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					Llegó a la redacción del periódico con la intención de poner 
					un anuncio. Un mensaje que apareciera en la portada de este 
					diario en primera página, para decirles a todas las personas 
					que le habían ayudado durante las últimas semanas en Ceuta 
					formaban ya parte de su vida, y que ayer se iba, pero nunca 
					iba a olvidar su apoyo.  
					 
					María Roldán, de 46 años y nacida en Córdoba, ha vivido 
					durante el último mes una experiencia que empezó como una 
					pesadilla pero que ha terminado enviándola al puerto de 
					Ceuta con una gran sonrisa. Comercial de profesión, esta 
					cordobesa que ha vivido en distintas ciudades españolas, 
					cuenta que había llegado a Algeciras buscando acercarse 
					geográficamente a “sus orígenes árabes”.  
					 
					Allí empezó a trabajar como interna en casa de un hombre al 
					que le limpiaba la casa, pero que según explica en seguida 
					empezó a acosarla sexualmente y a intentar abusar de ella 
					para realizar contrabando de tabaco desde Gibraltar.  
					 
					“Yo me negué una y otra vez, hasta que me despidió y empezó 
					a amenazarme de muerte allá por donde me veía”. La 
					cordobesa, presa del miedo, terminó cogiendo sus cosas y 
					huyendo al primer sitio que se le ocurrió seguro, “porque 
					había agua de por medio”, Ceuta, aunque nunca había estado 
					aquí. Ya en la ciudad cobró algo de valor y acudió a la 
					comisaría para denunciar el acoso de J.J.M, Policía Nacional 
					en la provincia de Algeciras. 
					 
					No tenía nada, así que durante su primera noche durmió en un 
					párking, pero pronto le dijeron que no podía quedarse allí. 
					En Asuntos Sociales le dijeron que podían pagarle el billete 
					de vuelta a Algeciras, no podían prestarle otro tipo de 
					ayuda ya que no estaba empadronada aquí, prefirió quedarse 
					en Ceuta.  
					 
					Tenía miedo, así que después de un par de días durmiendo en 
					la playa, donde según dice, le robaron una maleta, vecinos 
					de la ciudad le enviaron a Sidi Embarek, donde Luna Blanca 
					pudo ofrecerle comida, pero no alojamiento. “También estuve 
					un par de días en el Parque de la Argentina”, recuerda, 
					hasta que empezó a colaborar con un “aparcacoches” que 
					accedió a compartir con ella lo poco que conseguía al día. 
					 
					En su peregrinaje en búsqueda de ayuda Roldán acudió también 
					hasta el despacho de la consejera de presidencia y 
					Gobernación de la Asamblea, Yolanda Bel, según le habían 
					recomendado desde la calle. “No quería, pero al final me 
					planté allí y estuve esperando toda la mañana hasta que 
					hablé con ella”. De allí, al Centro Asesor de la Mujer, 
					donde le indicaron que sin una orden de alejamiento no 
					podían acogerla.  
					 
					Al final los “salvadores” de María terminaron siendo un 
					grupo de niños de San Antonio. “Conocí a uno de ellos que me 
					llevó hasta el sitio donde viven, en San Amaro, y allí he 
					dormido con ellos unos diez o doce días”, reconoce, y 
					mientras lo cuenta se le saltan las lágrimas. “Ellos son lo 
					mejor que me ha pasado. Han compartido todo conmigo, un 
					bocadillo que se puede partir en muchos pedacitos”.  
					 
					María relata cómo los jóvenes (algunos antiguos residentes 
					del centro de ’La Esperanza’ y otros actuales) acudían al 
					‘supermercado verde’ (el contenedor de basura) para “buscar 
					la cena” y la compartían con ella. “Se que hay mucha gente 
					que habla mal de ellos pero es importante que sepan que la 
					mayoría tienen un corazón inmenso”.  
					 
					Hace dos días que María Roldán consiguió finalmente cobrar 
					una ayuda social de la que es beneficiaria pero que había 
					estado retrasada desde el pasado mes de mayo.  
					 
					Así, recuperada económicamente y con el ánimo renovado por 
					toda esta generosidad recibida, acudió ayer a despedirse de 
					sus conocidos.  
					 
					“Se te va a echar mucho en falta”, le dijo uno de los 
					guardianes del Parque San Amaro. “¿Cuídate mucho, vendrás a 
					vernos?”, “Que te vaya muy bien en España”, le decían 
					algunos de los jóvenes de San Antonio.  
					 
					La cordoboesa enseña una nota que guarda entre sus escasas 
					pertenencias, escrita una de las noches que pasó en compañía 
					de los chicos de San Amaro. “Tengo ganas de vivir, de reír, 
					de sentir...” 
					 
					Antes de marcharse a visitar a su padre, que acaba de 
					enfermar en Córdoba, no quería dejar la ciudad sin lanzar 
					una nota de agradecimiento a todos quienes le ayudaron a lo 
					largo del último mes: “A la Guardia Civil, a la Policía 
					Nacional, a la Policía Local, a la consejera de Presidencia, 
					Yolanda Bel, a su asesora Eva Perea, a Inmaculada Orellana, 
					del Centro Asesor de la Mujer, a Angie de la Cruz Roja y A 
					LOS NIÑOS DE SAN ANTONIO, así, en mayúscula - dicta-. No es 
					verdad lo que dicen de ellos, tienen un corazón y una 
					inteligencia bárbara”.  
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