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                     En estos días nos ha visitado 
					Sohora Kaddur, antigua alumna del “Convoy de la Victoria”, 
					hoy “Santiago Ramón y Cajal”. Ha sentido la necesidad de 
					contactar con antiguos compañeros de su etapa como alumna. 
					Con ellos no ha tenido muchas dificultades; pero con los 
					maestros, sí. Unos porque ya han desaparecido, como el 
					entrañable y querido D. Miguel y otros. Yo he tenido la 
					fortuna de atenderla en esos deseos fervientes de conocer 
					ese “después” de su Colegio. 
					 
					En su obligada visita al Colegio, no parece el mismo. La 
					entrada, los pasillos, las aulas… ya no son iguales, dando 
					la sensación de que es otro centro distinto. Ya no queda 
					apenas maestros y maestras de su época. Sólo D. Pepita, que 
					ya está a punto de jubilarse. Todo un símbolo del que fue su 
					Colegio. 
					 
					Es frecuente que, pasados muchos años, cuando se deja el 
					Colegio, generalmente vividos con intensidad, que el 
					recuerdo de esos años estén presentes en nuestras vidas. 
					Directores, maestros, personal auxiliar, porteros, 
					limpiadoras… ocupan nuestra mente. En especial cuando, por 
					cuestiones de traslados, por asuntos personales, laborales… 
					nuestra ausencia se ha alargado más de la cuenta… 
					 
					La lectura de nuestro libro, con amplia participación de 
					alumnos y alumnas de aquellos momentos de convivencia, nos 
					llena de nostalgia. Lamentablemente, Sohora no participó. No 
					le llegó la noticia de su proyecto. Pero su lectura le 
					trasladará a unos momentos de emocionante nostalgia. En ese 
					nuestro libro, “Un antes y un después”, seguro que se 
					emocionará cuando lea estos párrafos escrito por una alumna 
					vinculada familiarmente: “Estudiar en Convoy era garantía de 
					éxito.  
					 
					Fue una etapa llena de gratísimos recuerdos. Para nosotros 
					los “Kaddur” era como encontrarnos en nuestra casa. Junto a 
					mí, estudiamos todos mis hermanos y varios primos. Conservo 
					grandes amistades, conseguida en el Centro de mis 
					recuerdos…”. 
					 
					En aquellos años, en los centros educativos, en la mayoría 
					de los casos, no se disponían de los recursos didácticos 
					que, para apoyar cualquier exposición, se necesitaba. Él era 
					el caso concreto de las Áreas de Experiencia, Física y 
					Química, donde cualquier intento de montar un laboratorio no 
					era posible.  
					 
					El material, si se recibirá, se distribuía entre las aulas 
					de los cursos superiores. Cuando, por ejemplo, se necesitaba 
					un microscopio, el maestro se tenía que dirigir al aula del 
					maestro que lo custodiaba… En cualquier otro lugar corría el 
					riesgo de que el “vandalismo” que existía en la zona lo 
					hicieran desaparecer. 
					 
					Viene al caso la anterior exposición, por la anécdota que 
					refiere Sohora: “La experiencia necesitaba de la utilización 
					de un encendedor o una caja de cerilla. Se dispuso de este 
					último “artilugio”, ya que como no fumador no los tenía a mi 
					alcance. 
					 
					Pero no me preocupé, ya que uno de los alumnos se prestó a 
					que utilizáramos una caja que él disponía. Puesto en marcha 
					la experiencia, por supuesto que no cabía la posibilidad que 
					ésta no se llevara a cabo. Pero, ¡oh, sorpresa! ¡Se trataba 
					de una cerilla explosiva! Claro que la confusión reinó en 
					todos los rincones del aula. ¡Y el susto para aquellos que 
					no estábamos al tanto de la broma! A continuación, después 
					de los momentos de confusión, se recobró la normalidad, 
					todos reíamos, y no hubo que lamentar “desgracias” 
					personales. 
					 
					Nuestra ilustre visitante, actualmente residente en 
					Valencia, donde regenta un salón de Peluquería, suele 
					visitar su ciudad natal siempre que sus obligaciones se los 
					permiten. 
					 
					Hablando de su colegio. Los recuerdos se agrupan en su mente 
					de forma desordenada; pero surge el tema tan traído y 
					llevado de los chicos con las chicas, o separación por 
					sexos. En su etapa, ya con la EGB, se formaron las 
					agrupaciones de chicos y chicas, y no pasó nada. La 
					convivencia se realizaba con normalidad. Y recuerda el 
					enorme muro que separaba los patios de los recreos. Los 
					chicos con chicos y las chicas con las chicas. Pero llegó un 
					día que se produjo cierto revuelo en los patios con entrada 
					de herramientas apropiadas para su derribo. Hubo que poner 
					orden y alejarlos del lugar. Parece ser que el muro estaba 
					hecho a conciencia porque los obreros, pese a utilizarlas, 
					no lograron derribarlo en una jornada. Tardaron varias, con 
					los apylausos de los asistentes, que mientras duraba el 
					tiempo dedicado a ese espacio de relajación, fueron testigos 
					de la eliminación de ese obstáculo que impedía que los niños 
					y las niñas compartieran juntos el tiempo de recreo. Para 
					Sohora, fue calificado como el gran momento de la 
					“liberación”. 
					 
					Sohora no consiguió el Graduado. Le faltó una asignatura. 
					Pero encontrándose en Madrid con su hermano, lo consiguió; 
					no cruzándose de brazos, sino con la inquietud que le 
					caracteriza, estudió lo que sin duda es su gran vocación: 
					Peluquería y Estética. Conseguidos los títulos 
					correspondientes, decide montar su propia empresa, un 
					moderno local dedicado a su especialidad, que según su 
					propia confesión le es altamente rentable, y está situado en 
					una céntrica vía de Valencia. 
					 
					Sus continuos estudios les hacen mejorar en su profesión, 
					estando al día en los avances que producen en el mundo de la 
					belleza. 
					 
					Y algo que le hace conseguir aquello que se propone: su gran 
					voluntad por la superación. Tiene proyectado acceder al 
					curso de mayores para, posteriormente pasar a la 
					Universidad. 
					 
					Desde esta página le damos ánimos para conseguir que todos 
					sus proyectos se conviertan en realidad. 
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