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OPINIÓN - VIERNES, 3 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Nos toca rezar
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tengo un amigo de la niñez con quien asistí a varios colegios. Nos separamos cuando la primera juventud hizo su aparición. Aun así, pudimos compartir nuestra amistad durante temporadas, amén de que nunca desechamos la oportunidad de comunicarnos aunque fuera desde la distancia. Mi amigo habla tan bien como escribe. A pesar de que nada más que pudo hacerse bachiller. Pero su bachillerato es el de los años cincuenta. Que no es moco de pavo. Mi amigo fue siempre de derecha. Por más que su 1.64 de estatura se lo deba al hambre que pasó durante la posguerra.

Mi amigo es votante del Partido Popular. Votante y acérrimo defensor de los principios del partido. Y, siendo una persona encantadora, pierde los papeles en cuanto se le discuten sus ideas. Tuvo, en su momento, pasión por Fraga; una pasión que luego puso al servicio de Aznar.

Celestino Esparraguera, que así se llama mi amigo de la infancia, vivió intensamente las elecciones del 22 de noviembre pasado. Y festejó la victoria de Mariano Rajoy tanto o más que cuando convenció a Lupe para que se casara con él. Todo un éxito: pues Lupe le sacaba muchos centímetros y era una de las beldades de la ciudad.

Celestino Esparraguera me ha llamado hoy. No lo hacía desde noviembre. Y, tras los saludos de rigor, me ha confesado que está del Gobierno popular hasta los dídimos. Así que durante unos minutos le dejo que se desahogue. Pues entiendo que algo grave debe haberle ocurrido para que despotrique contra los suyos sin cesar. Llenándolos de improperios. Cebándose con ellos.

Le pido calma. Porque a su edad, septuagenario ya, su histerismo puede ponerle el corazón a prueba y nunca se sabe… Pero todavía debo esperar algo más de tiempo para poder preguntarle por el motivo de su enojo. Cuando ello ocurre, no duda en ponerme al tanto de su desgracia. Resulta que dos de sus hijos y un yerno han perdido sus empleos. Han sido despedidos hace tres meses y más pronto que tarde pasarán a depender de su sueldo de jubilado y de las cuatro perras que Lupe y él ahorraron mediante grandes sacrificios.

Aprovechando que CE parece ser que ha recobrado el sosiego, le digo que con el PP estamos abocados, si los alemanes no ceden en sus pretensiones de austeridad, a volver a aquellos tiempos en los que la Iglesia tenía a su cargo las tareas sociales que en su día fue absorbiendo el Estado: hospitales, casas de expósitos y, en general, la beneficencia, corrían casi por completo a su cargo. No sólo la beneficencia, sino también la enseñanza. Porque si el Gobierno sigue recortando a los más débiles, y parece ser que será así, los pobres serán cada vez más y la miseria volverá a prevalecer en una España donde hasta para pedir habrá que sacar una cédula en las parroquias.

La voz empañada de mi amigo me llega a través del teléfono: “He leído en ‘La Razón’, lo recomendado por el cardenal Antonio Cañizares, que los católicos debemos rezar mucho. Tanto como para pedir que la ruina de nuestra economía nos coja al menos preparados para hacernos con un sitio allá arriba. Que, a fin de cuentas, es lo mejor que nos puede pasar. Por lo tanto, Manolo, si la Iglesia ha decidido pronunciarse así, es que estamos más perdidos que el barco del arroz. Lo de Rajoy no tiene nombre”.
 

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