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					Mohamed Mohamed Al-Lal nació en Ceuta hace 56 años. Un 
					caballa más. Vivió de niño en la calle Narváez Alonso y 
					actualmente es vecino de la calle Castillo Hidalgo. Está 
					casado con su querida esposa Malika y tiene cuatro hijos: 
					Kauzar, Sakina, Samir y Nadir. Pero es que además, a pesar 
					de que no tiene una edad avanzada, ni mucho menos, disfruta 
					de hasta seis nietos: Mohamed, Naufel, Narjis, Ramia, Mariam 
					y Hallar. 
					 
					Desde pequeño, con doce años, tuvo que trabajar. Ha hecho de 
					todo para procurar el ayudar en principio al mantenimiento 
					de su familia y posteriormente para procurar su sustento: 
					vendió periódicos, lavó coches, fue dependiente, trabajó en 
					el sector de la hostelería... Durante más de veinte años 
					estuvo en el sector de la construcción y por último es el 
					más que digno y profesional conserje de un moderno edificio 
					de oficinas y viviendas: el del Paseo del Revellín número 
					25, en la plaza Ruiz, junto al monumento al Teniente Ruiz y 
					frente a la Tertulia Flamenca. 
					 
					Comenzó a cumplir con el precepto islámico del Ramadán con 
					sólo diez años de edad. Desde su punto de vista no es una 
					edad temprana para ello, puesto que entiende que es normal 
					para la educación de los niños que comprendan la 
					obligatoriedad de ciertas cosas. En este caso, el precepto 
					islámico del ayuno. Él lo hizo.  
					 
					“Te pones contento en el primer día de guarda. Te sientes 
					como un hombrecito”, manifiesta. Desde entonces, 
					invariablemente, Mohamed ha estado cumpliendo con los cinco 
					preceptos islámicos y a medida que ha ido avanzando su vida, 
					se ha hecho más fuerte su convicción en los preceptos 
					islámicos. 
					 
					Aunque su trabajo le absorbe completamente el día a día -es 
					conserje de un edificio de oficinas e inquilinos- lo cierto 
					es que cuando tiene unos minutos de relativa relajación en 
					el mismo, se dedica a leer -en árabe- el Corán. 
					 
					No un Corán cualquiera, sino una edición extraordinariamente 
					valiosa, que le legó su padre. Es del año 1968.  
					 
					Los vecinos y visitantes del citado bloque de viviendas y 
					oficinas pueden dar fe de ello. 
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