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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE MAYO DE 2012

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Por San Francisco, que ya es hora

Por  Inmaculada Casasola


Cómo era la iglesia de San Francisco antes de que empezara a venirse abajo? ¿Recuerdas los escalones del altar y las balaustradas blancas de mármol?, ¿el retablo mayor en color verde con pan de oro y la Virgen Inmaculada y San Agustín en el centro de todo? También recordarás echar un vistazo hacia atrás y ver el coro y las ventanas arriba con sus alegres cristales de colores. ¿Y los corrillos en el patio de la entrada los domingos al salir de misa? Pero pocos recordarán el sonido de sus campanas y es que no tañen desde hace mucho, muchísimo tiempo, quizás demasiado.

No sé si son cuatro o más los años que llevamos sufriendo las obras de San Francisco. Mientras, sus fieles andan dispersos por otras parroquias o apiñados en la capilla que se improvisó en el patio de atrás. Para colmo, llegando la Semana Santa, los curas recogen bártulos y le ceden su casa a los pasos de las Penas. Después de cinco o seis semanas que el patio andaba cerrado a cal y canto por la ocupación cofrade (ya echan tiempo, ya), por fin retoma su actividad y entrando, reparo en un cartel: “ven participa, acompáñanos”, me quiere llevar a una cena benéfica. Le dedico un segundo más y leo: “bancos y campanas de San Francisco”, en el Parque Marítimo, 9 de junio 21,30h. Ummm! ¡Pero qué bien suena eso! Ya es hora, pienso. Esta obra está durando demasiado, y si hace falta echar una mano, no creo que falten voluntarios. En estos tiempos de escasez para muchos, los que aun podemos, DEBEMOS. En el parque…, por la noche… me parece que les van a faltar entradas, se las van a quitar de las manos. Las venden en el colegio San Agustín, seguro que Antonio, ese portero que es un baluarte del colegio, me las consigue. Mi corazón me dice que no es una entrada, sino un donativo por una buena causa y la recompensa, compartir una noche mágica, seguro que inolvidable, en el parque junto a una inmejorable compañía; tiene chiste, todos los asistentes podremos tocar “el Cielo”, literalmente.

El domingo, al acabar la misa conversé un rato con el padre que la había oficiado, me contó con entusiasmo algunos detalles de las obras y de la historia de la iglesia. Las campanas llevan unos 18 años sin sonar, están calladas, el inexorable paso del tiempo las enmudeció y hay que restaurarlas, pero no es una tarea tan imprescindible, ni ellas ni los bancos nuevos, como si lo ha sido el refuerzo de la cimentación y el tejado. Originalmente, esta iglesia que data del siglo XVIII, en concreto 1712 y consagrada en 1723 (lo miré en internet), estaba ubicada entre un convento, ocupado actualmente por las dependencias del Casino Militar y el antiguo hospital, situado en la ahora Plaza de los Reyes. Al demoler el hospital, la iglesia, cuyos cimientos apenas tienen 50 cm, perdió uno de sus dos puntos de apoyo. Los años y las continuas obras de calles, edificios y locales colindantes probablemente han hecho lo demás, los expertos sabrán. El proyecto ha consistido sobre todo en reforzar la estructura de paredes y columnas con cimientos de hormigón subterráneos. Toda la cubierta también es nueva. Aun quedan unas grietas interiores por rellenar, el suelo y la pintura que devolverán a la iglesia su aspecto original y es que es eso, una restauración. Las barandillas del coro, la balaustrada del altar, la puerta lateral, el crucero, el presbiterio, las ventanas, el muro del Evangelio, la hornacina de las Angustias, los accesos que comunicaban con el hospital y el convento, las galerías superiores, todo debe volver a su antiguo status.

Ya va quedando menos, dice el padre,- en poco tiempo abriremos otra vez-, es optimista y entusiasta. Esperamos que nuestros vecinos nos ayuden, solo los bancos y las campanas es lo que falta, el resto, los pequeños detalles pueden esperar, lo grande ya estará hecho.

Las campanas se llaman San Pablo y San Agustín, una puede ser restaurada, la otra no, hay que fundirla de nuevo. Los bancos de madera llevarán el escudo agustino del corazón en llamas, el libro y la flecha acompañado de la cruz para que nos recuerde que esta iglesia se erigió originalmente en honor de la Santa Cruz.

Es la misión del rector, del padre Isidro, devolver esta iglesia al patrimonio ceutí tan mermado en estos tiempos. Y es nuestra misión, la de todos los que alguna vez hemos tenido relación con San Francisco, que somos todos, AYUDAR.

Ojalá llegue pronto el día que podamos entrar y mirando alrededor exclamemos: ¡PERO SI ESTÁ IGUAL! Solo la limpieza de sus paredes nos dará una pista de lo que allí dentro ha ocurrido estos últimos años.
 

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