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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE JUNIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los años ochenta en Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuantos más años gobierne una autoridad más difícil resulta quitarle el poder, y mucho más si gobierna por mayoría absoluta, con la oposición anulada. Es lo que viene ocurriendo en Ceuta desde hace ya muchos años.

Desde hace muchos años se viene festejando la presidencia de la ciudad, porque si se mira hacia atrás, todo lo anterior nos parece un desastre que llega a su punto culminante cuando en las sesiones plenarias se armaba la de Dios es Cristo: peleas, líos, ruidosos enfrentamientos y señoras perdiendo la verticalidad por mor de la histeria causada por los insultos recibidos.

En aquellos tiempos, años ochenta, es verdad que Juan Luis Aróstegui y el editor del periódico decano tenían algo más que ascendencia sobre el entonces gerente de Procesa: Juan Vivas. Una ascendencia que hacía posible que el gerente tuviera que decir amén a casi todas las propuestas que le presentaban los susodichos.

De aquella época, aún recuerdo cómo Aróstegui llegaba al despacho de Procesa, en la calle Independencia, tratando de que Vivas le enseñara el camino por el cual poder transitar para obtener réditos de su cargo como concejal. Era él, el actual dirigente de Caballa, quien procuraba por todos los medios dorarle la píldora al funcionario. A fin de ganarse la confianza de un Vivas que sabía todo lo habido y por haber de cómo funcionaban las cosas en la Casa Grande. Es decir, en el Ayuntamiento.

Aróstegui, en cierto momento, decidió reunirse con un gerente de la empresa de la limpieza, cuya sede central estaba en Murcia, en sitio tan inapropiado como era un sótano del Hotel La Muralla, y su imprudencia, le costó tener que salir corriendo del establecimiento.

El motivo de la carrera de Aróstegui no lo puedo explicar. Por razones obvias. Por más que el gerente de la empresa de la limpieza, que era de cuidado, no tuvo el menor inconveniente en contarme a mí las razones que había tenido el político del PSPC para haber acudido a la cita clandestina.

Razones que jamás he aireado. Porque entiendo que las personas puedan pasar por necesidades que le exijan ponerse al borde del precipicio. Al borde de deslizarse por la ladera de la perdición. Sobre todo en aquellos años. En los que la corrupción no estaba tan extendida como ahora. Así que me alegré muchísimo, créanme, que no llegara a buen fin aquella reunión de Aróstegui y el gerente de una empresa de la limpieza, con sede en Murcia, que tenía la mala costumbre de poner a prueba la honradez de los políticos.

Por lo tanto, cuando el líder de Caballa menciona su pasado a la vera de Vivas, y sus visitas a Procesa en los años ochenta, mis recuerdos afloran. Y tales recuerdos me ofrecen una estupenda panorámica de cómo era Aróstegui como político y Vivas como funcionario. Eran distintos a lo que son actualmente.

Y me explico: Vivas ha crecido a la sombra de una entrega total y absoluta de unos votantes que le están concediendo la oportunidad de hacer historia como alcalde. Pero parece que no acaba de coger la onda. Sobre todo de un tiempo a esta parte.

En lo tocante al líder de Caballa, Aróstegui, nunca tuvo el respaldo de los ceutíes. Y ese rechazo le fue agriando el carácter. Y ha terminado por convertirse en un tipo impopular que, incluso cuando lleva razón, la gente se la quita. Una tragedia. Sin duda alguna.
 

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