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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE AGOSTO DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

Subir el nivel

Por JAUMA


Dos consideraciones previas antes de comenzar:

Desde estas líneas no se ataca a las personas, solo las ideas son objeto de análisis y controversia.

El título hace referencia a que es preciso ascender algunos escalones, de modo que se pueda alcanzar un cierto grado de perspectiva, o lo que es lo mismo, una mayor visión de conjunto.

En esa línea es importante aplicar conceptos generales de manera correcta, de tal modo que todos podamos entendernos.

Valga un ejemplo.

Cuando se escribe sobre la existencia o no de un plan, en general estaremos de acuerdo en que lo primero es establecer unas bases comunes para poder entendernos.

¿Qué es un plan, una planificación o un planeamiento?

Proceso metódico diseñado para obtener un objetivo determinado.

Si nos atenemos a lo que dice la Real Academia.

En el caso que nos ocupa se afirma que no hay un plan o que este está insuficientemente pensado, en realidad es poco correcto, se está haciendo referencia únicamente al proceso de redacción, información pública y puesta en marcha…de un plan, luego existe, es decir que aquello de lo que negamos su existencia es en realidad de lo que estamos hablando. Como mínimo contradictorio.

Por lo tanto en primer lugar se impone racionalizar las ideas y darles una forma coherente, entendible y sobre todo olvidar la demagogia.

Aclarado esto entremos en el fondo de la cuestión, para ello extraigamos algunas conclusiones que se derivan de lo postulado:

La planificación se realiza de espaldas a los usuarios.

La jerga empleada está solo al alcance de unos pocos privilegiados.

Esos privilegiados lo utilizan en beneficio propio.

Los técnicos redactores y conocedores del Plan forman parte del juego.

El ciudadano común queda al margen del proceso ante la complejidad técnica que este tipo de documentos tiene.

También se plantean soluciones:

Se considera necesario un debate público para alcanzar acuerdos y una labor pedagógica por parte del gobernante.

Es precisa la utilización de un lenguaje más coloquial para hacer comprensible el texto.

Algunas de esas afirmaciones se califican por si solas, no es necesario entrar en detalle.

Otras son claramente difamatorias.

Y por último algunas denotan desconocimiento, para ser más concreto hay que decir en honor a la verdad que todo PGOU cuenta con una parte dedicada a la definición de los conceptos empleados a lo largo del texto.

Pero dejando al margen toda una colección de perogrulladas, lo que realmente cuesta entender es ¿por qué no asumimos esa labor pedagógica como propia? ¿por qué no hacemos participar al ciudadano de lo que creemos una solución atropellada? Si estamos convencidos de lo que decimos, si el plan no es tal, si nos condena a la especulación y al beneficio privado, si no cumple con las condiciones mínimas exigibles, ¿por qué nos limitamos a decirlo? La labor de oposición es algo más que denunciar, es algo más que buscar la debilidad del contrario, es algo más que hacer de voceros. La labor de oposición debe arrojar luz sobre la oscuridad, mostrar las alternativas, criticar de manera constructiva, trabajar en definitiva.

Y la sensación que se extrae de lo que realmente ocurre es otra, salir en los medios, cuestionarlo todo, lo bueno y lo malo, atacar siempre que se pueda, sin importar las consecuencias, derribar al contrario.

¿No vamos a aprender nunca?

¿Solo buscamos réditos políticos?

¿Tenemos una alternativa mejor?

¿Somos realmente mejores que nuestros contrarios?

Realmente resulta desolador.

Solo cuando nos planteemos la política como servicio al ciudadano, no cómo una forma de medrar. Solo cuando nos planteemos el futuro en común cómo grupo, con diferentes ideas, pero unidos en la búsqueda del bienestar de nuestros vecinos, no cómo individuos. Solo entonces podremos encontrar las soluciones a nuestros problemas.

A veces da la sensación de que esto de la democracia lo hemos aprendido mal.

No tenemos adversarios, solo enemigos.

No respetamos el trabajo ajeno, sobre todo si no va en nuestro beneficio.

No aceptamos más verdad que la nuestra.

No buscamos el poder más que como forma de autosatisfacción.

Si observamos y aprendemos de otros lugares, intentando aplicar sus aciertos y olvidar sus errores, quizás y solo quizás seamos capaces de hacer que las futuras generaciones de políticos entiendan que hay otros modos, que no siempre la solución buena es la nuestra, que la participación de todos es básica para un desarrollo homogéneo de nuestra sociedad, que los recursos puestos a nuestra disposición hay que emplearlos con juicio, con buen juicio, que nuestra fuerza radica en aunar fuerzas.

En fin, no está en nuestro ánimo sentar cátedra, todos aprendemos de todos, por tanto entiéndase lo dicho como una reflexión, discutida y discutible.

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