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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LITERATURA

Sivainvi, la parte que nos toca

Por Manuel Gutiérrez


A Phillip K. Dick se le conoce fundamentalmente por una obra titulada ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’. Murió en 1982 y sus obras son extremadamente complejas a la hora de embarcarse en una lectura profunda.

Ridley Scott se inspiró en esta obra para la película Blade Runner, que protagonizó Harrison Ford, y que supuso un punto de inflexión en el mundo del cine. Se trata de un mito, una obra maestra, de culto, que aunaba el cine negro, la ciencia ficción, el romanticismo, la propia esencia del ser. Humano o robot. En la película llegan a fundirse en una sola esencia, de la mano de Ridley, pero bajo la batuta literia de Dick.

Los recuerdos que se implantaban en la mente de los denominados ‘replicantes’ -robots de aspecto humano- les hacían creer que vivían en una realidad que les devenía de una existencia sobre la que no cabía lugar a dudas. En realidad, incluso algunos de los Nexus 6 creían ser seres humanos. Especialmente cuando una de las ‘replicantes’, de la que finalmente termina enamorado el bueno de Harry -en el filme, por supuesto- descubre que todos sus recuerdos eran una cruel mentira. Y qué decir de la inconmensurable escena final, en la que muere Rutger Hauer.

Sivainvi es un extraordinario viaje por el interior de la mente de una persona, que se ve envuelta en una experiencia denominada teofanía, esto es, el encuentro con un dios, o con una inteligencia situada en un plano muy superior.

Phillip K. Dick llama Sivainvi a lo que denomina técnicamente como Sistema de Vasta Inteligencia Viva. Entiéndase dios o lo que ustedes prefieran.

El choque es sobrecogedor para el protagonista de la novela, que sufre incluso un desdoblamiento de la personalidad, como analizándose a sí misma, desde una proyección cognitiva, que le hace creer que son dos personas.

Lo que más me ha fascinado de la lectura de Sivainvi -créanme, no es un libro fácil, ni mucho menos- es la capacidad de la mente humana para crear. Es realmente impresionante el despliegue de inteligencia, de iluminación, de los que hace gala Phillip K. Dick.

En realidad no creo haber llegado a entender bien todo el trasfondo de la novela, pero sí es cierto que cuando uno insiste en seguir leyendo se percibe que la persona, el escritor, ha dejado demasiado de sí mismo en un texto, en una obra. Por otra parte, suele ocurrir, pero no a una escala de tal profundidad y en un contexto tan extraordinario.

El protagonista, que se percibe a sí mismo como un extraño al que le ocurren experiencias extraordinarias que le acercan a lo más elevado espiritualmente hablando, se convierte en un ser atormentado por la propia revelación, y de la que se le ofrecen pruebas tangibles, como la curación de su hijo en base a informaciones que le son transmitidas desde no se sabe dónde.

Es ésta la grandeza de la creación literaria, la creación desde la nada, sentarse ante una hoja en blanco y descargar todo un universo que sólo existe en la mente del literato.

Para ello hay que tener algo que decir, no nos engañemos. Cualquier obra, por ejemplo de ficción es fruto de un ejercicio de introspección, de exploración de la mente, de los sentimientos, del yo en definitiva.

K. Dick habla, y con extraordinaria precisión y fundamento, a lo largo de la novela de la creación, del trasfondo de las cosas, de la realidad que podemos percibir y que a veces no alcanzamos, quizá debido al mundanal ruido.

Una advertencia: si encuentran algún ejemplar de ‘Sivainvi’ no se adentren en él como el que lee una revista o un reportaje. Prepárense. Si a mitad de la lectura encuentran que es demasiado fuerte, que incluso les afecta, déjenla. No insistan. Vuelvan mañana, que la tienda continuará abierta

Desde mi punto de vista, Phillip K. Dick es un iluminado, quizá podría decirse que es un Budha. Una mente atormentada por asuntos de enorme trascendencia que consigue plasmar en el hilo narrativo de un libro que marca un antes y un después.

Resulta terrible, sobrecogedor, el hecho de que una persona crea haber tenido una experiencia de contacto con la aparente divinidad. En todo caso, Phillip K Dick parece haberla tenido.

Su profundo conocimiento de la historia, la filosofía, la teología e incluso de las ciencias matemáticas y físicas modernas le influyen claramente, como cuando dice, en la exégesis que el protagonista de la novela -Amacaballo Fat o Phil, como quieran denominarlo- indica: “El gran secreto conocido de Apolonio de Tiana, Pablo de Tarso, Simón el Mago, Asclepio, Paracelso, Boehme y Bruno consiste en que retrocedemos en el tiempo. El universo de hecho se está contrayendo en una entidad unilateral que se está completando. Vemos la decadencia y el desorden invertidos, como si se acrecentaran. Estos médicos aprendieron a avanzar en el tiempo que, para nosotros, es retrogradación”. Y se queda tan pancho, cuando en realidad lo que está haciendo es relacionar el pensamiento, la contracción y/o expansión del universo, así como conceptos tan complejos como la entropía, o el tiempo, en un marco en el que no se deja de lado el concepto de divinidad.
 

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