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OPINIÓN - DOMINGO, 17 DE JUNIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

La timidez no es una enfermedad
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Para cualquier padre supone una gran inquietud observar cómo su hijo tiene dificultades para relacionarse, no juega con otros niños, se siente incómodo con ellos, y, finalmente, se aísla. Les angustia no tanto lo que sucede, sino desconocer la causa. Necesitan saber la razón por la que su hijo reacciona así para poder tomar medidas y aplicar soluciones. ¿Se trata de timidez o hay algún problema más?

Recientes estudios de psicología llegan a la conclusión que el niño tímido viene marcado genéticamente y “es aquel que tiene facilidad para desarrollar miedos, fobias… y entiende las relaciones sociales, pero le superan por su inseguridad. Juega solo o en grupos de dos o tres niños también tímidos”.

La timidez no es una enfermedad, sino una característica de nuestra personalidad. “Ya en la guardería se puede observar a niños que prefieren estar solos, a los que conviene observar para ver su evolución, pero sin perder de vista el entorno familiar en el que viven y que puede ser desencadenante”.

Puede ocurrir que no se trate de timidez, sino de tristeza: “Sería el caso de aquellos niños que antes jugaban pero a los que, alguna circunstancia (sufrir un accidente, la pérdida de un ser querido, la separación de los padres, el nacimiento de un hermano…) les hace estar apáticos, tristes y no relacionarse adecuadamente. También existen otros factores externos al niño, que pueden marcar el tipo de relaciones sociales en el colegio. Por un lado, su nivel cultural e inteligencia, porque los más listos o con algún tipo de discapacidad, son susceptibles de quedarse al margen e, incluso, de ser objeto de burla. “La procedencia también es importante, puesto que en muchos colegios, en los momentos actuales se juntan niños distintas étnicas y cada cultura lleva consigo su código y estilo de relación social y educativo”.

Es importante que, en cualquiera de los casos expuestos, los padres estén atentos al comportamiento de su hijo para poder ayudarle en consecuencia. Normalmente estos niños no sacan buenas notas y se tiende a pensar que es porque no están atentos, son vagos… lo que lleva en muchas ocasiones a reprimendas y castigos. Actuando así, no se soluciona el problema, se agrava, porque las malas calificaciones son una consecuencia y no la causa.

Existen otros motivos que afectan a las relaciones sociales en la Infancia. Esta vez son clínicos. Es el caso de los niños TDAH, con trastornos por déficit de atención con hiperactividad. Estos niños, primero actúan y luego piensan, por lo que pueden producir una agresión a otros amigos y luego darse cuenta que está mal de manera que las relaciones sociales se deterioran bastante porque son apartados sistemáticamente. “Son niños buenos, pero con dificultades por impulsividad. Sufren mucho porque quieren relacionarse, pero se encuentran con muchos problemas para ello”.

Otro caso clínico es el de los niños deprimidos. La tristeza es tan elevada que les incapacita para llevar su vida normal. “Hasta hace poco era negada la depresión en la infancia, pero hay pequeños que sufren de ansiedad y desarrollan fobias, como la escolar, lo que les impide estar con otros pequeños.

Un colectivo que desarrolla grandes dificultades para relacionarse es el de los niños con algún tipo de trastorno de vinculación, es decir, niños adoptados, maltratados o que están o han pasado por centros de acogida. En estos casos, sus emociones están alteradas, pasa con facilidad del llanto a la risa y son grandes agresores emocionales. En el entorno escolar pueden defender a un niño y a los pocos minutos, meterse con él. Conductas como éstas son las que hacen que sean apartados de los demás. Mención especial, también merecen los niños TEA (trastorno del espectro autista) que conservan todas sus capacidades cognitivas y saben leer, hablar.., pero les falta la inteligencia emocional. Entienden las palabras, pero no el código paralingüístico; es decir, no interpretan el mensaje, no saben si una frase supone una broma o un insulto. “Además, dicen lo que piensan, sin atender a convencionalismo sociales y pasan por maleducados y nadie quiere estar a su lado. Ellos sufren mucho no entienden por qué otros niños no se relacionan con ellos. En cada escuela española –según reciente estudio realizado- hay entre uno y dos casos de niños con este problema.

Pero, ¿qué tenemos que hacer? Por supuesto que en cada caso habrá distinta estrategia. En el caso del niño tímido, antes de acudir al especialista “conviene favorecer las relaciones con los demás de manera natural: en el parque con otros niños, llevándole a un cumpleaños, dejando que se quede en el patio del colegio jugando, apuntándole a actividades extraescolares… En el caso de la tristeza aparecen alteraciones emocionales. “Si los padres conocen bien al niño sabrán detectar si no se relaciona porque está triste o nervioso, y tendrán que hablar con él o investigar preguntando por si en colegio ha ocurrido algo. Conociendo la causa, se podrá actuar para calmarle y evitar su tristeza”.

Teniendo en cuenta que cada persona es diferente y los niños con TDHA lo son, se recomienda que, en estos casos se informe a los niños de la clase sobre en qué consiste su actitud –del mismo modo que lo harían los profesores si hubiera un niño ciego- para que no malinterprete sus actos. Para lograr su integración también deben saber que los juegos como el escondite o de mesa requieren concentración y esperar que llegue el turno no son recomendados para ellos, puesto que no tienen paciencia. Cuando se trata de niños TEA es siempre imprescindible la intervención de un profesional médico. Dependiendo del grado de gravedad, determinará que los padres actúen de una manera u otra”.

Por último, siempre que hay dificultades en las relaciones sociales, “el ámbito clínico resulta esencial, puesto que el niño siempre sufre y hay que evitarlo. Los profesionales serán los encargados de tratar al pequeño de manera individual y, en ocasiones, también a sus padres para trabajar los vínculos de aprendizaje, analizar si el estilo parental es sobreprotector o son niños de padres incompetentes que fomentan la inseguridad y la dificultad en las relaciones sociales dentro del ambiente familiar. Que los padres hagan reflexiones con sus hijos y les fomenten actitudes siempre positivas.

En mi experiencia como tutor de grupos, siempre me merecían especial atención los alumnos con problemas de timidez en sus diversas causas. Eran tiempos de resolver los propios problemas del aula, sin ningún tipo de apoyo. En general, la solución no era otra que responsabilizar al alumno de diversas competencias, entre las que destacaban, la organización y control de la pequeña biblioteca del aula, controlar la asistencia a clase, etc
 

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