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OPINIÓN - DOMINGO, 10 DE junio DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¿Faltos de sueño?
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Quizás, en los momentos actuales, algunos docentes en activo, lleven razón. Observan que cada día van aumentando los alumnos que se quedan dormidos en clase. Y no se refieren a los cursos de pequeños que, en general, siempre se ha producido que lleguen a clase con falta de sueño. El caso se refiere a alumnos de primaria y secundaria.

Quiero remontarme a mi etapa inicial, cuando ejercía la docencia en mi primer pueblo, Barbate. En el primer contacto con los alumnos – en aquellos tiempos no existían las clases mixtas – me correspondió un cuarto nivel de alumnos, en general, mal promocionados, donde predominaban los repetidores de varios cursos.

En primer lugar, contaré el caso de un alumno con gran absentismo escolar. Su padre era propietario de un pequeño bar, que funcionaba con la ayuda de su mujer, metida en la cocina y el hijo que decía que “estaba para todo”. Cuando asistía a clase se situaba siempre al final de aula y, desde aquel momento, empezaba su “jornada de sueño”. Yo comprendía la situación y le dejaba que se desahogara por unos momentos. Por supuesto que las explicaciones y orientaciones siempre le sorprendían con el sueño.

Sólo los lunes venía descansado porque su padre cerraba el establecimiento el domingo, por lo cual era el único día que podía seguir nuestras orientaciones.

Otro caso, de aquellos tiempos, lo protagonizaban dos hermanos, que con escasa diferencia de edad, se encontraban en el mismo grupo, en mi tutoría. El déficit de sueño de estos hermanos era motivado porque, en general, tenían que madrugar para prestar ayuda a su padre que, en los días libres no tenía más remedio que dedicarse a otra actividad – era guardia municipal – que consistía en la reparación y elaboración de cajas de madera para meter el pescado.

Bien que se notaba cuando, después de un madrugón, tenían que reanudar sus labores escolares. ¡Se quedaban dormidos! Pero antes que la escuela estaba ayudar al sustento diario.

Ya en Ceuta, en el colegio “Convoy de la Victoria” cuando llegaba el mes de Ramadán, para los musulmanes, el diario funcionamiento del Colegio, al principio era una acumulación de déficit de sueño, por aquello de sus horarios nocturnos. Se producía un gran absentismo escolar y, en aquellos casos de los alumnos que se incorporaban al Colegio, tenían que afrontar y soportar la dura jornada escolar. Y se producían muchos casos de aquellos que iban buscando las filas traseras del aula para recuperar sus horas de sueño perdidas.

Pero sigue la racha de alumnos que se quedaban dormidos en clase. Aquellos que aprovechándose de las salidas nocturnas de sus padres, los fines de semana, se quedaban hasta altas horas de la noche, con vía libre para ver los programas de televisión con etiquetas de no tolerados, pero, al verse libres se “atragantaban” de todo aquello no aconsejable para su edad. Con reloj en manos para controlar el tiempo de llegada de los padres. Doble consecuencia: información no aconsejable y déficit de sueño. Pero, ¡en el aula me recuperaré!

Lo de la actualidad, no sé si será más o menos grave, pero el ordenador y los medios de información que nos han invadido están haciendo de los alumnos que también, a deshora y en ausencia de los padres y cuando estos están durmiendo, haciendo uso de ellos, reciben todo tipo de información, en general “desinformación” y todo a costa de “robarse” unas horas de sueño. Pero llegado el momento de la clase, utilizarla para dormir, argumentando, en general, ciertas molestias.

Pero, cabe preguntarse en cuanto se ha multiplicado la cantidad de alumnos “durmientes” en los últimos años. Matemáticamente parece que no sería algo cuantificable, pero, en general, todos los enseñantes consultados se limitan a referir sólo que hay más. En algunos casos los “durmientes” se molestan porque se les interrumpe “el sueño”, en un acto intuitivo.

Pero había que introducir en estos casos de alumnos “dormidos”, la respuesta inmediata del maestro o profesor de turno, porque no en todos los casos se procedía con el “alumno durmiente” de la misma manera. Desde luego que cuando se conocía las razones que lo “justificaba” se procedía de forma amable, recomendándole al alumno que dedicará, obviamente, más tiempo al sueño, aunque siempre se justificaban con “aquello” de que “me acosté tarde porque tenía que estudiar”, aunque el maestro o profesor no le concedía el derecho a la verdad; sin proceder a investigación alguna por parte del maestro, sólo se apreciaba en el hecho un acto de “incorrección”

en el aula, una falta de respeto hacia él y hacia sus compañeros de aula, optando el responsable por la imposición de un correctivo de diversa categoría, aunque predominaba la repetición de una frase un número determinado de veces “ En clase no se viene a dormir” o bien otras, de mensaje similar.

Aunque si el “durmiente” era reincidente, también era de obligado cumplimiento enviar un mensaje a la familia, para que conociera el déficit de sueño de su hijo y que investigara las causas.

Por otra parte, hay que mencionar en este apartado que son los alumnos “durmientes” de mayor porcentaje, que las alumnas apenas practican este tipo de “deporte” en el aula. Claro que contado así, da la impresión que el hecho carece de importancia, que tiene la que se le quiere dar. El problema está en aquellos casos de los que producen ronquidos, que si en el aula hay varios casos, habrá que poner medio para cortar la “sinfonía” que de forma desordenada se produce. ¡Habrá que tomar medidas!
 

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