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					Cómo era la iglesia de San Francisco antes de que empezara a 
					venirse abajo? ¿Recuerdas los escalones del altar y las 
					balaustradas blancas de mármol?, ¿el retablo mayor en color 
					verde con pan de oro y la Virgen Inmaculada y San Agustín en 
					el centro de todo? También recordarás echar un vistazo hacia 
					atrás y ver el coro y las ventanas arriba con sus alegres 
					cristales de colores. ¿Y los corrillos en el patio de la 
					entrada los domingos al salir de misa? Pero pocos recordarán 
					el sonido de sus campanas y es que no tañen desde hace 
					mucho, muchísimo tiempo, quizás demasiado. 
					 
					No sé si son cuatro o más los años que llevamos sufriendo 
					las obras de San Francisco. Mientras, sus fieles andan 
					dispersos por otras parroquias o apiñados en la capilla que 
					se improvisó en el patio de atrás. Para colmo, llegando la 
					Semana Santa, los curas recogen bártulos y le ceden su casa 
					a los pasos de las Penas. Después de cinco o seis semanas 
					que el patio andaba cerrado a cal y canto por la ocupación 
					cofrade (ya echan tiempo, ya), por fin retoma su actividad y 
					entrando, reparo en un cartel: “ven participa, acompáñanos”, 
					me quiere llevar a una cena benéfica. Le dedico un segundo 
					más y leo: “bancos y campanas de San Francisco”, en el 
					Parque Marítimo, 9 de junio 21,30h. Ummm! ¡Pero qué bien 
					suena eso! Ya es hora, pienso. Esta obra está durando 
					demasiado, y si hace falta echar una mano, no creo que 
					falten voluntarios. En estos tiempos de escasez para muchos, 
					los que aun podemos, DEBEMOS. En el parque…, por la noche… 
					me parece que les van a faltar entradas, se las van a quitar 
					de las manos. Las venden en el colegio San Agustín, seguro 
					que Antonio, ese portero que es un baluarte del colegio, me 
					las consigue. Mi corazón me dice que no es una entrada, sino 
					un donativo por una buena causa y la recompensa, compartir 
					una noche mágica, seguro que inolvidable, en el parque junto 
					a una inmejorable compañía; tiene chiste, todos los 
					asistentes podremos tocar “el Cielo”, literalmente. 
					 
					El domingo, al acabar la misa conversé un rato con el padre 
					que la había oficiado, me contó con entusiasmo algunos 
					detalles de las obras y de la historia de la iglesia. Las 
					campanas llevan unos 18 años sin sonar, están calladas, el 
					inexorable paso del tiempo las enmudeció y hay que 
					restaurarlas, pero no es una tarea tan imprescindible, ni 
					ellas ni los bancos nuevos, como si lo ha sido el refuerzo 
					de la cimentación y el tejado. Originalmente, esta iglesia 
					que data del siglo XVIII, en concreto 1712 y consagrada en 
					1723 (lo miré en internet), estaba ubicada entre un 
					convento, ocupado actualmente por las dependencias del 
					Casino Militar y el antiguo hospital, situado en la ahora 
					Plaza de los Reyes. Al demoler el hospital, la iglesia, 
					cuyos cimientos apenas tienen 50 cm, perdió uno de sus dos 
					puntos de apoyo. Los años y las continuas obras de calles, 
					edificios y locales colindantes probablemente han hecho lo 
					demás, los expertos sabrán. El proyecto ha consistido sobre 
					todo en reforzar la estructura de paredes y columnas con 
					cimientos de hormigón subterráneos. Toda la cubierta también 
					es nueva. Aun quedan unas grietas interiores por rellenar, 
					el suelo y la pintura que devolverán a la iglesia su aspecto 
					original y es que es eso, una restauración. Las barandillas 
					del coro, la balaustrada del altar, la puerta lateral, el 
					crucero, el presbiterio, las ventanas, el muro del 
					Evangelio, la hornacina de las Angustias, los accesos que 
					comunicaban con el hospital y el convento, las galerías 
					superiores, todo debe volver a su antiguo status. 
					 
					Ya va quedando menos, dice el padre,- en poco tiempo 
					abriremos otra vez-, es optimista y entusiasta. Esperamos 
					que nuestros vecinos nos ayuden, solo los bancos y las 
					campanas es lo que falta, el resto, los pequeños detalles 
					pueden esperar, lo grande ya estará hecho. 
					 
					Las campanas se llaman San Pablo y San Agustín, una puede 
					ser restaurada, la otra no, hay que fundirla de nuevo. Los 
					bancos de madera llevarán el escudo agustino del corazón en 
					llamas, el libro y la flecha acompañado de la cruz para que 
					nos recuerde que esta iglesia se erigió originalmente en 
					honor de la Santa Cruz. 
					 
					Es la misión del rector, del padre Isidro, devolver esta 
					iglesia al patrimonio ceutí tan mermado en estos tiempos. Y 
					es nuestra misión, la de todos los que alguna vez hemos 
					tenido relación con San Francisco, que somos todos, AYUDAR. 
					 
					Ojalá llegue pronto el día que podamos entrar y mirando 
					alrededor exclamemos: ¡PERO SI ESTÁ IGUAL! Solo la limpieza 
					de sus paredes nos dará una pista de lo que allí dentro ha 
					ocurrido estos últimos años.  
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