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					Cuando se habla de este número no es referencia a la revista 
					que, durante la Transición democrática Juan Tomás de Salas 
					con José Luis Gutiérrez, siendo uno de sus directores, 
					aglutinó la información “progre” de este país. Aquí hablamos 
					de “Cambio 16” como número de personal de confianza que, 
					según las últimas noticias, serán cesados como respuesta a 
					la repulsa que los “recortes” salariales han tenido en los 
					empleados públicos de las sociedades municipales. 
					 
					Este tobogan de decisiones parece un juego diabólico con 
					efecto dominó: primero fueron los funcionarios, a éstos han 
					seguido los empleados de sociedades municipales y, a 
					continuación el personal de confianza con el que se ha 
					rodeado Juan Vivas, los asesores -apuntan- en número de 16. 
					 
					Cuando se alude a la pérdida del puesto de trabajo estamos 
					aludiendo a un drama familiar y, más en la actual situación 
					económica. Aquí no cabe el “tú más” o considerar que, “si yo 
					me quedo ciego que el otro se quede, al menos, tuerto”. No 
					es de ley mirarse en las desventuras del vecino para la 
					autocomplacencia. Esto resulta macabro y malvado.  
					 
					La política de “recortes” emprendida por el gobierno con 
					cargo a las nóminas es lo más fácil y lo más asequible: 
					ellos las tienen a mano. Lo que está resultando 
					extremadamente difícil, a las pruebas nos remitimos, es 
					gestionar con tino, mesura y previsión. 
					 
					Bien es verdad que, dadas las pruebas que se manejan y los 
					resultados obtenidos, esta “administración se ha convertido 
					en tóxica”, como ya señaló el portavoz socialista, José 
					Antonio Carracao, en el último Pleno cuando aludía a la 
					voracidad recaudatoria de este Ejecutivo a resultas de la 
					ordenanza fiscal reguladora del impuesto de la Construcción, 
					Instalaciones y Obras.  
					 
					Esa “toxicidad” no por los referentes a activos 
					problemáticos, sino por la que tienen encima, con una deuda 
					galopante por enjugar y la mirada siempre puesta en el 
					sufrido trabajador. ¿Cuántos recuerdos gozosos se miraran 
					ahora con la nostalgia del tiempo pasado? Lo malo es que 
					aquéllos polvos han traido estos lodos. En las actuales 
					circunstancias económicas, no ha de ser plato de gusto 
					prescindir de quienes tenían su situación laboral con cierta 
					tranquilidad. 
					 
					Llega el desasosiego, las decisiones traumáticas, las 
					“rebajas”, el que hemos dado en llamar “Cambio 16” que nos 
					retrotrae a la publicación que leían 1con fuición la 
					progresía de este país.  
					 
					Ahora, el “Cambio 16” es otro vien distinto: no sabe de 
					publicaciones pero sí de transición y no precisamente 
					democrátrica. Es el trasiego de un “status” a otro: del 
					empleo al desempleo para algunos.  
					 
					Una catástrofe en suma y no gracias a los elementos, porque 
					no han sido las circunstancias lo que motivan esta situación 
					sino el desatino en el quehacer de una gestión pobre, 
					lamentable y desafortunada. Un resultado que arrastra muchas 
					ilusiones, sentimientos y personas, como diría Mariano Rajoy 
					“con cara y ojos”, sí. Unas personas que, al verse 
					desamparadas se acordaran de muchas cosas y familias. No 
					cabe otra. 
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