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					Dos expertos ya identificaron en el año 2006 la barriada 
					Príncipe Alfonso como un lugar, un entorno, favorable al 
					reclutamiento de personas con fines yihadistas. Se trataba a 
					la sazón del profesor Javier Jordán, del Departamento de 
					Ciencia Política y de la Administración y del profesor 
					Humberto Trujillo, del Departamento de Psicología Social y 
					Metodología de las Ciencias del Comportamientos, ambos de la 
					Universidad de Granada. 
					 
					En un informe publicado el 22 de noviembre de 2006 en el 
					marco de la Jihad Monitor Occasional Paper, se indicaba que 
					por aquel entonces, los medios de información de nivel 
					nacional habían difundido durante varias semanas varias 
					noticias sobre la presencia de actividades de índole 
					yihadista en Ceuta y Melilla. 
					 
					Se hablaba entonces de la detención de presuntos yihadistas 
					implicados en los atentados de 2003 en Casablanca; la 
					expulsión del Ejército de tres miembros de tropa profesional 
					por su supuesta simpatía con el islamismo radical; e incluso 
					la aparición de una proclama colgada en un foro de internet 
					por parte de un grupo autodenominado Nadim al-Magrebi. Allí, 
					expresamente, se hacía un llamamiento a la guerra santa 
					contra España y se pedía expresamente la liberación de Ceuta 
					y Melilla mediante acciones terroristas. 
					 
					En un entorno cercano en el tiempo a los atentados del 11-S, 
					los expertos afirmaban categóricamente que la situación 
					revestía especial gravedad en Ceuta, concretamente en la 
					barriada Príncipe Alfonso.  
					 
					“Hasta el punto de que se puede afirmar que dicho barrio 
					constituye uno de los entornos sociales más favorables para 
					el reclutamiento yihadista de toda España”, indicaban Jordán 
					y Trujillo. 
					 
					Apuntaban que incluso cuatro años antes, en 2002, el 
					entonces director general de la Policía, Juan Cotino, ponía 
					de relieve que en Príncipe Alfonso “hay caldo de cultivo 
					para el fanatismo islamista”. Los profesores, en 2006, 
					indicaban que meses antes de la difusión del informe se 
					había producido una intensificación de los “síntomas”. En 
					concreto citaban varios episodios: por un lado, la quema de 
					dos morabitos -Sidi Embarek y Sarchal- en enero y abril de 
					2006 por parte de unos desconocidos. Ya en 2005 se había 
					detectado la preparación de un acto similar contra el 
					morabito de Sidi Embarek, pero fue desactivado a tiempo. Los 
					morabitos son una especie de pequeñas ermitas que albergan 
					la tumba de una persona considerada santa por los 
					musulmanes, pero sin embargo, en los entornos salafistas se 
					consideran una “aberración”. Indicaban los expertos que la 
					quema de ambos morabitos distaba de ser una gamberrada para 
					centrarse de lleno en una “acción violenta salafista”. 
					 
					También se había detectado, indicaron ambos profesores, la 
					existencia de un mayor control informal dentro del barrio 
					del Príncipe sobre los comportamientos contrarios a la moral 
					islámica, especialmente la de inspiración salafista. 
					Alertaban igualmente de la presencia de “al menos” un 
					predicador radical proveniente de Arabia Saudí, en uno de 
					los pequeños oratorios del barrio. La presencia de personas 
					provenientes de Arabia Saudí no era inhabitual en Ceuta. De 
					hecho, el propio príncipe saudí Abdul Aziz Sarhan era una de 
					las personas benefactoras de los más desfavorecidos, 
					realizando acciones caritativas precisamente en el entorno 
					de la mezquita de Sidi Embarek. Sin embargo, esta presencia 
					última no era proclive, ni mucho menos, al salafismo, ya que 
					era de inspiración wahabí.  
					 
					Tradicionalmente, el Ministerio de Asuntos Religiosos 
					marroquí controlaba el discurso en las mezquitas de Ceuta y 
					Melilla, una práctica reconocida y tolerada por la 
					administración española, pues permite que Marruecos vigile 
					las mismas. 
					 
					Indicaban también los expertos que existía información sobre 
					ciertos ‘psicólogos’ que sabían ganarse la confianza y 
					lealtad de adolescentes y jóvenes dentro del barrio, pero 
					que había motivos para pensar que podría tratarse de 
					reclutadores yihadistas. 
					 
					Igualmente ponían de relieve que existía constancia de que 
					al menos un joven que se dedicaba al tráfico ilegal había 
					marchado a combatir a Irak. 
					 
					Por último, emboscadas a coches de la policía que habían 
					sido organizadas por individuos de inspiración salafista . 
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