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OPINIÓN - MARTES, 5 DE JUNIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Error de un sabio
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Un buen día, del año 1982, estaba yo hablando con Eduardo Hernández Lobillo y se me ocurrió preguntarle por Paco Olivencia. Debido a que me había sido presentado el día anterior. Y Eduardo me respondió así: “Paco es hermano del famoso Manuel Olivencia Ruiz: catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Sevilla. El cual goza de un enorme prestigio”.

Poco tiempo después, Manuel Olivencia Ruiz, que hacía malabares para repartir su tiempo entre la familia, la cátedra, el Banco de España, del que era consejero, y su propio bufete de abogados, fue nombrado comisario de la Expo 92, conmemorativa del V Centenario del descubrimiento de América.

Cargo de suma importancia y que le hizo estar en la cresta de la ola, durante mucho tiempo. Pues no había día en el cual don Manuel no fuera motivo de información y de comentarios basados en el permanente deseo de una derecha sevillana que buscaba su acaparamiento mientras que la izquierda recelaba de sus actuaciones como comisario de la Exposición Universal.

Nada extraño para don Manuel, tras aconsejarle Felipe González, nada más aceptar el puesto que éste le había ofrecido, que se comprara una coraza para él y otra para su mujer. Con el fin de parapetarse de las críticas furibundas a las que se vería sometido. Críticas acerbas a las que estaba desacostumbrado. Ya que hasta entonces habían imperado los reconocimientos y halagos al abogado reputado y catedrático renombrado, tenido ya casi por un sabio a la altura de don Ramón Carander y Thovar (aquel catedrático cuya primera obra, publicada en 1924, ‘Sevilla, fortaleza y mercado’, que es un estudio de la economía de esta ciudad en el siglo XIV, adquirió muchísimo auge en los estudios de historia económica).

Aquella aventura, la de ser comisario de la Exposición Universal de Sevilla, en 1992, no terminó bien para Manuel Olivencia. Recibió muestras de desagrado y se vio además sometido a acusaciones secretas y declaraciones sarcásticas, como las de José Manuel Eguiagaray, que se expresó así: “Si alguien quiere saber de los ‘pellones’ perdidos y hallados al tercer día entre los trincones, que le pregunten a Manuel Olivencia…”.

Lo cual le valió al tal Eguiagaray una bronca monumental, tan grande o más que la recibida por Julio Aparicio en su última actuación en la Feria de San Isidro, por parte de Antonio Burgos. Quien, bajo el título de Del “pellón” al “olivencia”, daba cobijo a este párrafo en su artículo: “Igual que el pellón son mil millones de pesetas despilfarrados, el olivencia sería la unidad de medida del prestigio social, cultural, político, civil, de una persona (lo del “pellón” era –y sigue siéndolo- la palabra clave para referirse al despilfarro y a los mangazos habidos en la Expo 92, siendo responsable el ingeniero Jacinto Pellón. Primero con Olivencia y luego con Emilio Casinello).

Pellón fue, a título póstumo, nombrado hijo adoptivo de Sevilla; Casinello y Olivencia lo han sido recientemente, y luego le ha tocado el turno a González. Don Manuel ha dicho que las autonomías han gastado sin control; pero que Ceuta es una excepción: al estar muy bien administrada, a pesar de la deuda, con una política correcta. He aquí a un hombre sabio. Cuya sabiduría, si embargo, no le ha impedido errar. Un día malo lo tiene cualquiera.
 

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