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                     Para la elaboración de la nueva 
					Educación para la Ciudadanía, conviene tener en cuenta cómo 
					están elaborados los dos decretos aún vigentes que regulan 
					la materia. Se habla de “mostrar respecto por las 
					diferencias y características personales propias y de sus 
					compañeros y compañeras”; “de un criterio de evaluación para 
					valorar si el alumno o la alumna… ejerce una autorregulación 
					de sus emociones”… Es conveniente observar lo de “alumnos o 
					alumnas” y “compañeros y compañeras”. El nuevo proyecto del 
					Real Decreto menciona sólo “alumnos” o “compañeros”, y con 
					ello abarca también a las “alumnas” y a las “compañeras”, 
					como recomienda la Gramática de la Real Academia de la 
					Lengua. 
					 
					En el decreto vigente se manda que los estudiantes aprendan 
					“la valoración crítica de la división social y sexual del 
					trabajo y de los prejuicios sociales racistas, xenófobos, 
					antisemitas, sexistas y homófobos”. Ahora se elige una 
					versión que da menos opción al adoctrinamiento y que 
					recuerda en el tono a un mandamiento de Moisés: “No 
					discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, 
					religión, opinión, o cualquier otra condición o 
					circunstancia personal o laboral”. 
					 
					Pero quizás lo más importante es que reconoce explícitamente 
					en este contexto –Estado democrático- “el derecho 
					fundamental de la libertad de conciencia individual” y se 
					centra en el contenido de la asignatura: “El Estado tiene la 
					obligación de asegurar que los ciudadanos (atención, no se 
					dice “ciudadanos y ciudadanas”) conozcan la Constitución, el 
					funcionamiento de las instituciones públicas y cuanto se 
					refiere a los derechos y libertades que caracterizan nuestro 
					estado democrático”. 
					 
					Como se ve, este Real Decreto, a la espera de una nueva Ley 
					Orgánica de Educación –conviene recordar que el Sr. 
					Ministro, en principio, no estaba por la labor- que sería la 
					que pudiera cambiar el nombre de la asignatura, quita carga 
					ideológica al que hay: una norma que facilita de forma 
					oficial la tarea de deformar conciencias en asuntos como la 
					identidad de personal, la concepción de familia y el 
					matrimonio, y la moral sexual. Sin embargo, este borrador de 
					R.D. y los anteriores, ponen de manifiesto una vez más la 
					manía de querer regularlo todo, como si la misión del Estado 
					fuese legislar hasta el último rincón de la última 
					asignatura, algo que hace daño por lo menos al sentido 
					común. 
					 
					Determinados especialistas denunciaban el error “de los 
					criterios de evaluación de EpC, con lo que se miden no tanto 
					los conocimientos por parte de los alumnos como actitudes y 
					conductas personales”. Los criterios de evaluación, sin 
					embargo, en el borrador del R.D., apenas si se han 
					modificado. 
					 
					En el preámbulo del borrador se lee: “la tarea de educar en 
					democracia debe hacerse de un modo compartido y no 
					excluyente entre la familia, las instituciones públicas, los 
					centros educativos, y la misma sociedad”. 
					 
					Para que el R.D. llegue a convertirse en una realidad, es 
					necesario tener muy presente, en primer lugar, que ha de 
					superar lo expuesto por las Consejerías de Educación de 
					Madrid y Cataluña: la suspensión de la polémica asignatura 
					de forma definitiva. 
					 
					La propuesta se produjo durante la reciente reunión de la 
					Conferencia Sectorial de Educación, una asamblea formada por 
					los consejeros de las Comunidades Autónomas y los altos 
					cargos del Ministerio de Educación, con el Sr. Ministro 
					presidiéndola. 
					 
					La Consejera de Cataluña argumentó que “la referida 
					asignatura sólo servía para crear polémica con las 
					modificaciones que introducía el Gobierno de turno, y que lo 
					apropiado sería cortar por lo sano: eliminarla”. La 
					Consejera de Madrid, con forma más pragmática, argumentó: 
					“esa asignatura quita un tiempo precioso a otras que de 
					verdad son las que han de aprender en la escuela: lengua, 
					matemáticas e idiomas, sobre todo”. Y además, añadió: “Nos 
					han quitado a todos una cantidad de tiempo y esfuerzo en 
					discusiones, creando tanta polémica por su propio carácter, 
					que es una razón más para eliminarla”. 
					 
					Pero hay algo que no se tiene en cuenta. En los primeros 
					momentos de su implantación, la EpC no fue aceptada por la 
					Comunidad Educativa, en especial por las distintas 
					Asociaciones de Padres de Alumnos, que argumentaron que no 
					es posible negar a los padres el derecho de oponerse a que a 
					sus hijos se les imparta una asignatura que, según lo 
					conocido, contiene criterios contrarios a la filosofía 
					religioso/moral, que alegan los propios padres.  
					 
					¿Cómo es posible que se alcen tantas voces para cuestionarlo 
					e incluso negarlo a los padres, cuando éstos únicamente 
					pretenden que a sus hijos no se les imponga una formación 
					moral distinta de la elegida por ellos? Seguramente porque 
					nos hallamos ante una magna operación intervencionista en 
					las libertades de la sociedad que trata de afirmar el 
					derecho del Estado a educar moralmente a sus ciudadanos. 
					Todo ello conduce, antes y ahora, a que lo que salga no será 
					nada distinto, y conseguirán que todos los padres se 
					conviertan en objetores. 
					 
					Por otra parte, el programa electoral del PP anunciaba una 
					reforma legal que indujo a la Comunidad Educativa a tener 
					una nueva Ley, la séptima en 40 años, en contra, además, de 
					las recomendaciones y las peticiones de estabilidad 
					económica. Sin embargo, en el seno del partido hay quienes 
					han advertido de la inconveniencia de elaborar una nueva Ley 
					Orgánica, que no tendría problema en salir adelante en el 
					Parlamento, sin embargo hay voces dentro del Partido que 
					apuntan que es preferible reformar los aspectos de la Ley 
					Socialista vigente (LOE) que el PP no comparte, como la 
					estructura del Bachillerato, que el PP quiere ampliar a tres 
					cursos, según contempla el programa electoral. 
					 
					En los inicios de la aparición de la EpC, en mi colaboración 
					semanal en este diario, expuse la experiencia que realicé en 
					nuestro Centro, el C.P. Maestro Juan Morejón, durante el 
					curso 1997-98, dentro del Plan Anual de Mejora. En mi 
					tutoría de 2º de la ESO puse en marcha una actividad 
					relacionada con el planteamiento y discusión de Dilemas 
					Morales, como medio de Educación para la Convivencia y como 
					método para favorecer la participación Democrática. La 
					Metodología empleada fue la “Discusión de Dilemas” y la 
					temporalización durante el tiempo dedicado a tutorías. 
					Evaluado el trabajo, resultó muy positivo. 
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