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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE AGOSTO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

¿Delito de daños con nombres y apellidos?

Por Nuria de Madariaga


De nuevo la obra arquitectónica y sus aledaños han sido objeto de daños por parte de unos sinvergüenzas que, aprovechando sin dudas la oscuridad, han deteriorado y ensuciado los muros y las instalaciones a golpe de spray y siendo plenamente conscientes de la ilicitud de su conducta.

¿Serán los mimos energúmenos-as que ya causaron daños con hubo que reparar limpiando con arena las paredes por cuenta de una empresa con el consiguiente gasto para la ciudad?Incívicos, vándalos y encima imbéciles, porque esta vez se han parado a empuercar con listados de nombres y apellidos. Lo que no significa que los culpables del delito de daños sean lo que allí aparecen reflejados, ya que bien puede pasar que alguna “compañera” esencialmente “graciosa” y bastante descerebrada y hablo en femenino porque la letra me parece de chica, se haya molestado en comprometer a compañeros de clase o de pandilla poniendo en negro sobre blanco sus nombres y apellidos y por lo tanto comprometiéndoles.

¿Cosas de jóvenes? En absoluto. Nada de excusas porque “precisamente” nuestros jóvenes han sido educados o al menos deberían haberlo sido, dentro de una sociedad con normas de conducta muy concretas para la convivencia y saben perfectamente lo que son actos vandálicos, lo que es gamberrismos y qué conductas están prohibidas porque causan un daño sobre una propiedad ajena. No se puede alegar que ha sido obra de una pandilla de “asilvestrados” que vengan de una aldea en un monte, sino que son jóvenes ceutíes, conocen perfectamente el valor arquitectónico de la manzana del Revellín, saben que es un espacio cultural y no una tapia abandonada en medio de un campo y con ello afirmo que los autores-as han sido plenamente conscientes del mal que estaban causando y lo han querido causar. Y encima sabiendo que limpiar lo que han deteriorado vale mucho dinero. No hay problema.

Tirando del hilo de los nombres y apellidos se determinará la autoría y si el o la gamberra que atenta contra bienes de los que disfrutan todos los ciudadanos, es “menor” es decir que temprano empieza a delinquir porque los daños son un delito previsto y penado en el artículo 323 del Código Penal y encima hay que repararlos, serán los padres quienes resulten condenados a rascarse el bolsillo por cuenta de las “gracietas” de sus indeseables vástagos.

Porque no hay excusas, el grado de formación en civismo y en conciencia ecológica que reciben los jóvenes de hoy es muy elevado y los mensajes de estricto respeto a los espacios públicos, reciclar, no tirar plásticos ni basuras, cuidar las zonas verdes, no contaminar y “salvar el Planeta” son una constante. Es más se encuentran sobresaturados de información y quien comete una fechoría que perjudica a todo el espectro social, llámese causar un incendio en una papelera, llámese ensuciar los muros de un espacio de valor cultural y arquitectónico, lo hacen con premeditación y alevosía y no me atrevo a apuntar los efectos de algún botellón porque beber en la minoría de edad es ilegal, pero si me atrevo a señalar muchas risitas nerviosas y muchos gritos mientras dañaban los espacios comunes.

¡Lástima por los padres! ¡Con lo duro que es ganar dinero en tiempos de crisis! Pero si los autores son menores a la postre los padres tienen que pagar porque son los responsables últimos. ¿Y a los gamberros-as? “El servicio a la comunidad”. ¿Y qué disfrute hay en causar daños? No lo sé.De verdad no lo sé.
 

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