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                     Si la salida del verano anuncia en 
					España un otoño caliente, en el vecino Marruecos ocurre otro 
					tanto. Eso de que aquí estamos padeciendo una crisis 
					múltiple y Marruecos es un remanso no se lo crean. Que ambos 
					países, fundamentalmente vecinos, se necesitan y 
					complementan es una evidencia pero en ambos la inestabilidad 
					social y política, profunda, campa a su antojo eso sí con 
					diferentes matices. Solo que pasado el Tarajal los problemas 
					están más solapados, cara sobre todo al turista y al 
					aliviado comprador ceutí del multizoco y la gasolinera de 
					Castillejos. Pero la procesión, la marcha de la Marabunta , 
					va por dentro, a la marroquí. Y ya veremos cuando ruja, como 
					en la película. 
					 
					Si de España, camisa rota de nuestra esperanza, qué les voy 
					a contar, en Marruecos empiezan a aflorar sin más tapujos 
					los desajustes del sistema. El más preocupante es sin duda 
					el activo del sistema monárquico, la dinastía alauí 
					reinante, argamasa de la unión del país y de la estabilidad 
					presente, aun cuando alrededor del Trono empiezan a 
					ronronear voces disidentes alrededor de la discutida 
					ceremonia de la Bey´a, polarizada la disidencia en dos alas: 
					una religiosa (“solo hay que postrarse ante Dios”) y otra 
					política y de izquierda. En todo caso y al igual que en 
					España los asuntos de los Borbones empiezan a ser comentados 
					más o menos abiertamente, en Marruecos aunque con diferente 
					ritmo la figura de la monarquía en sí y sus rituales empieza 
					a ser comidilla popular. El mismo Benkirán, que ahora hace 
					mutis por el foro y baja sumiso la testuz, en octubre de 
					2011 cuestionaba directamente en televisión la Bey´a. “No 
					encaja en el siglo XXI”; Es decir, se va abriendo “chuia 
					chuia” la veda y el precipitado cerrar filas de los notables 
					este verano no muestra si no las fisuras del sistema. Así, 
					en Rabat, Casablanca, Tánger. Oujda… y otras ciudades, los 
					muros de casas e incluso fachadas administrativas amanecen 
					pintados un día sí y otro también con proclamas contra la 
					persona del rey y el poder real, del tono por ejemplo: 
					“Todos los caminos de la corrupción conducen al palacio 
					real”. Claro que aun hay Mohamed VI para rato, pero el 
					viento de los cambios no deja de arreciar y si bien la 
					monarquía, por imperativo categórico, parece estar 
					recuperando terreno desde el vendaval primaveral del año 
					pasado, ello bien podría ser el canto del cisne. De forma 
					paralela, el tirar de las riendas por parte del rey y el 
					Majzén en detrimento del desairado y sumiso jefe del 
					Gobierno, el islamista parlamentario Abdelilah Benkirán, va 
					en contra diametralmente de la imagen del mismo y de su 
					credibilidad, cada vez más puesta en solfa. ¿Acaso entonces 
					hay dos gobiernos en Marruecos….?. Bien, más que dos… uno 
					real en el sentido mayestático del término y otro de 
					fachada, a modo de figurín. Y eso, tomen nota los 
					cortesanos, debilita a corto plazo tanto el sistema en sí 
					mismo como su credibilidad. Cambiando de tercio, si en 
					España al final la infanta Cristina no llega a ser encausada 
					junto al jeta de su esposo Urdangarín, la credibilidad de 
					nuestro sistema judicial (y político) quedaría hecho unos 
					zorros y por los suelos. Oído cocina, es lo que hay. 
					 
					De la RAN (Reunión de Alto Nivel) seguimos sin saber 
					oficialmente nada, aunque la diplomacia española se vuelve 
					en halagos hacia el papel jugado en el desenlace de la 
					crisis de los emigrantes subsaharianos alrededor del Peñón 
					de Alhucemas por el mismo joven soberano Alauí. Claro que yo 
					tengo otra percepción, habitual por lo demás en el tablero 
					del limes del Estrecho y aguas adyacentes: “Primero te creo 
					los problemas y luego te ayudo a solucionarlos”. Digo. 
					Aunque según parece nuestra criatura al frente del 
					ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel 
					García Margallo, parece seguir sin bajarse del guindo. Si en 
					el pavoroso incendio forestal de mediados de agosto en La 
					Gomera, Marruecos tuvo la gentileza de ceder uno de sus 
					aviones anfibios apagafuegos Canadair CL-215 (o 215T), el 
					gobierno español aprobaba el 31 del pasado mes la 
					extradición del marroquí Mohamed Hayy, perseguido en su país 
					por vinculación con el terrorismo de matriz islamista. Ya 
					les iré contando todos los domingos. Y feliz vuelta a casa. 
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