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                     El título de esta tribuna de 
					opinión, es en honor a la cita que me hace, mi excelente 
					amigo el polifacético artistas algecireño, Emilio Herrera, 
					en su exposición inaugurada el viernes día 10 pasado, en la 
					Fundación Municipal de Cultura de Algeciras. 
					 
					Y tanto a él como al genial intelectual Vicente Marcet, y a 
					los Juanes de La Línea les dedico esta tribuna, porque son 
					más que conocedores de mis gritos de desesperanzas, lanzados 
					con la tinta roja de mi estilográfica y libertad de 
					expresión hacia el poder, por un mundo mejor, en el que la 
					justa distribución de la riqueza sea una realidad y no una 
					utopía, así como, la justicia y la igualdad, etc.  
					 
					Es obvio, estimado lector, que cada cual es como es y por 
					mucho que lo intenten moldear, sigue su trayectoria marcada. 
					Teniendo cada uno la suya y servidor la mía desde que tengo 
					uso de razón. Habiendo utilizado siempre la ley del mulo 
					“cuanto más lejos del poder más seguro”.  
					 
					Pero caminar en esta jungla a pecho descubierto libre de 
					alforjas sin el cobijo de siglas políticas u otras de 
					cualquier signo. Es más que complicado, porque si en el 
					transcurrir de nuestros días, hemos destacados en cualquier 
					materia no acorde con los dogmas impuestos, te controlan 
					hasta las últimas huellas propias y afines. Y le podemos 
					durar al poder un suspiro, ya que al menor descuido, hasta 
					el poeta que viste calzones de tergal y zapatos de Segarra, 
					al visionar este hijo del mal a través de gafas con 
					cristales opacos. Es más que probable, que te toque hasta 
					los flancos con sutileza o con alevosía y ensañamiento. No 
					salvándote ni Amnistía Internacional ni el manto inmaculado 
					de la Macarena de Sevilla, cuando el turuta principal toque 
					a zafarrancho. Porque cuando los tentáculos del poder ponen 
					a funcionar toda la maquinaria que disponen a su alcance, 
					hacen temblar hasta los pilares fundamentales de la tierra. 
					 
					Pero mientras no hipotequen mi libertad de pensamientos, 
					movimientos y de creatividad, haciéndome callar por las 
					buenas o por las malas. Ni me piquen el billete como se lo 
					picaron ignominiosamente a Federico García Lorca. Seguiré 
					expresándome como lo vengo haciendo desde hace años acorde a 
					la Declaración Universal de los Derechos Humanos.  
					 
					Consecuentemente, reiteradamente me han aconsejado muchos de 
					mis lectores y personas allegadas, que tuviera cuidado 
					porque me podía pasar algo, ya que dirigir sin abaje, 
					individualizando mis tribunas hacia concretos mandatario y 
					poderosos políticos. No es aconsejable que lo hiciera, si 
					quiero conservar mis señas de identidad y algo más. Porque 
					al poder hay que tenerle incluso miedo y a sus perros de 
					presas aún más, por muy disfrazados de angelitos que se 
					presenten esos cachorros ante la sociedad de cualquier país. 
					Porque al moverse con las orejas gachas y el rabo entre las 
					patas, como las anguilas en el agua. Para una gran mayoría 
					del poblacho de la raza blanca, negra o amarilla, es 
					impensable lo mucho que encierran esos chuchos en sus 
					entrañas, porque “por pan baila el perro y por menos 
					también”. 
					 
					Acordándome, llegado hasta aquí, de mí más que amigo Juan 
					Martínez Andujar, el que con motivo en la incivil Guerra 
					Española de 1936, sufrió el exilio y hasta estuvo prisionero 
					en campos de concentraciones, entre ellos, el de Mauthausen 
					(Alemania). Y en los altares de su gloria donde permanece 
					desde hace unos años con la gente de bien, estará 
					disfrutando en su ideal republicano.  
					 
					Habiendo sido él para mí en los últimos años de su alborada, 
					como los son actualmente los poemas de Federico García Lorca, 
					Miguel Hernández y de Antonio Machado, panal de rica miel 
					donde sacio mi sed de paz y de bien. Debiendo significar, 
					que Juan Martínez Andujar, siempre me aconsejaba que a mis 
					enemigos los tenía que convertir en neutros y a los neutros 
					en amigos. Siéndome totalmente imposible llevarlo a la 
					práctica. Porque de hipócrita y de falso no tengo nada. Y al 
					estar cansado de poner la otra mejilla. En la madurez de mi 
					vida ya de vueltas con los deberes hechos sin deber 
					absolutamente nada. Llevo por norma, que al amigo de media 
					rosca por el culo y al enemigo hasta el culo.  
					 
					Y como amigo, amigo, es el que acude sin ser llamado en 
					momentos puntuales que necesitas su presencia. Al resto de 
					‘amigos’ de tabernas o de tertulias de lenguas de mil 
					cuchillos. Como no me fío ni de la sombra de mis sombreros. 
					Mi más absoluta indiferencia, importándome un bledo los 
					comentarios antisistemas o de cualquier otra índole que 
					realicen. Porque submarinos atómicos hay por todas partes. 
					Por tales circunstancias, nunca se sabe quién está detrás de 
					la mata, y qué intencionalidad tienen tirando de la madeja 
					cazando. Gracias, salud y república. 
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