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                     El títular de la portada, con una 
					bella foto de la ciudad vieja, es ilustrativo: “Méllilia, 
					une frontière sous haute tensión”, anuncia la edición del 
					viernes 11de L´Observateur. En el interior y a lo largo de 
					un dossier de 7 páginas, el semanario marroquí editado en 
					Casablanca desgrana otros interesantes titulares además de 
					los ya citados: “Melilla-Nador, oportunidades repartidas” o 
					“Melilla rechaza a los marroquíes”. La Caja de Pandora la 
					abrió hace unos días un periodista gallego, sugiriendo que 
					dada la crisis rampante podría hacerse “caja” vendiendo 
					Ceuta y Melilla a Marruecos, descabellada propuesta que fue 
					rápidamente contestada en medios del vecino país aduciendo, 
					poniendo el grito en el cielo, que era lo que faltaba, o sea 
					“¿Cómo España va a vendernos lo que es nuestro?” Claro que 
					en respuesta, a ver, ¡cuándo Ceuta y Melilla fueron 
					marroquíes…? Obviando las etapas almorávide, almohade y 
					merinida (o benimerina) y la diferente integración en España 
					de ambas ciudades, los cascos históricos nunca fueron 
					marroquíes y la soberanía sobre por lo demás el llamado 
					“campo del moro” (o campo exterior) de Ceuta y Melilla fue 
					solemnemente ratificado por el Reino de Marruecos tras la 
					paz de Wad-Ras (Uadrás para nuestros vecinos), en el Tratado 
					hispano-marroquí del 26 de abril de 1860. ¿O acaso ocurre 
					que Marruecos no respeta los tratados internacionales que 
					firma..?. Interesante cuestión que nos llevaría muy lejos y 
					sobre la que ahora no ha lugar.  
					 
					En líneas generales el amplio reportaje de L´Observateur, 
					firmado por Ahmed Charaï y Mounia Kabiri Kettani, aun 
					barriendo obviamente para casa (algo por lo demás normal, 
					todos lo hacemos) no está mal, aporta datos interesantes y 
					no cae en los tópicos comunes sobre las “ciudades ocupadas” 
					asumiendo su entidad política europea, aun advirtiendo eso 
					sí que “Marruecos se prepara a acoger económica y 
					socialmente los dos enclaves” (se agradece el adjetivo), 
					según apuntaría una “fuente próxima al ministerio del 
					Interior”, confiesa la periodista marroquí. Pero mientras 
					tal y como se apunta en el reportaje, una joven rifeña de 
					Nador se queja de que “Aquí no hay nada. Nada que hacer, 
					nada que ver, nada de qué vivir”. ¿Entonces…? Claro que “el 
					Norte del Reino vive desde hace años una metamorfosis 
					espectacular: autorutas, zonas francas industriales, nuevas 
					villas…”. Cierto es. 
					 
					No deja de ser curioso que el reportaje se publique tras el 
					reciente congreso de Saidia, cerca de la frontera argelina. 
					Tercer congreso que la Comunidad Islámica de Melilla (CIM), 
					ella sabrá por qué, decidió organizar ésta vez en Marruecos 
					entre los pasados 27 a 29 de abril. Y sin que en Ceuta digan 
					ni ésta boca es mía los conciudanos que asistieron al mismo, 
					como si hubieran ido de tapadillo: ni el ceutí Mohamed Hamed 
					Alí (vocero del anexionismo marroquí), ni el tan “caballa” y 
					“españolista” Mohamed Alí Lemague se han dignado ilustrarnos 
					con sus impresiones, tampoco Mustafa de “Luna Blanca”, las 
					mujeres asociadas, o el influyente y discreto Maimuni. Tal 
					parece como si cada uno de estos actores buscara 
					posicionarse, explorando el terreno y cavilando sobre el 
					espacio que pudiera ocupar y sobre el que, eventualmente, 
					poder ofrecer sus siempre interesados servicios. Melilla, la 
					verdad y si recuerdan así siempre lo escribí, lo tiene algo 
					más crudo que Ceuta. Pero siempre puede haber sorpresas, es 
					cuestión de coraje y decisiones. Sé bien que España está 
					inmersa en una gran crisis, pero después de llover siempre 
					escampa y no tengan duda, saldremos de ésta. ¿Marruecos…? Le 
					deseo lo mejor, pero el vecino país tiene el techo de 
					cristal: la crisis está al romper y sobre la legitimidad 
					religiosa del poder planea, arrojando sombras, la 
					incertidumbre. Hoy por hoy, Marruecos está bien lejos de 
					poder asumir una eventual asunción política, social y 
					económica sobre Ceuta y Melilla. Ni de coña. Visto. 
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