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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

El consejero de Sanidad
debe actuar sin estridencias

 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Recuerdo el caso de Catalina Orcadita, que había perdido a su marido y a su hija en un accidente de tráfico, allá mediado los años setenta, la cual, apenas seis meses después de la tragedia, y cuando acababa de cumplir cuarenta años, se asomó al balcón con la intención de tirarse desde un séptimo piso y fue salvada por su perrita, que casi como para retenerla le mordisqueaba las piernas.

Y qué decir de aquel perro de Cádiz que nunca dejó de esperar a su dueño en la puerta del hospital. Un dueño que entró para hacerse una diálisis, algo habitual en él, y dejó a Canelo, que así se llamaba el animal, en la puerta. ‘Espérame aquí compañero’, le dijo aquel vagabundo. Pero el enfermo falleció durante su tratamiento. Y Canelo estuvo muchos años esperándole.

Podría seguir enumerando historias de perros que han sido capaces de poner su vida a disposición de sus dueños. En realidad, es fácil conocerlas porque están muchas de ellas reflejadas en Internet. No ha mucho tiempo pude comprobar cómo los guardias civiles que cumplen su tarea en el puerto, aman a sus perros por encima de muchas otras cosas. Incluso si se les pregunta te dirán que sueñan con llevárselo a su casa cuando su perro sea jubilado.

La soledad, ese mal trance que acompaña a las personas durante gran parte de su vida, es mejorada a diario por la compañía de un perro o de un gato. Y hasta me atrevería a decir que con cualquier otro animal doméstico. Sirven de sedante. Y ayudan, en muchos casos, a que el hombre viva mejor y sea más longevo.

Yo he visto a personas, que se habían negado a pasear la calle, recuperadas gracias al perro que los suyos le pusieron a su disposición, así como quien no quiere la cosa, y pronto tuvieron ganas de andar al aire libre. Cuántos niños han crecido junto a su perro y lo tienen como el mejor compañero hasta el fin de los días de éste.

Se me viene a la memoria Guillermo, el hijo menor de Alberto Gallardo, quien, siendo un chiquillo, iba con su perro, ‘Tito’, pastor alemán, cuya fuerza desmedida dosificaba el animal para no hacerle perder el equilibrio a su dueño. Ahora, cuando han trascurridos sus años, me sigo emocionando cada vez que los veo caminar por el centro de la ciudad. Ambos se conocen a la perfección y forman un tándem perfecto. Formado en una relación labrada a fuego al haber pasado Guillermo por una coyuntura difícil que el perro percibía. Puesto que los perros lo perciben todo. Porque hay perros que disciernen más que muchas personas. El de Guillermo tiene pinta de ser muy bueno y cariñoso.

De mi perro no hablaré. Por muchas cualidades que yo esté en condiciones de aseverar que tiene. De los perros podía seguir escribiendo muchísimo. Los hay que no han podido soportar la pérdida de sus dueños. En cambio, cada verano, solemos leer cómo la gente abandona a esos perros que regalaron en su día a hijos caprichosos y empecinados en hacerse con una mascota.

Ahora, en esta tierra, un perro rabioso ha desatado la rabia contra los perros. Contra todos los perros que están en perfecto estado de revista. Conviene que el consejero de Sanidad y Consumo, Abdelhakim Abdeselam, cumpla con su deber pero sin estridencias y sin despertar fobia contra los animales. Como debe ser en una ciudad como Ceuta.
 

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