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OPINIÓN - DOMINGO, 12 DE AGOSTO DE 2012

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 6.

Hacía ya la tira de tiempo que yo no tenía la oportunidad de charlar un rato con Lorenzo Linares. Porque llevaba muchos meses sin verle. Si bien supe de él, hace escasas fechas, por medio de una información sobre un juicio en el cual había participado como abogado que es. Abogado que ofrece mucha confianza a sus defendidos. Lorenzo Linares me lee todos los días desde hace muchísimo tiempo. Y cuando nos encontramos, aunque sea de higos a brevas, no tenemos el menor inconveniente en analizar algunas de mis columnas. Y, aprovechando también que a ambos nos gusta intercambiar impresiones sobre lo que leemos, le he hecho el artículo a un libro que llevo leído varias veces. ‘Se trata de Sombras y Luces en la España Imperial’. Y le he recomendado, si acaso le da a Lorenzo por hacerse con él, que se demore en la página que habla del hampa. Y que compare a aquellos ladrones con los de cuello blanco. Ah, su autor es Manuel Fernández Álvarez.

Martes. 7

De la caseta de ‘Las Cañas’ supe yo allá cuando no tenía ni la más remota idea de venir a vivir en Ceuta. Fue Guillermo Valero, vendedor de vinos de las Bodegas Terry, quien, durante nuestras tertulias en los establecimientos de la Ribera del Marisco, en El Puerto de Santa María, me puso al tanto de una caseta, regida por un cura, llamado Pedro Gordillo, que estaba haciendo una obra social estupenda en esta tierra. ‘Las Cañas’ ha sido desde hace ya bastantes años, en llegando las fiestas patronales, centro de reunión de los militantes del Partido Popular. Centro de reunión donde se han dado cita los miembros del Gobierno del PP y se han celebrado los éxitos. ‘Las Cañas’ ha sido lugar apropiado para, entre copas de vino, tapas variadas, música y pelillos a la mar, hacerle un monumento a la hipocresía. Nada tan perverso y pervertidor como esta manera de actuar. La hipocresía ha brillado en esta Feria, y concretamente en la ‘Las Cañas’, por encima de todas las cosas. De no ser así, sería imposible admitir el comportamiento de Gordillo: mantenerse en silencio ante las palabras del alcalde en su propia casa: “Yo nunca os traicionaré”. Ay, Pedro, de qué ha valido hacer defensa de tu caso, exponiendo tanto ante una mayoritaria opinión pública en tu contra, si ahora aceptas que se rían de ti en un sitio que lleva tu firma desde hace un montón de años. ¡Qué pena!

Miércoles. 8

Me llama un amigo desde Andalucía. Un amigo de mi niñez. El cual se lamenta de que este verano no haya ido a nuestro pueblo aunque solamente fuera un par de días. Este amigo es de los de verdad. De los que uno no tiene el menor empacho en festejarlo. Percibo por medio del teléfono que su voz es opaca. Y se me ocurre preguntarle si le pasa algo. Su respuesta no se hace esperar: “¿Algo; has dicho que si me pasa algo? Me pasa de todo… Me pasa que lo que estoy viendo en nuestra tierra es para echarse a llorar. Al paso que vamos, Manolo, volveré a vivir otra vez lo que a nosotros, desgraciadamente, nos tocó vivir en nuestra niñez. Hambre por doquier y miseria a tutiplén. Lo ocurrido en los supermercados de Sevilla y Cádiz, acción con la que estoy total y absolutamente en desacuerdo, me ha hecho recordar cuando en los años cuarenta del siglo pasado, los llamados años del miedo, por rebuscar en las fincas de los ricos, almendra o cualquier otro fruto para poder comer, si te cogían los guardas de los latifundios te molían a palos o te entregaban a la Guardia Civil. Si ésta, antes, no te había descubierto. Y cualquiera era el guapo que se atrevía a decir que estaba amparado por lo del hurto famélico… ¿Te acuerdas, Manolo, de la paliza que le dieron al padre de El Habichuela: aquel niño, al cual una rata le había comido el lóbulo de la oreja derecha y que jugaba a la pelota con nosotros?” -Claro, cómo no voy a acordarme… Si aquella brutal paliza, siendo como era un hombre ya debilitado por la canina, le aceleró la muerte al padre de El Habichuela: nuestro amigo. Y todo por coger unas brevas que estaban por los suelos a merced de los pájaros. En fin, que no me cupo hacer otra cosa que darle ánimos a mi decaído amigo. Mientras oía no sé qué en una radio acerca de las malas nuevas que seguía transmitiendo Cristóbal Montoro: triste figura de andaluz y de español.

Jueves. 9

Mientras los gobernantes siguen de vacaciones, sin que uno entienda cómo es posible que les queden ganas de estar tirados a la bartola, estando España desangrándose en todos los aspectos, Mario Draghi no descansa. El hombre que preside el Banco Central Europeo sigue presionando a Mariano Rajoy para que éste no cese de atentar contra las personas que ganan menos. Es decir, que ahora le urge a bajar los salarios mínimos y también tocar las prestaciones por desempleo. El tal Draghi, que nos tiene a los españoles metidos entre ceja y ceja, sabe que Rajoy es manejable. Sobre todo a raíz de que la señora Merkel les dijera a sus más íntimos, entre ellos el presidente del BCE, que Mariano no le ofrecía garantía alguna. Y que había que apretarles las clavijas a unos hidalgos españoles que iban escupiendo por un colmillo. De modo que Rajoy, sabedor de que goza de tan baja estima, como asimismo De Guindos y Montoro, está dispuesto a aceptar todas las órdenes que reciba por parte del italiano que se jactó en su momento de que nos vería llorar a los españoles como a Ballotelli. Ahora bien, el tal Draghi, italiano de pura cepa, ha cambiado su discurso, y ya no dice que el Gobierno de España debió acometer las reformas nada más asumir el poder, lo que no hizo por intereses electorales en Andalucía, sino que las reformas debieron hacerse hace dos años. Se nota que la visita de Rubalcaba a Alemania, fechas atrás, para entrevistarse con la oposición a la señora Merkel, le ha sentado a ésta como un tiro. Debemos asumirlo: somos ya cautivos de los alemanes. ¿Qué español será capaz de conseguir nuestro rescate? Aunque sea a costa de mandar a la señora Merkel allá donde el viento da la vuelta.

Viernes. 10

Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, desde hace un porrón de años, así como sindicalista y conductor de andaluces empeñados en propalar que el campo es para quienes lo trabajan, nunca ha tenido mucha aceptación. Quizá porque ni su figura ni el gusto por ir siempre disfrazado como el hombre dispuesto a mover a la risa, le han favorecido en absoluto. Ni siquiera su cultura ha hecho posible que, fuera de los suyos, es decir, de sus acérrimos seguidores, nadie le tenga algo de simpatía como para dedicarle al menos un ditirambo. Su última jugada ha sido mandar a los suyos a que asalten dos supermercados. Los suyos pertenecen al partido Comunista y al Sindicato Andaluz de Trabajadores. Y, claro, los comentaristas de la derecha ya han visto la oportunidad de opinar al respecto: “La acción de Gordillo es el disparo de salida para la larga carrera de manifestaciones y violencias que están preparadas para el otoño con el fin de desmontar a Mariano Rajoy del poder. Y no solo por su política de recortes y reformas, eso es el pretexto, sino porque todavía un sector de la izquierda no reconoce otra victoria democrática que la suya propia. Estamos volviendo a los años treinta del siglo pasado”. Los asaltos a fincas o a supermercados deben ser cortados de raíz por los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Sin duda alguna. Por más que sean revestidos con fines teóricamente sociales. Y, desde luego, a los activistas hay que sentarlos ante los jueces. Pero habremos de atender también El privilegio. Sí, ¡ya está ahí la odiosa palabra, contra la que se alzaron los hombres de la Revolución francesa! La palabra que separa, que divide, que hace distingos entre hombre y hombre, en esos dos aspectos que tanto afectan a la persona: el trato que reciben de la Ley y el que les depara el Fisco. La justicia y la hacienda con normas y criterios distintos, según se trate de un miembro de las clases privilegiadas o de la masa común, maltratada, atropellada, como si careciese de personalidad jurídica. ¿Quiénes son, actualmente, esas clases privilegiadas? Políticos, banqueros, sindicalistas, empresarios de alto copete… Entonces, cómo creer al alcalde de Marinaleda y a su colega, Diego Cañamero (portavoz del SAT). Que podrían tener toda la razón del mundo con sus protestas si ellos no llevaran muchos años participando del festín de las subvenciones millonarias. Por la cara. Así que lo mejor es que se olvidaran de mencionar El Privilegio. Porque ellos, sin duda alguna, también forman parte de ese mundo corrupto que propicia las tensiones sociales.

Sábado. 11

A mí no me sorprende ya casi nada. Y menos en lo tocante al mundo del fútbol. Deporte al cual le dediqué muchos años, como profesional, y que un día abandoné hecho a la idea de no mirar hacia atrás. Por aquello de no caer en el mismo error de la mujer de Lot. Mi retirada, sin embargo, no supuso, en ningún momento, que mis conocimientos quedaran estancados. Así que toda evolución habida en el deporte rey la fui asumiendo como espectador. Eso sí, no todas las acepté de igual manera. Por ejemplo: durante mis muchas temporadas entrenando nunca pude contar, salvo excepción, con un equipo técnico compuesto por tres personas. Ni tres ni dos. Y a fe que tenían solera muchos de los equipos entrenados por mí. Por consiguiente, me he quedado de piedra cuando he leído que un equipo de Tercera División, de los de andar por casa, tiene en nómina a un entrenador, a un segundo entrenador, y también a un preparador físico. Cuando he reaccionado, ante hecho tan ostentoso, he estado a punto de dedicarle una columna a quien consintió semejante desatino. Pero entendí, bien pronto, que no era necesario. Aunque el asunto merezca, sin duda alguna, que uno le dedique estas líneas. Y las termine preguntándose: ¿cómo es posible que un equipo de Tercera División, de los de andar por casa, se puede permitir el lujo de contar con los servicios de dos entrenadores y de un preparador físico? La respuesta no tiene vuelta de hoja: si los técnicos cobran entre los tres lo que debe cobrar un entrenador en tan modesta categoría, miel sobre hojuelas. De no ser así, el club debe apañarse con un solo hombre en el banquillo. Por más que éste sea el preparador físico. Y, si me apuran un poco, dos técnicos como máximo. Y ya son muchos.
 

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