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OPINIÓN - MARTES, 17 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las dos Españas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace escasos días, Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social –además de protegida de Javier Arenas-, discurseaba en Andalucía y se le ocurrió decir lo siguiente sobre las reformas: “La mayoría silenciosa de buenos españoles afrontarán los esfuerzos con aplomo y serenidad”.

Fátima Báñez, a la que JA suele pellizcarle con fruición su mejilla izquierda, cada vez que actúa en público a satisfacción de él, no sé si queriendo o sin querer, volvió a poner de manifiesto que las dos Españas siguen estando vivitas y coleando.

Veamos: para la señora ministra, quienes no comulguen con los recortes alevosos impuestos por el Gobierno, son malos españoles. Muy malos. He aquí, pues, como nuestra ministra nos ha hecho recordar la división que se produjo entre españoles alrededor de la Constitución de 1812. Ya se hablaba en 1823 de la antiespaña. Hasta hacerse realidad las dos Españas descritas por Machado, Unamuno y Baroja. Primera España. La absolutista. Católica, patriota, partidaria del poder omnímodo del monarca. Segunda España. La constitucional. Católica, patriota, partidaria de una limitación del poder real.

Los pertenecientes a la Primera España, como bien sabrá la señora ministra, se vieron obligados a emigrar. A exilarse. A irse por el mundo a la búsqueda de un empleo con el cual poder subsistir. Muchos murieron en el empeño. Los que decidieron quedarse, fueron perseguidos, vilipendiados y hasta los hubo que perdieron la vida.

Los otros, los que decidieron decirle amén a todo lo que impuso el Rey Felón, aquel mal bicho, vivieron una vida plácida. Una vida muelle. Mientras la tercera España, la inculta, abandonada a sus propias fuerzas, sufría en silencio las penurias y dejaba hacer porque así estaba estipulado.

La ministra de Empleo y Seguridad Social, onubense de San Juan del Puerto, ha hecho dos carreras: es licenciada en Derecho y en Ciencias Económicas. Y, por si fuera poco, ha estado muchos años aprendiendo a la vera de Cristóbal Montoro. Ese hombre que no necesita poner cara de malo para saber con quién nos jugamos los cuartos.

Fátima Báñez, la muchacha que, cada vez que discursea, hace posible que a Javier Arenas se le alegren las pajarillas, debe saber que sólo la España que posee la fuerza del dinero y del poder será la que esté de acuerdo con las reformas drásticas que el Gobierno ha impreso en el BOE contra las clases más humildes y unas clases medias que han pasado ya a convertirse en pobres de verdad.

Cómo esta criatura, nacida en un pueblo de una Andalucía donde el hambre de los años cuarenta hizo estragos entre sus moradores, los pobres, por supuesto, ha podido cometer la torpeza de decir lo que ha dicho –lo repetiré, por si ustedes lo han olvidado ya-: “La mayoría silenciosa de buenos españoles afrontarán los esfuerzos con aplomo y seguridad”. Ay, ministra, muchacha de pueblo que ha conseguido hacerse un nombre en el mundo de la política, cómo es posible que tú, a edad tan temprana, perore en público para volver a recordarnos que los españoles buenos son los que dicen amén a los desvaríos de las autoridades. Y los malos son quienes, por no quererse morir de hambre, gritan para decir que se están quedando sin pulso. Por mor de los recortes.
 

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