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OPINIÓN - DOMINGO, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

De Guindos: mensajero del miedo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Luis de Guindos, ministro de Economía, pasará a la historia de la política española como mensajero del miedo. Cada vez que habla, cunde el pavor. El miedo, como las otras emociones, engendra de modo automático –sin que la conciencia, la voluntad racional medie- cambios orgánicos. Cambios, según dicen los que saben del asunto, que vienen dictados por el sistema nervioso automático.

Y a partir de entonces, o sea, reo de un canguelo descomunal, al individuo se le pone la cara descolorida, le cambia el ritmo respiratorio, le aumentan los latidos cardiacos, se le acelera el pulso, se dilatan sus vasos sanguíneos, y si no hace malas digestiones es porque teniendo la botarga vacía le resulta innecesario que la sangre le afluya al estómago.

Abriendo la boca De Guindos, muchas personas, innumerables personas, las más desfavorecidas socialmente, temen convertirse, en nada y menos, en sombras de otras personas y, en lo amarillo y flaco, víctimas de un ministro que no duda en ofrecerle al Eurogrupo reformas incesantes para cumplir con el objetivo del déficit que le es impuesto por quienes ríen a mandíbula batiente en esa Nicosia donde se ordena seguir ampliando el número de injusticias y a la mayor brevedad.

Cuando habla De Guindos, la gente de medio pelo asume, inmediatamente, que, para comer, deberá acudir, aunque sea de manera vergonzante, a los centros de auxilio social. Y los pobres, que ya son legión, verán reducidas sus raciones porque cada vez son más los que se unen a su condición de miserables. Entiéndase como pobreza extrema.

Fechas atrás, al ministro de Economía se le ocurrió decir en el Parlamento que peligraban las prestaciones si la situación económica seguía por la misma senda. Ese día, el miedo hizo estragos en España y el insomnio se apoderó de parados y pensionistas. Y es que un mensaje así, además de hacer que la gente pase una noche toledana, puede propiciar que el susto paralice el corazón de quienes andan ya con el alma en vilo.

Los españoles están asustados. Los españoles que viven de un sueldo y los que cobran cuatro perras por su jubilación. Porque son ellos los que vienen sufriendo los recortes de una clase política que ha permitido desmanes a granel a los más ricos; es decir, a los que se han aprovechado de las circunstancias favorables para llevárselo calentito y, luego, evadir el capital.

De Guindos sabe mucho de tales desmanes. No en vano ha formado parte de ese entramado. Recuerden que dirigió la filial en España del banco de inversión de EEUU que quebró en 2008: Lehman Brothers. Y además hizo un análisis erróneo del hecho y, cuando se dio cuenta de ello, estuvo a punto de flagelarse. Pero no lo hizo. Y se recuperó tan pronto de su gran metedura de pata que reapareció cual estrella: formando parte del Gobierno de Rajoy.

Eso sí, su cara es un poema. Calcada está en ella la tristeza que se le adjudica a un alma en pena. Copia que le viene que ni pintiparada para desempeñar la labor que tiene encomendada por Rajoy: ser lo más creíble como mensajero del miedo. Y a fe que está cumpliendo con creces el cometido. Lo último que nos ha dicho, desde Chipre, es que habrá más recortes. Es decir, que los pobres seguirán aumentando a un ritmo desenfrenado. Aunque por el bien de España. Al menos, todo hay que decirlo, pasarán a la historia como mártires.
 

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