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OPINIÓN - VIERNES, 5 DE OCTUBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

¿Transparencia sindical?

Por Jauma


Intentar averiguar cómo funciona el mundo de los liberados, cuántos son, quien los elige, es como subir una montaña, cuando crees que has llegado, encuentras que detrás hay otra y otra, sin llegar nunca a saber que hay detrás.

Nadie tiene información clara acerca de su número, la primera cuestión es cuantos en la empresa privada y cuantos en la pública, el baile de cifras es incesante, ni el gobierno ni los propios sindicatos dan pistas, las estimaciones varían de unas fuentes a otras.

Son elegidos de entre los delegados sindicales, acumulando las horas sindicales de varios compañeros hasta completar la jornada laboral, en principio cuarenta horas a la semana, pero en la práctica se consiente que con menos horas se liberen, de ahí la posibilidad de disminuir su número sin atentar contra el Estatuto de los Trabajadores o el Estatuto de la Función Pública.

Se supone que son elegidos entre el propio grupo de delegados sindicales previamente elegidos por los trabajadores en una determinada empresa.

Si hablamos de sus funciones entonces hablamos de inconcreciones, coordinar las mesas de negociación, informar a los compañeros de los cambios, defender los derechos que se vean mermados... durante cuarenta horas a la semana.

La información disponible es escasa, difiere de unas fuentes a otras y muestra una clara disposición al oscurantismo y la pregunta que se plantea es porqué.

Los sindicatos se están viendo superados por los acontecimientos, los movimientos sociales están dejándolos al margen y su única respuesta consiste en decir que están siendo demonizados, atacados sin compasión, pedir a los trabajadores que los dejen a ellos, que son los auténticos defensores del estado del bienestar, de los derechos adquiridos, sin darse cuenta que han caído en la autocomplacencia, han asumido que su papel es irremplazable.

Vemos a diario cómo sus lideres se afanan en decir que la única solución es pasar a través de ellos, las movilizaciones a través de SMS o las redes sociales son muy bonitas pero no sirven para nada, martillean.

Pero en el fondo, el miedo a quedar orillados les empuja a llamar a la movilización social solo para comprobar que siguen vivos.

Dejan pasar oportunidades de oro para mostrar su compromiso con la sociedad en momentos de necesidad, véase la reacción por la supresión de liberados…nula.

Ahora es cuando deberían ocupar el lugar que legítimamente les corresponde, haciendo gala de una cualidad que constantemente piden a los demás: transparencia.

¿Nadie se pregunta cuantos liberados hay en nuestra Ciudad?

¿Nadie cuestiona su utilidad?

Resulta cuando menos llamativo observar como los líderes sindicales, ante este tipo de cuestiones, se ponen de perfil y hacen como que miran para otro lado.

Y penoso comprobar cómo un importante resorte del contrapoder, destinado a equilibrar el fiel de la balanza, es manipulado desde los distintos gobiernos mediante el pago de subvenciones, nadie quiere quedar al margen del maná estatal, y luchan a brazo partido para obtener el máximo de delegados sindicales, es su principal fuente de ingresos.

Y siguiendo con la lista de preguntas sin respuesta aparente: ¿Cuántos lideres sindicales están metidos en política activa?

Pocos, muy pocos, la función sindical tiene de por si el suficiente calado e importancia cómo para no acaparar más… o no.

Seguimos confundiendo los objetivos, seguimos pensando que la culpa es de los demás sin ejercer la autocrítica.

Las posiciones irrenunciables no existen, la sociedad del bienestar se basa en el desarrollo de un capitalismo que permita el sostenimiento de las estructuras sociales que nos hemos dado.

No podemos hablar solo de derechos, las obligaciones van aparejadas y son para todos.

Echarle la culpa a la globalización, a los mercados, a los partidos políticos, a los movimientos sociales de carácter popular, al imperialismo o las multinacionales, está muy bien, resulta siempre conmovedor y fácil de justificar.

El problema surge cuando la credibilidad del que los acusa cae en picado y eso es precisamente lo que estamos viendo con los sindicatos.

Parece más que necesario un profundo cambio en las estructuras sindicales, comenzando por la autonomía financiera derivada del cobro a los afiliados de la correspondiente cuota, durante años el Estado ha protegido a los sindicatos pagando sus facturas, pero parece llegado el momento de que, una vez consolidadas las estructuras sindicales, una vez alcanzada la madurez, sean ellos mismos los que se financien y no solo por el ahorro que supone, sino sobre todo para reducir la capacidad de los políticos para interferir en las decisiones sindicales.

Eso es lo que les conferiría solidez moral y credibilidad, eso y la transparencia en sus estructuras, y una buena forma de empezar es explicando a sus conciudadanos la cuestión de los liberados.
 

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