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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / ANALISIS

Una lección de fidelidad a las raíces

 


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Fue esta tierra de turdetanos o pillaba más al norte? Presenciando la restauración de una catedral, que es pura exaltación del lujo supremo para cualquier judeocristiano, me siento partícipe de un vericueto iniciático y envidio el arte de los canteros. Aunque me respondan que las obras de la catedral las están haciendo los trabajadores de una empresa de construcción y que no me vaya por las lindes del arte de la cantería del Camino de Santiago, no lo puedo evitar y me emociono.

Es más creo que todos nos emocionamos cuando nuestras raíces quedan al descubierto y abandonamos la esclavitud del ipad para bregar con ellas. Así para mi caletre esta catedral de la Asunción se me antoja la primera formulación arquitectónica cristiana que se asomó a los mares desde las costas de África. ¿Pura avanzadilla en previsión del desembarco de su Emperatriz? Diré que sí porque el lugar antes que catedral fue mezquita y antes que mezquita fue templo cristiano, es decir que nació por y para la cristiandad con un periodo de ocupación eventual de por medio, pero ancestralmente nos pertenece y no hay más que hablar ni que dilucidar. Tan sólo mostrar el disgusto y la decepción de muchos ante el hecho de que no haya sido el mágico arquitecto Francisco Pérez Buades, hacedor de camarines, exquisito pintor, innegable hombre de arte, compinche de los ángeles del cielo, el que haya tenido el más que merecido honor de enamorarnos con una restauración “a su manera” que voy que vengo del estudio que da al Santuario de “su” Señora de África a la catedral que le pilla justo en la esquina. Ya puede venir el mismísimo San Antonio Gaudí (yo pertenezco a su línea esenia y extraña) a tratar de embaucarnos atrapando el aire para tallar floripondios en las cúpulas y gárgolas por los extremos, que muchos seguiríamos diciendo que para “la catedral” para restaurar la sagrada basílica hay que haber nacido con el canto de las gaviotas marineras del Estrecho y estar obnubilado por la Virgen Templaria, por las querencias de la Iberia Vieja que es fado y es música gallega de la rondalla “Airitos da miña terra” (fueron los gaiteros que agasajaron al Caudillo cuando viajó desde el Rif al Ferrol) que es sardana y es jota aragonesa, que es chotis castizo y es bulería, que es Iberia entera (aunque los portugueses parecen no haberse enterado aún de que la unión hace la fuerza).

Reivindicación airada ¿Donde han tenido la cabeza los pijos de Cultura para desechar al genial ceutí? Pues en Madrid, que se dice Madrizzz y no al sur, aquí donde enloquece la rosa de los vientos y las gaviotas tan solo callan si se les da un pescado fresco con medio tranquimazín y ni así. ¡Qué cruz,Santos Serafines! ¿No podría Javier Carrillo de Albórnoz, en lugar de emitir frases apocalípticas sobre la rabia felina endémica, parir un invento en su laboratorio de ideas del pueblo de Milagro, allá donde desemboca el río Aragón, para vacunar a las gaviotas y reciclarlas en ruiseñores? ¡Valiente cursilada! Mejor dejarlas cómo están piropeando a la Virgen Santa María cuando pasan a la vera del Santuario haciendo acrobacias y volatines aéreos y de paso podrían picar al arquitecto restaurador que, con todo respeto a sus indubitados méritos y maestría, no es Pérez Buades y esa es su sola culpa, por lo demás todo muy bien, con mucho tino e infinita técnica, pero el arquitecto ceutí se hubiera quedado a dormir en el templo en una colchoneta, enamoradito de la restauración. Por un lado la excelencia técnica y Madrizzz, por otra sentimientos y gaviotas.
 

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