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                     Estoy convencido de que el futuro 
					de la humanidad pasa por activar un crecimiento intelectual, 
					más razonado y razonable, auténticamente artístico; no en 
					vano, el arte, cuando es efectivo, nos acerca a la esencia 
					de las cosas. Ahora comprendo, pues, el éxito de la segunda 
					conferencia mundial sobre la educación artística (Seúl, 
					2010), y que tras la Conferencia general de la UNESCO, en su 
					36ª reunión, celebrada en 2011, se proclamase la 4ª semana 
					del mes de mayo, como Semana Internacional de la Educación 
					Artística. Evidentemente, el arte nos imprime vida interior, 
					nos transporta a la meditación y nos hace ver más allá de la 
					simple apariencia, porque lo que realmente visiona es el 
					alma de nuestra personal naturaleza. 
					 
					Esta civilización tiene que afanarse mucho más por la 
					belleza y dejarse sorprender, por esa verdad verdadera, que 
					exprime la propia hermosura. El futuro no está en las 
					posesiones, tampoco en el desvelo por la acumulación de 
					riqueza, radica en el espíritu y no en la materia, en el 
					continuo discernimiento a la luz del espíritu artístico. Hay 
					que pensar y repensar todas las cosas de nuevo, dejarse 
					persuadir por el alma que mueve esa naturaleza y establecer, 
					como objetivo prioritario, injertarnos la verdad en vena. 
					Las cosas se renuevan desde el interior, no desde la 
					envoltura, y así, pongamos por caso, el arte de ser joven es 
					el arte de comerse el mundo, como el arte de envejecer es el 
					arte de guardar alguna ilusión.  
					 
					Es una buena noticia, por tanto, celebrar esta Semana 
					Internacional de la Educación Artística, cuyo objetivo 
					principal ha de ser, la de dejarse descubrir ante tantas 
					sensibilidades que la vida nos expone a diario. A propósito, 
					pues, quiero ser altavoz de lo que acaba de decir al mundo, 
					la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, instando a 
					los gobiernos, instituciones educativas y a la sociedad, a 
					apoyar proyectos y actividades que refuercen el papel del 
					arte como impulsor de diálogo, la cohesión social y la paz. 
					“El arte es clave para formar a generaciones capaces de 
					reinventar el mundo que han heredado. Refuerza la vitalidad 
					de las identidades culturales y promueve la relación con 
					otras comunidades”. No se puede decir más con tan pocas 
					palabras. 
					 
					Tenemos que volver a crear un nuevo mundo al ritmo de la 
					evolución cósmica, por el que ahora transitamos es un mundo 
					cansado, podrido, irrespetuoso con la belleza, endiosado y 
					con nula creatividad. El arte creador es una comunicación y 
					una participación más hermanada espiritualmente, más eterna 
					y más viva, inmersa en un servicio que entusiasma, hasta 
					hacer hablar a las piedras. El verdadero artista no malgasta 
					su talento en lo que dicta un mercado, administra sus dotes 
					espirituales para sorprendernos educando. Es desde el 
					asombro del espíritu creador y de la inspiración artística 
					cómo se despiertan las energías de la mente. 
					 
					Ciertamente el arte nos une, porque el ser humano por sí 
					mismo, es una obra irrepetible que, precisa unirse a esas 
					otras obras, de su misma especie. Este espíritu creativo, 
					objetivamente, nos hace ser grandes y reinventarnos nuestro 
					propio guión de vida. De ahí, que la educación artística sea 
					fundamental, a mi juicio más que nunca, si en verdad 
					queremos salir de este laberinto de víboras, encabritadas al 
					poder, y que son autorizados demonios, puesto que todo lo 
					disfrazan de bien, cuando en realidad lo que vierten son 
					males. Ellos, y lo que ellos encierran, son la perversión 
					del planeta, aunque vistan de corbata y pongan cara de 
					bueno. 
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