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					Dos consideraciones previas antes de comenzar: 
					 
					Desde estas líneas no se ataca a las personas, solo las 
					ideas son objeto de análisis y controversia. 
					 
					El título hace referencia a que es preciso ascender algunos 
					escalones, de modo que se pueda alcanzar un cierto grado de 
					perspectiva, o lo que es lo mismo, una mayor visión de 
					conjunto. 
					 
					En esa línea es importante aplicar conceptos generales de 
					manera correcta, de tal modo que todos podamos entendernos. 
					 
					Valga un ejemplo. 
					 
					Cuando se escribe sobre la existencia o no de un plan, en 
					general estaremos de acuerdo en que lo primero es establecer 
					unas bases comunes para poder entendernos. 
					 
					¿Qué es un plan, una planificación o un planeamiento? 
					 
					Proceso metódico diseñado para obtener un objetivo 
					determinado. 
					 
					Si nos atenemos a lo que dice la Real Academia. 
					 
					En el caso que nos ocupa se afirma que no hay un plan o que 
					este está insuficientemente pensado, en realidad es poco 
					correcto, se está haciendo referencia únicamente al proceso 
					de redacción, información pública y puesta en marcha…de un 
					plan, luego existe, es decir que aquello de lo que negamos 
					su existencia es en realidad de lo que estamos hablando. 
					Como mínimo contradictorio. 
					 
					Por lo tanto en primer lugar se impone racionalizar las 
					ideas y darles una forma coherente, entendible y sobre todo 
					olvidar la demagogia. 
					 
					Aclarado esto entremos en el fondo de la cuestión, para ello 
					extraigamos algunas conclusiones que se derivan de lo 
					postulado: 
					 
					La planificación se realiza de espaldas a los usuarios. 
					 
					La jerga empleada está solo al alcance de unos pocos 
					privilegiados. 
					 
					Esos privilegiados lo utilizan en beneficio propio. 
					 
					Los técnicos redactores y conocedores del Plan forman parte 
					del juego. 
					 
					El ciudadano común queda al margen del proceso ante la 
					complejidad técnica que este tipo de documentos tiene. 
					 
					También se plantean soluciones: 
					 
					Se considera necesario un debate público para alcanzar 
					acuerdos y una labor pedagógica por parte del gobernante. 
					 
					Es precisa la utilización de un lenguaje más coloquial para 
					hacer comprensible el texto. 
					 
					Algunas de esas afirmaciones se califican por si solas, no 
					es necesario entrar en detalle. 
					 
					Otras son claramente difamatorias. 
					 
					Y por último algunas denotan desconocimiento, para ser más 
					concreto hay que decir en honor a la verdad que todo PGOU 
					cuenta con una parte dedicada a la definición de los 
					conceptos empleados a lo largo del texto. 
					 
					Pero dejando al margen toda una colección de perogrulladas, 
					lo que realmente cuesta entender es ¿por qué no asumimos esa 
					labor pedagógica como propia? ¿por qué no hacemos participar 
					al ciudadano de lo que creemos una solución atropellada? Si 
					estamos convencidos de lo que decimos, si el plan no es tal, 
					si nos condena a la especulación y al beneficio privado, si 
					no cumple con las condiciones mínimas exigibles, ¿por qué 
					nos limitamos a decirlo? La labor de oposición es algo más 
					que denunciar, es algo más que buscar la debilidad del 
					contrario, es algo más que hacer de voceros. La labor de 
					oposición debe arrojar luz sobre la oscuridad, mostrar las 
					alternativas, criticar de manera constructiva, trabajar en 
					definitiva. 
					 
					Y la sensación que se extrae de lo que realmente ocurre es 
					otra, salir en los medios, cuestionarlo todo, lo bueno y lo 
					malo, atacar siempre que se pueda, sin importar las 
					consecuencias, derribar al contrario. 
					 
					¿No vamos a aprender nunca?  
					 
					¿Solo buscamos réditos políticos? 
					 
					¿Tenemos una alternativa mejor? 
					 
					¿Somos realmente mejores que nuestros contrarios? 
					 
					Realmente resulta desolador. 
					 
					Solo cuando nos planteemos la política como servicio al 
					ciudadano, no cómo una forma de medrar. Solo cuando nos 
					planteemos el futuro en común cómo grupo, con diferentes 
					ideas, pero unidos en la búsqueda del bienestar de nuestros 
					vecinos, no cómo individuos. Solo entonces podremos 
					encontrar las soluciones a nuestros problemas. 
					 
					A veces da la sensación de que esto de la democracia lo 
					hemos aprendido mal. 
					 
					No tenemos adversarios, solo enemigos. 
					 
					No respetamos el trabajo ajeno, sobre todo si no va en 
					nuestro beneficio. 
					 
					No aceptamos más verdad que la nuestra. 
					 
					No buscamos el poder más que como forma de autosatisfacción. 
					 
					Si observamos y aprendemos de otros lugares, intentando 
					aplicar sus aciertos y olvidar sus errores, quizás y solo 
					quizás seamos capaces de hacer que las futuras generaciones 
					de políticos entiendan que hay otros modos, que no siempre 
					la solución buena es la nuestra, que la participación de 
					todos es básica para un desarrollo homogéneo de nuestra 
					sociedad, que los recursos puestos a nuestra disposición hay 
					que emplearlos con juicio, con buen juicio, que nuestra 
					fuerza radica en aunar fuerzas. 
					 
					En fin, no está en nuestro ánimo sentar cátedra, todos 
					aprendemos de todos, por tanto entiéndase lo dicho como una 
					reflexión, discutida y discutible. 
					 
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