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                     Me tropiezo con un conocido que 
					lleva un siglo trabajando en la banca. Alguien amante del 
					fútbol y que siempre que decide pararse a charlar conmigo es 
					para preguntarme por cuestiones relacionadas con el Madrid. 
					Ya que es madridista fetén, como yo.  
					 
					En esta ocasión, sin embargo, se dirige a mí para decirme 
					que obra en su poder la columna que escribí el viernes, 2 de 
					marzo, bajo el título de ‘Cuidado con los propios’. Dedicada 
					a la visita de Rodrigo Rato. Columna que conserva 
					como en oro en paño. Porque el primer párrafo, dice él, no 
					deja de ser una premonición de lo que iba a pasar en Bankia, 
					poco después. 
					 
					He aquí, pues ese primer párrafo, que transcribo 
					literalmente, de una columna referida a la visita del hombre 
					que hacía y deshacía en Bankia. “Cuando Rodrigo Rato nos 
					visitó, hace apenas nada, se le rindieron honores 
					desmesurados. Los que jamás han merecido los banqueros y, 
					mucho menos, cuando se tiene la certeza de que ellos son 
					culpables en gran medida de la ruina económica de la que 
					goza medio mundo y parte del otro medio. Nunca antes se 
					había visto tanta demostración de vasallaje en escena, si 
					acaso decidimos olvidarnos de cuando la visita del Rey”. 
					 
					El presidente de Bankia, o sea Rodrigo Rato, que arribó a 
					Ceuta sabiendo ya la ruina de lo que él administraba, se 
					topó de bruces con unos políticos que le hicieron cucamonas 
					desde que puso los pies en esta tierra. Lo colmaron de 
					carantoñas y zalamerías. En las que destacó de manera 
					sobresaliente, según supimos de buena tinta, Francisco 
					Márquez.  
					 
					Francisco Márquez, que confiaba ciegamente en que RR se 
					mostrara magnánimo con los problemas económicos de Ceuta, 
					parece ser que se llevó un desengaño que a punto estuvo de 
					costarle una enfermedad. Según hacía presagiar la tristeza 
					infinita que se apoderó de él cuando comprendió que el 
					presidente de Bankia vino a Ceuta a cobrar trampas y no a 
					seguir concediendo dineros a fondo perdido. 
					 
					Los dineros a fondo perdido que ha concedido Bankia a 
					políticos y sindicalistas, y amigos de ambos, y demás 
					corruptelas que van saliendo a la luz, han llegado a ser de 
					una magnitud que nos permite pensar que RR haría más que 
					bien en desaparecer del mapa. Es decir, en quitarse de la 
					circulación. Purgar sus culpas en cualquier monasterio hasta 
					el fin de sus días. Sometido, además, a flagelaciones 
					controladas para que nunca olvide la parte de culpa, enorme 
					culpa, que él ha tenido en que se haya producido un desfalco 
					de tantos millones de euros.  
					 
					Millones de euros que han puesto al sistema financiero 
					español en una crítica situación. De la que salir ileso va a 
					resultar tarea difícil. En una España sumida en una crisis 
					económica. Más bien una remodelación del mundo emprendida 
					por los poderosos para que los débiles pierdan los pocos 
					beneficios que han conseguido a lo largo de décadas de 
					lucha.  
					 
					Rodrigo Rato, que llegó a Ceuta tres meses ha, concretamente 
					en marzo, tendría que ser juzgado severamente por su 
					actuación al frente de Bankia. Y, desde luego, convendría 
					que los políticos que lo recibieron a su llegada a la 
					ciudad, para festejarlo como si fuera el doctor Fleming, 
					atormentaran sus cuerpos con cargas y cilicios. Es lo menos 
					que se les debe exigir a quienes nos mienten a cada paso. 
					Como bellacos. ¡Qué bochorno! ¡Qué vergüenza! 
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