte en político que comienza a destacar a la vera de un José María Aznar que lo cuida con esmero. Hasta el punto de que Rato se nos revela cual político que tira dardos envenenados contra sus opositores y que, encima, hace uso y abuso de su ironía y de una mala leche impropia de la tierra asturiana de la cual procede.

Tras ocupar cargos importantes en el Gobierno de Aznar, RR, mediante el visto bueno de los socialistas, se convierte en director gerente del Fondo Monetario Internacional. Un cargo que es el no va más de los cargos. Remunerado, además, con una pastizara de las que causan mareos a granel. Y un buen día, cuando los poderosos principian a decidir que la clase media debe desaparecer del mapa, el tal Rato decide que lo mejor es salir pitando del FMI.

Su huida es tratada con enorme benevolencia por la prensa. Debido a que RR cae bien a los periodistas de una derecha que está convencida de que nuestro hombre fue el “gran artífice del milagro económico español en los ocho años de Gobierno de Aznar”.

De entre todos sus admiradores, destaca la periodista Carmen Gurruchaga. La misma que ha vuelto a decirnos que la labor de RR en Bankia ha sido admirable. Digna de tributarle un homenaje del tipo Guardiola. Por su capacidad y lealtad. Con mujeres así, defendiendo lo indefendible, ya podría Rato empezar a cavilar sobre cómo ir segándole la hierba bajo los pies a Mariano Rajoy.

Vamos a ver. Después de haber sido Rodrigo Rato lo que fue cuando Aznar gobernó, y tras haberse sentado en el sillón presidencial del FMI y de Bankia, con resultados ya conocidos; es decir, con espantadas al estilo de Cagancho en Almagro, espero que alguien me diga si este hombre merece seguir siendo considerado una lumbrera en el panorama político español. Pues de ser así, o sea, de ser tenido por una cabeza privilegiada, lo justo sería que se le diera la oportunidad de quitar de en medio a Rajoy.
 

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