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                     Es funcionario. Y nunca se le ha 
					visto hacer alardes de ese buen rendimiento que se le ha 
					venido reconociendo desde hace muchos años. Cada vez que se 
					habla de él, de quien está considerado como ejemplo en la 
					Casa Grande, tirios y troyanos se deshacen en elogios hacia 
					una persona que nunca ha dado muestras de mirar a los 
					ciudadanos por encima del hombro ni de escaquearse a la hora 
					de cumplir con sus obligaciones. 
					 
					El funcionario al que me refiero es, sin duda alguna, un 
					tipo estupendo, educado, afable, y dispuesto siempre a 
					desempeñar su tarea municipal como mandan los cánones. Él no 
					entiende, no lo ha entendido nunca, ese ‘vuelva usted 
					mañana’ del que Mariano de Larra se quejaba 
					amargamente.  
					 
					Al funcionario, al cual me refiero, le han bajado el sueldo 
					y se ha visto vilipendiado en los últimos meses por quienes 
					han dado en la manía de propalar que todos los funcionarios 
					son poco menos que unos aprovechados que trabajan nada y 
					menos. Una generalización que le ha hecho sentirse mal. Muy 
					mal. Ya que él aprobó unas oposiciones y, desde entonces, se 
					ha dedicado en cuerpo y alma a cumplir con su labor.  
					 
					Lleva la tira de tiempo en el Ayuntamiento. Conoce la 
					Administración local de cabo a rabo y la vida y milagros de 
					cuantos compañeros acuden cada mañana al tajo. De los 
					políticos se lo sabe todo. Y, aunque el funcionario es 
					prudente, el serlo no le impide, de cuando en cuando, darle 
					a la sinhueso. 
					 
					A su edad, esa que le hace estar ya de vuelta de casi todo, 
					hay momentos en los cuales necesita sincerarse. Contar lo 
					que le dé la real gana. Porque, como bien dice él, está 
					hasta los huevos de soportar a unos niñatos que, por 
					afiliarse a un partido y medrar en él hasta obtener una 
					consejería, se creen con derecho a hacer de su capa un sayo. 
					 
					Hoy me he tropezado con el funcionario en sitio donde hemos 
					podido hablar sin intromisiones y sin nadie atento a 
					prestarle oído a nuestra conversación. Y lo primero que me 
					ha dicho es que la ciudad se ha quedado huérfana de 
					concejales. Que casi todos se han ido fuera de Ceuta a pasar 
					sus vacaciones. 
					 
					Le he preguntado si también el alcalde se ha dado el piro, y 
					me ha respondido que ha sido el primero en irse. Que le ha 
					faltado tiempo, tras pasarse unas fiestas patronales 
					haciéndole publicidad a la Guita; manzanilla que induce a 
					decir cosas poco creíbles. Ejemplo: “Yo nunca os 
					traicionaré”. Promesa, como tu bien has dicho, días atrás, 
					que tuvo por testigo a Pedro Gordillo. La manzanilla,
					Manolo, es vino que entra muy bien pero que a veces 
					hace perder el oremus a quien se pasa de la raya. 
					 
					Al margen de la manzanilla y de la Feria, Manolo, es que los 
					tiempos que corren, malos de solemnidad, y lo que te 
					rondaré, morena, no son aptos para que los políticos se 
					hayan ido fuera de nuestra tierra a disfrutar de unas 
					vacaciones a lo grande. Cuando lo que tocaba es quedarse en 
					Ceuta y hacerse ver todos los días en nuestras playas. O 
					paseando nuestras calles.  
					 
					De pronto, viendo al funcionario contar cosas, se me ocurre 
					preguntarle si acaso sabe él si nuestro alcalde está 
					disfrutando del buen clima de la Rioja y de sus fiestas 
					provinciales. Y me dice que todavía no tiene noticias al 
					respecto. Aunque me ha prometido indagar acerca de ello. Los 
					políticos son lo que son…, le digo. 
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