| 
                     La selección española ha 
					conseguido ganar dos Eurocopas y un Mundial en cuatros años. 
					La última ha sacudido los cimientos del fútbol mundial y ha 
					inmortalizado a unos jugadores que alguien los ha 
					calificado, con gran acierto, como los ‘enanitos del 
					bosque’. 
					 
					Semejante hazaña, nunca antes vista, ha llegado en momentos 
					en los que España no cesa de dar camballadas ruinosas en 
					todos los sentidos, excepto en los deportes; y sobre todo en 
					el conocido por antonomasia como el rey de todos ellos.  
					 
					Para Ernesto Sábato –autor de El túnel-, en el fútbol 
					como en la vida, la disyuntiva era la practicidad contra el 
					arte. La selección española no ha tenido necesidad de elegir 
					entre las dos posibilidades, sino que ha conseguido que las 
					dos no sean excluyentes. Iniesta, por poner un 
					ejemplo, es arquetipo del hecho.  
					 
					Cierto es que en esta Eurocopa España, hasta el partido 
					final, ha tratado por todos los medios de aburrir a los 
					adversarios manejando el balón demasiado en campo propio. 
					Con los efectos negativos que esa disposición 
					técnica-táctica acarrea; la primera es que se pierde mucho 
					tiempo en someter a los contrarios, casi todos inferiores, 
					al desgaste de verse atacados por unos jugadores bajitos que 
					son diabólicos. Máxime si nos atenemos al tiempo real que 
					duran los partidos. Segunda, la emoción del fútbol consiste 
					en que los porteros sean puestos a prueba y que se sucedan 
					las exclamaciones peligrosas por parte de los aficionados. 
					 
					Aparte de esto, lo que más se le ha criticado a Vicente 
					del Bosque ha sido que prescindiera de un delantero 
					centro clásico. Que se haya mantenido en sus trece de 
					alinear a Cesc como falso delantero, contra la 
					opinión casi generalizada. Y ahí ha radicado su acierto. Por 
					dos razones. Porque ha sido un éxito y porque le ha 
					permitido, sin aspavientos, demostrar que quien toma las 
					decisiones decisivas es él y que, a pesar de su carácter 
					afable, cuesta trabajo torcerle su voluntad. Algo que sí 
					admiran los jugadores. 
					 
					Acerca del falso delantero centro, o delantero flotante, ya 
					dije en una columna que Di Stéfano, cambiando lo que 
					haya que cambiar, lo introdujo en nuestro fútbol. Y, cuando 
					la Saeta hubo de abandonar el Madrid, Miguel Muñoz 
					tuvo que convertir a Grosso en sucedáneo de don 
					Alfredo para que el sistema táctico no se resintiera más de 
					la cuenta. Del Bosque sabe, pues, perfectamente las ventajas 
					e inconvenientes que ese menester táctico ofrece. Y lo ha 
					empleado sin que le temblara el pulso. 
					 
					Al margen de cuestiones tácticas o técnicas, lo que cuenta 
					es el enorme éxito; uno más, que ha conseguido la selección 
					española. Y, hablando de éxito, se me viene a la memoria lo 
					que dijo Albert Camus: “El éxito es fácil de obtener. 
					Lo difícil es merecerlo”. Y lo merecen. Los jugadores son 
					merecedores de los logros obtenidos y de la fama alcanzada. 
					Y así lo proclamaron los italianos.  
					 
					Hoy lunes, cuando escribo, tras la dulce resaca de ayer, aún 
					resuenan en mis oídos los gritos de ¡España!, ¡España!, 
					¡España! Gritos de un pueblo que está siendo sometido a un 
					acoso y derribo por parte de unos políticos que han ido 
					sembrando la semilla del mal durante años. Quizá porque 
					carecen de la moral y obligaciones que se adquieren 
					practicando el más universal de los deportes.  
					 
					Sí, en estos momentos de alegría, de enorme alegría 
					futbolística, es penoso que se haya producido el descenso 
					administrativo de la AD Ceuta. Juan Vivas ha cometido 
					un gran error. 
   |