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OPINIÓN - DOMINGO, 5 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / DESDE LA OTRA ORILLA

Las cosas de mi compadre el ‘Tío Pericón’
 


José Salguero Duarte
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Hace unos días, después de meses sin saber nada de él, visité a mi compadre el ‘Tío Pericón’ de la Cañá de los Tomates de Algeciras. Me lo encontré sentado en una silla de anea muy bien vestido con su traje oscuro, cachaba, sombrero y los botines relucientes. Tras abrazarlo, le pregunté cómo se encontraba, contestándome: “¿Cómo voy a estar?, si tengo a todos los niños parados con un futuro oscuro, porque la prima de riesgo está por encima de los seiscientos puntos. Y eso no puede ser”, me dijo.

Aluciné en technicolor, porque el ‘Tío Pericón’ es un analfabeto al cúbico de los que firman con el dedo gordo. Pero a pesar de ello es un genio, estando por encima de todas las enseñanzas que se puedan impartir en las universidades. Y si él sabe lo que significa la prima de riesgo, servidor a pesar de llevar escuchando el tema de la prima de riesgo cuatrocientas mil millones de veces, aún no sé exactamente lo que significa, porque según el mercado del político que lo explique lo hace a su manera.

El ‘Tío Pericón’, me dio toda clase de explicaciones de forma sencilla y clara, no sólo, sobre la prima de riesgo, sino además, de las siguientes terminologías: Rescate, Intervención, Caso Malaya, Nóos, Fondo Monetario Internacional, Plan Financiero del Estado a las comunidades autónomas españolas, Bonos basura, etc., etc.

Al estar tan gratamente sorprendido, le pregunté cómo se había ilustrado tan bien de todo cuanto ocurre en España…, diciéndome: “Habrás notado que tu comadre no está en casa, porque desde hace meses desapareció. Y como ella viviendo conmigo se apoderaba del mando de la tele y sólo le gustaba ver programas de cotilleos y los de peleas bajunas. No dejándome ver los telediarios ni los programas económicos…”, me indicó.

La ausencia de mi comadre, María ‘La delantona’, la noté nada más llegar a la barraca del ‘Tío Pericón’, pero como ella nos dejaba solos charlando de nuestras cosas, no le di la mayor importancia a su ausencia, porque podía estar lavando la ropa en el río con la tabla de madera y el jabón de pastilla de ‘El lagarto verde’ o, podía haber ido con la burra a por agua potable para los avios de la casa. Pero debido a la mucha confianza que tenemos desde chico, le pregunté al ‘Tío Pericón’, ¿qué es lo que le había pasado?

Él muy desolado me dijo: “Te lo voy a contar José, porque tengo una pena muy grande, ya que después de cincuenta años bregando con ella, ahora que le había cogido el punto cocinando el puchero, ¿cómo no la voy a echar de menos?, si era un desastre hasta friendo el pescado y haciendo los guisos”.

Resulta, -prosiguió diciéndome-, “un día fuimos a un gran centro comercial donde había mucha gente por todas partes. Y mientras yo estaba viendo los sombreros y bastones, ella me dijo que iba a mirar otras cosas, se subió por unas escaleras mecánicas y ya no le volví a ver más el pelo. La busqué por todas partes hasta que cerraron, no localizándola ni los vigilantes jurados, aconsejándome que pusiera una denuncia en la comisaría.

Cogí la furgoneta y me fui a la pestañí, cuando le conté al comisario lo que me había pasado, me dijo que si en tres días no aparecía, que volviera y que llevara una fotografía de ella. Transcurridos ese plazo, me presenté de nuevo en la comisaría y le dije al guardia que estaba en la puerta, que le comunicara al comisario que el ‘Tío Pericón’ estaba allí para poner la denuncia.

No transcurrieron ni diez minutos, cuando esa eminencia de la ley y del orden estaba ante mí, diciéndome que le acompañara a su despacho. Allí se encontraba una agente delante de una máquina de escribir moderna y un monitor de televisor. Tras invitarme a que me sentara, los teléfonos no dejaban de sonar, comunicando el señor comisario que no le molestarán hasta nuevo aviso, porque se encontraba realizando un servicio humanitario al ‘Tío Pericón’.

Ya todo en silencio y en calma, -proseguía relatándome- se escuchaba sólo el latir de las yemas de los dedos de la agente acariciando el teclado. Y se comenzó a redactar la denuncia, dándoles pelos y señales de cómo sucedió la desaparición de tu comadre. Facilitándoles además los rasgos físicos, entre otros, que era gruesa como el Michelin de la ruedas de coche, con una barriga pronunciada desde la boca del estómago hasta los muslos. En la cara tiene dos verrugas como tomates. Nunca se depiló las cejas ni el bigote, teniendo la comisura de los labios ennegrecidas porque era una cigarrera de las de antes. ¡Qué te voy a decir más que tú no sepas!, porque es fea de cojones”. –No es tan fea como usted la pinta Tío-, le dije, contestándome: “no me des coba Joselito porque es tan fea, que cuando le enseñé la foto de ella al comisario, me miró y me dijo: ¿Usted está seguro de querer encontrar a su mujer?
 

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