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                     Esperanza Aguirre y 
					María Dolores de Cospedal no saben, ni por asomo, el 
					daño que le hicieron a Juan Vivas cuando anunciaron que les 
					era imposible venir a la ciudad, como invitadas de lujo, 
					para darle realce a la celebración del Día de Ceuta. Eso sí, 
					se les puede perdonar que lo hicieran alegando problemas de 
					agenda. Aunque la excusa fuera una horterada de dos señoras 
					que están catalogadas como lumbreras de un partido donde 
					José María Aznar parece ser que sueña todas las noches 
					con su regreso a La Moncloa. 
					 
					Ahora bien, lo imperdonable fue que decidieron comunicar su 
					inasistencia cuando apenas quedaba nada y menos para la 
					celebración. Un detalle mucho más feo que el haber dejado a 
					nuestro alcalde convencido de que ambas mujeres no estaban 
					por la labor de acompañarle en DOMINGO, 2 tan señalada. Y, 
					conociendo a Vivas, no dudaría en asegurar que, tan 
					desafortunado comportamiento, bien podría haberle mantenido 
					en vela durante noches. 
					 
					Noches en blanco, de nuestro alcalde, dándole vueltas a la 
					situación. Acordándose, por supuesto, que para tales 
					inconvenientes siempre ha contado con la ayuda de su amiga 
					del alma: Teófila Martínez. Pero, como persona 
					inteligente que es, nuestro alcalde no quiso volver a hacer 
					uso y abuso de la buena voluntad y predisposición de la 
					alcaldesa gaditana a ser plato de segunda mesa. Amén de que 
					a ésta se le ha acabado ya el discurso de que Cádiz y Ceuta 
					y Ceuta Cádiz, ciudades antiquísimas y marineras, van unidas 
					de la mano gracias a que ambos alcaldes están a todas horas 
					haciendo lo imposible para que el hermanamiento de ambas 
					siga siendo envidiado. Un hermanamiento que muy pronto, si 
					no ha empezado ya, proporcionará réditos cuantiosos e 
					impensables. 
					 
					No obstante, sería injusto exigirle a nuestro alcalde, por 
					más que tenga un caletre privilegiado, que cuente con un 
					comodín, a cada paso, para contrarrestar los contratiempos 
					causados por personas menos cualificadas que él en todos los 
					sentidos. Personas como Esperanza Aguirre y Dolores de 
					Cospedal, con un déficit de sensibilidad que también 
					conviene resaltar.  
					 
					Por lo tanto, he vuelto a echar de menos, en esta ocasión, 
					la intervención de un asesor. Mas no de un asesor 
					cualquiera, sino la de alguien con frente suficiente para 
					insinuarle a Vivas la buena solución que hubiera sido 
					recurrir a José María Aznar, que está en un momento 
					que se sale, para haberle convencido de que su presencia en 
					el Día de Ceuta era tan necesaria como ansiada por los 
					ciudadanos. Y a ser posible, anunciando su arribada al alba 
					y con viento de levante.  
					 
					Cierto es, y conviene decirlo cuanto antes, que el ex 
					presidente cobra por todo y su cachet es muy alto. Y tampoco 
					es menos cierto que su fama de tacaño es de sobra conocida. 
					Pero para qué están los amigos. Me refiero, claro está, a 
					los amigos de Aznar. Y en esta ciudad hay uno, muy amigo del 
					hombre que sueña con volver al Palacio de la Moncloa, aunque 
					sea al frente de un Gobierno de concentración, que lo 
					hubiera convencido en un santiamén. 
					 
					Sí, yo sé que ustedes desean conocer el nombre de ese amigo 
					de José María Aznar. Pero yo no lo mencionaré. No vaya a ser 
					que le perjudique serlo en estos momentos. En rigor: la 
					celebración del Día de Ceuta, por mor de las señoras Aguirre 
					y Cospedal, es lo más parecido a una fiesta con cucaña. Lo 
					cual no es moco de pavo. 
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