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                     Quizás, en los momentos actuales, 
					algunos docentes en activo, lleven razón. Observan que cada 
					día van aumentando los alumnos que se quedan dormidos en 
					clase. Y no se refieren a los cursos de pequeños que, en 
					general, siempre se ha producido que lleguen a clase con 
					falta de sueño. El caso se refiere a alumnos de primaria y 
					secundaria.  
					 
					Quiero remontarme a mi etapa inicial, cuando ejercía la 
					docencia en mi primer pueblo, Barbate. En el primer contacto 
					con los alumnos – en aquellos tiempos no existían las clases 
					mixtas – me correspondió un cuarto nivel de alumnos, en 
					general, mal promocionados, donde predominaban los 
					repetidores de varios cursos. 
					 
					En primer lugar, contaré el caso de un alumno con gran 
					absentismo escolar. Su padre era propietario de un pequeño 
					bar, que funcionaba con la ayuda de su mujer, metida en la 
					cocina y el hijo que decía que “estaba para todo”. Cuando 
					asistía a clase se situaba siempre al final de aula y, desde 
					aquel momento, empezaba su “jornada de sueño”. Yo comprendía 
					la situación y le dejaba que se desahogara por unos 
					momentos. Por supuesto que las explicaciones y orientaciones 
					siempre le sorprendían con el sueño. 
					 
					Sólo los lunes venía descansado porque su padre cerraba el 
					establecimiento el domingo, por lo cual era el único día que 
					podía seguir nuestras orientaciones. 
					 
					Otro caso, de aquellos tiempos, lo protagonizaban dos 
					hermanos, que con escasa diferencia de edad, se encontraban 
					en el mismo grupo, en mi tutoría. El déficit de sueño de 
					estos hermanos era motivado porque, en general, tenían que 
					madrugar para prestar ayuda a su padre que, en los días 
					libres no tenía más remedio que dedicarse a otra actividad – 
					era guardia municipal – que consistía en la reparación y 
					elaboración de cajas de madera para meter el pescado. 
					 
					Bien que se notaba cuando, después de un madrugón, tenían 
					que reanudar sus labores escolares. ¡Se quedaban dormidos! 
					Pero antes que la escuela estaba ayudar al sustento diario. 
					 
					Ya en Ceuta, en el colegio “Convoy de la Victoria” cuando 
					llegaba el mes de Ramadán, para los musulmanes, el diario 
					funcionamiento del Colegio, al principio era una acumulación 
					de déficit de sueño, por aquello de sus horarios nocturnos. 
					Se producía un gran absentismo escolar y, en aquellos casos 
					de los alumnos que se incorporaban al Colegio, tenían que 
					afrontar y soportar la dura jornada escolar. Y se producían 
					muchos casos de aquellos que iban buscando las filas 
					traseras del aula para recuperar sus horas de sueño 
					perdidas. 
					 
					Pero sigue la racha de alumnos que se quedaban dormidos en 
					clase. Aquellos que aprovechándose de las salidas nocturnas 
					de sus padres, los fines de semana, se quedaban hasta altas 
					horas de la noche, con vía libre para ver los programas de 
					televisión con etiquetas de no tolerados, pero, al verse 
					libres se “atragantaban” de todo aquello no aconsejable para 
					su edad. Con reloj en manos para controlar el tiempo de 
					llegada de los padres. Doble consecuencia: información no 
					aconsejable y déficit de sueño. Pero, ¡en el aula me 
					recuperaré! 
					 
					Lo de la actualidad, no sé si será más o menos grave, pero 
					el ordenador y los medios de información que nos han 
					invadido están haciendo de los alumnos que también, a 
					deshora y en ausencia de los padres y cuando estos están 
					durmiendo, haciendo uso de ellos, reciben todo tipo de 
					información, en general “desinformación” y todo a costa de 
					“robarse” unas horas de sueño. Pero llegado el momento de la 
					clase, utilizarla para dormir, argumentando, en general, 
					ciertas molestias. 
					 
					Pero, cabe preguntarse en cuanto se ha multiplicado la 
					cantidad de alumnos “durmientes” en los últimos años. 
					Matemáticamente parece que no sería algo cuantificable, 
					pero, en general, todos los enseñantes consultados se 
					limitan a referir sólo que hay más. En algunos casos los 
					“durmientes” se molestan porque se les interrumpe “el 
					sueño”, en un acto intuitivo.  
					 
					Pero había que introducir en estos casos de alumnos 
					“dormidos”, la respuesta inmediata del maestro o profesor de 
					turno, porque no en todos los casos se procedía con el 
					“alumno durmiente” de la misma manera. Desde luego que 
					cuando se conocía las razones que lo “justificaba” se 
					procedía de forma amable, recomendándole al alumno que 
					dedicará, obviamente, más tiempo al sueño, aunque siempre se 
					justificaban con “aquello” de que “me acosté tarde porque 
					tenía que estudiar”, aunque el maestro o profesor no le 
					concedía el derecho a la verdad; sin proceder a 
					investigación alguna por parte del maestro, sólo se 
					apreciaba en el hecho un acto de “incorrección” 
					 
					en el aula, una falta de respeto hacia él y hacia sus 
					compañeros de aula, optando el responsable por la imposición 
					de un correctivo de diversa categoría, aunque predominaba la 
					repetición de una frase un número determinado de veces “ En 
					clase no se viene a dormir” o bien otras, de mensaje 
					similar. 
					 
					Aunque si el “durmiente” era reincidente, también era de 
					obligado cumplimiento enviar un mensaje a la familia, para 
					que conociera el déficit de sueño de su hijo y que 
					investigara las causas. 
					 
					Por otra parte, hay que mencionar en este apartado que son 
					los alumnos “durmientes” de mayor porcentaje, que las 
					alumnas apenas practican este tipo de “deporte” en el aula. 
					Claro que contado así, da la impresión que el hecho carece 
					de importancia, que tiene la que se le quiere dar. El 
					problema está en aquellos casos de los que producen 
					ronquidos, que si en el aula hay varios casos, habrá que 
					poner medio para cortar la “sinfonía” que de forma 
					desordenada se produce. ¡Habrá que tomar medidas! 
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