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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 22 DE AGOSTO DE 2012

 
OPINIÓN /ANALISIS

¿Silencio administrativo para las terrazas?

Por Nuria de Madariaga


El sempiterno tema de las populares e irrenunciables terrazas de los bares, cafeterías y restaurantes de Ceuta, sigue siendo un tema que, de manera bastante rechazable, sigue generando dudas en el sector de la hostelería.

Y no está la cosa para bromas, ni el panorama cómo para jugar con el pan de hosteleros y empleados. Al revés, si un sector funciona y es capaz de tirar para adelante, la administración (tediosa, lenta, monolítica., coñazo, metijosa y quisquillosa) tiene que plantear como objetivo ayudar, apoyar, facilitar, incentivar y agradecer el trabajo de unos empresarios que son capaces de manetenerse a pesar de la crisis y de los abusivos impuestos.

Pero al parecer se dilatan las licencias, los expedientes acumulan polvo y telerañas, los hosteleros se quejan de vivir en una especie de limbo jurídico y la ciudadanía se tira de los pelos porque, en el reino de las construcciones ilegales impunes y del “buscarse la vida y el acomodo” según quien, precisamente se vigila, castiga y penaliza a quienes son capaces de generar prosperidad. ¿Ejemplo inverso a este reverso tenebroso? La ciudad de Málaga, su centro histórico y sus recuperadas y rehabilitadas (que no adecentadas, porque eran calles sucias y feas pero honestas y decentes) callejuelas. Hoy un emporio de ganar dinero gracias a las docenas de terracitas que se suceden de forma inexorable, a cual más cuidada y decorada, compitiendo en diseño (se dice design) y en originalidad, así como en oferta gastronómicas y de copeteo, mucho gin-tonic bares para divorciados y fiesteros y la animación de ver las aceras cuidadas y llenas de gente, al 50% población autóctona y al 50% extranjeros que se pirran por la cultura de terrazas que es ya una especie de evento cultural que cada vez se ve reflejado con mayor intensidad en la prensa internacional ¿Qué buscan los visitantes sino compras, priva y tapas?.

Eso sí, lo mismo se despistan y acaban en algún museo ¿Y que se hace entonces? llenar de establecimientos con terrazas los aledaños de las zonas museísticas y de todo aquello que huela a patrimonio histórico-artístico, porque no solo de cultura vive el turista, sino que también tiene que alimentarse la criatura y encontrar su espacio para el ocio, el relax y el dolce far niente en una terraza, a la fresquita en verano y con las estufas y los toldos en invierno.

Puros arquetipos ibéricos, en los que se lleva la tapa, el montadito y el lingotazo o la caña en el ADN. ¿Y los aburridos burócratas que pululan entre amasijos de expedientes nos van a joder la diversión prohibiendo solaz, esparcimiento y algo de contaminación acústica? Increíble y muy abyecto de ser así.

¿Es que hemos votado para encontrarnos atrapados entre las garras de un sistema burocratizado, intervencionista y policial? ¿Donde los derechos civiles? Y entre ellos el primero es el de sentarse en la terraza de una heladería o en la terraza del Charlotte a paladear al aire libre un batido de helado de fresa con sirope y caperuza de nata montada que es mi menú favorito para todos los meses del año.

Pero los hosteleros han de estar muy avisados, porque de haber tramitado permisos, licencias y demás zarandajas sacacuartos y no obtener respuesta, cabe la posibilidad de que la Administración haya echado sentido ético y diga un rotundo sí afirmativo a todas y cada una de las pretensiones por medio del instrumento del silencio administrativo, algo muy cómodo para los burócratas porque les ahorra trabajo y para lo poco que cobran tampoco es para que se partan la espalda.

¿Y otra opción? Declarar genéricamente a las terracitas de Ceuta BIC, Bien de Interés Cultural en su acepción de exponente de la cultura gastronómica, del ocio, la diversión, el sano esparcimiento, la solidaridad entre quienes comparten la misma mesa y la virtud de la caridad en la persona de quien paga las copas. Calificación BIC y que las subvencionen, esa es la mejor opción.
 

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