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					Va a ser que las redes sociales e internet no sólo se van a 
					utilizar para persuadir (desde el principio de sus días) 
					sino también para engañar y mentir descaradamente y para que 
					los medios de comunicación caigan en los embustes “a la 
					velocidad de Jazztel”. Lo de persuadir no tiene por qué ser 
					malo, ya que si va en beneficio ciudadano no pasa nada 
					(habría que verlo). Que unos marroquíes nacionalistas suban 
					un video diciendo que han invadido la peña de Perejil, con 
					fotos trucadas, y muchos medios al instante, supongan que se 
					ha iniciado la guerra contra Marruecos, ha sido uno. Es la 
					inmediatez de la noticia; ya salieron los tanques en Melilla 
					cuando a un periodista le dio por decir que Marruecos 
					atacaba la plaza española; desatendiendo una de las normas 
					básicas militares: primero mira, estudia el terreno y 
					actúas. 
					 
					Porque, vamos a ver, sacar los tanques a la calle sin saber 
					quién o quienes atacaban podría haber significado una 
					derrota en toda regla a las primeras de cambio, inutilizando 
					toda la artillería acorazada metiéndola por las calles de la 
					ciudad y dejando al descubierto las demás débiles defensas. 
					Perejiladas, en suma. 
					 
					La táctica de la propaganda inducida y perversa del grupo 
					marroquí ha logrado su propósito: se habla del conflicto sin 
					exponerse, pone en jaque a las autoridades, y consigue sus 
					minutos de gloria en los medios de comunicación de medio 
					mundo, un diez para el grupúsculo armado con chalecos 
					salvavidas, comprados en los chinos; que seguramente serán 
					inservibles. 
					 
					Pero la propaganda tiene estas cosas. Curiosamente, en el 
					mismo momento que se nos intenta persuadir sobre la bonanza, 
					buena madre y perfecta cortesana venida a princesa que, 
					parece ser, Doña Letizia, con “z” y reminiscencias. Pero 
					vamos a ver, alma de cántaros, ¿cómo es posible que todos 
					los medios de comunicación hablen de unas fotos que sirven 
					para “engañar” a la ciudadanía con primeros planos que 
					“engordan” con photoshop los pómulos cadavéricos de la 
					futura reina de España?. Y dicen que es la “marca blanca” de 
					la Monarquía. Vamos mal, una marca blanca no tiene por qué 
					ser mejor que el original, suele ser de peor calidad y a 
					veces más barata porque tiene menos peso, caduca antes de 
					paso. 
					 
					Se nos plantea que las fotos han salido para “esconder” 
					otros temas escabrosos de la familia Real: Urdangarín, la 
					presunta amante del Rey, las cacerías desafortunadas de Don 
					Juan Carlos, más lo amiguitos del Rey que se vanaglorian 
					ante las cámaras de haber matado a más de cinco mil 
					elefantes, todo un logro en verdad cuyo título habría que 
					habérselo dado de inmediato a la “perejilada” más imbécil. 
					 
					Y esas poses, de amante sumisa, de madre coraje, de 
					profesional de la realeza. Claro que en nuestras mentes 
					cortesanas siempre nos quedará aquel supremo “cállate, ahora 
					me toca hablar a mí”, con dos bemoles; esa Letizia era más 
					autentica que la de las fotos. 
					 
					Por lo que intentar “engañarnos” dulcificando ese carácter, 
					pierde fiabilidad. Igualitos los hijos herederos del trono 
					de la Gran Bretaña que salen como son: con uniforme nazi o 
					en pelotas, sin trampa ni cartón, o les quieres o les odias 
					pero es lo que hay. O como la Minddleton sin sujetador y al 
					día siguiente “escalando” en una cuerda y sobre una tabla, a 
					la copa de un árbol de cuarenta metros y, sin que se 
					 
					le caigan los anillos que tanto le ha costado conseguir. Y 
					con un cuñado en el punto de mira de los “terroristas” que 
					esos, de verdad, no se andan con perejiladas. Todo es 
					auténtico menos lo nuestro, que a esos asesores habría que 
					decirles que la persuasión, para que sea efectiva, tiene que 
					ser indetectable; lo contrario no sirve para persuadirnos, 
					sino para reírnos, desafortunadamente. 
					 
					Pte, de la Asociación Española de Consultores Políticos 
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