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OPINIÓN - SÁBADO, 15 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

El drama de la necesidad extrema

Por Jorge Olive


Asistí en silencio ayer a un desahucio. Los medios de comunicación se concentraron para dar cuenta del mismo, pero mucho más por un supuesto intento de suicidio que se había extendido como representación del drama humano de la desesperación. Un hombre, decían, estaba a punto de arrojarse al vacío.

Luego resultó que no era tal. El propio cura-párroco de la Iglesia del Valle, que conocía al protagonista y que le había ayudado en múltiples ocasiones en un acto de caridad, desmintió tal posibilidad. Hay que entender que el joven padre de familia, sin recursos económicos ni ayudas, se encontraba en una situación límite. Unas circunstancias que en un “reality show” puede resultar muy atractivo para la audiencia pero que la vida real supera, en ocasiones como ésta, a la pura ficción.

Mala prensa tienen los “okupas”, aunque peor habrían de tenerla aquéllos que, desde las instituciones públicas no son capaces de desterrar estos lamentables episodios de una España negra y que, por motivos de la crisis económica, nos retrotraen a épocas pasadas. Y lo cierto es que la cuestión no acaba con llamar la atención subiéndose uno a lo más alto de un campanario y amenazar con tirarse al vacío. Lo verdaderamente trágico es que haya dispendios, despilfarros, gastos superfluos, mientras hay gente que no tienen lo más esencial.

Por ejemplo: ¿Cómo asumimos estas situaciones cuando se gasta dinero en fiestas? ¿Está el pueblo para fiestas con la que está cayendo o estamos celebrando la precariedad de ese 33% de pobres que hay en Ceuta?

No vale con rasgarse las vestiduras y mirar para otro lado. Se requiere afrontar las situaciones y evitar que nadie protagonice un episodio trágico de su vida por no disponer de lo más esencial: comida y un techo donde protegerse. Y mientras esto no suceda, el denominado “estado del bienestar” será una pantomima y los mensajes políticos de todo signo, la gran farsa social de un pueblo carente de valores.

No es de recibo que nadie amenace con suicidarse llevado de su desesperación por no poder dar de comer a su familia ni tener donde cobijarla. Los discursos políticos, vacíos de compromiso real, en muchas ocasiones, poco o nada les dicen a quienes no tienen para comer y, desde luego, la televisión o el plasma, no existe para ellos.

Tenemos que construir una sociedad sensible con los más desfavorecidos, con capacidad de recursos para atender situaciones extremas y evitar lo superfluo. Conozco casos de suicidios por la crisis, como el de un empresario de Castellón arruinado y dueño de una empresa de azulejos. Se trata del final más trágico que los mercados y las políticas de unos y otros, han desencadenado para provocar un caos económico sangriento.

Los discursos sobre la crisis se pueden escenificar de muchas formas pero la cara amarga, dramática, de la tragedia personal, de todos aquéllos que se han situado en los umbrales de la pobreza por las “circunstancias” del momento, conforman una cadena diabólica en un entramado complejo en el que se ven envueltos y, lo que es más evidente, no encuentran salida.

Ahí viene el problema: un panorama negro que no deja salidas. Una situación límite que muchas veces acaba en tragedia. De la solidaridad de todos nosotros ha de salir la luz para esclarecer el horizonte a quienes pierden la esperanza atribulados por el desconcertante panorama en el que se ven envueltos.

“La vida puede ser algo maravilloso”, decía un comentarista que acabó suicidándose también. Y habrá que añadir, que “no siempre es tan maravillosa”. El final puede resultar dramático.
 

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