PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MARTES, 31 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Fiestas agosteñas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Aquel verano, mi primer verano en Ceuta, tras el fuego recordado días atrás, que le costó la vida al soldado Güeto, sumiendo a la ciudad en la consiguiente pesadumbre, disfruté muchísimo de las fiestas dedicadas a la Virgen de África.

Aquel agosto de 1982, por el jardín del Hotel La Muralla paseaba la bellísima Romina Power, acompañada de Albano, su marido; lejos ambos de imaginar la tragedia familiar que se les avecinaba. Ni que decir tiene que todas las miradas se dirigían hacia la pareja. Que actuaba esa noche en la caseta de los ejércitos. Lola Flores armó un revuelo impresionante a su llegada al hotel. Mari Trini puso el grito en el cielo por no sé que discrepancias con el organizador de los festejos. Mientras su secretaria Colette y Calleja, su pianista, se mostraban desquiciadas porque decían haberse topado con unos grifotas que habían pretendido hacer madre a la cantante.

Cené, como era costumbre, en el Muralla. La mejor manera de hacer tiempo para llegar al recinto ferial en su momento de apogeo. De aquella sobremesa veraniega, siempre recordaré a Manolo de Castro: entregado de lleno a la tarea de hacerle el artículo a Juan Vivas; quien, entonces, no dejaba de ser un funcionario aventajado. De Castro procedía del sindicato vertical y, además de ocupar un cargo en la Delegación del Gobierno, era uña y carne con Francisco Fraiz.

Aquella noche de Feria, cuando menos lo esperábamos, se presentó Margarita Souvirón: secretaria de la Delegación del Gobierno. Margarita parecía una bibliotecaria. Pero estaba muy buena. Y, claro, cuando Margarita hacía ¡achisssss! Los caballeros respondían ¡Jesússsss! Los caballeros eran varios, y movían a risa verles ponerse tan bien puestos para que la Souvirón los distinguiera con esa mirada de tigresa que a ellos los hacía berrear. Vistiendo, justo es destacarlo, Margarita decía bien poco. Puesto que era un remedo de Soledad Becerril –por cierto, menudo chollo ha encontrado la señora marquesa de Salvatierra-. Tan cursi siempre, luciendo modelos de colegiala con cuellos redondos, lacito y seda a cuadritos.

Aquel verano fabuloso, durante las Fiestas Patronales, las mujeres de Ceuta estaban radiantes. Rivalizando en cómo lucir mejor el traje de gitana. Las sevillanas eran bailadas tan bien o mejor que en ningún otro sitio de Andalucía. Cierto es que este baile había reverdecido a la par que triunfaban los socialistas.

En aquella Feria del verano de 1982, arropada la noche, a veces, con una niebla que tenía su encanto, me llegó la inconfundible voz de El Pali, cada vez más acentuada de nostalgia, cuando recorría el recinto ferial. Era una voz repleta de tristeza de quien tenía ya asumido el estar viviendo su tiempo de prórroga. Pues sus alifafes se habían convertido en enfermedad incurable.

La Feria, por si algunos de ustedes no se acuerdan o no la vivieron, estaba situada en lo que hoy es la Avenida de Sánchez-Prado. Feria humilde. Pero sobrada de encanto. El encanto de ser una feria de verdad. La que le pertenece tener a una ciudad tan andaluza. Esa andaluza niñería…, tan celebrada por Luis López Anglada.

Aquel verano fabuloso, a pesar del trágico hecho acaecido, se me viene a la memoria cuando está a punto de comenzar la Feria de este año: año en el cual no está el horno para bollos. Aun así, hagan lo imposible por vivirla lo mejor que puedan. Sean felices.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto