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OPINIÓN - SÁBADO, 13 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

A cada cual lo suyo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Del GIL conservo yo el recuerdo de ir paseando por la calle y encontrarme a varios de sus afiliados, embriagados de poder, que me juraron odio eterno y venganza laboral. Todavía, a pesar de los años transcurridos, me suenan las amenazas de aquellos sujetos, a la altura de la Cafetería La Campana: “Te vamos a echar de Ceuta”. Y a mí me dio por tomármelo a risa. Con esa risa cachonda que suelo lucir frente a individuos que son risibles.

Aquellos fulanos, que hacían uso y abuso de las bravuconadas, fueron perdiendo gas a medida que el GIL se iba desmoronando sin solución de continuidad. Y hasta acabaron por ser más desgraciados que el postiguillo de San Rafael. Frase muy cordobesa y que expresa muy bien lo que les suele ocurrir a quienes actúan como lo hacían algunos de aquellos ‘gilistas’: que se les jiñan encima y terminan hediendo.

‘Gilistas’ hubo muchísimos en esta ciudad. Tantos como para hacer posible que el partido presidido por Jesús Gil ganara unas elecciones que llegó a rozar la mayoría absoluta. De haber ocurrido así, mucho me temo que a estas alturas estaríamos aún penando aquella desdichada victoria en las urnas.

La llegada del GIL, por más vueltas que se le dé, fue propiciada porque José María Aznar, presidente del Gobierno en aquella época, se había olvidado de Ceuta en lo económico. Y sólo cayó en la cuenta de su metedura de pata cuando una gran mayoría de caballas decidió entregarle la ciudad al dueño del caballo Imperioso. Una metedura de pata que le costó la presidencia a Jesús Fortes. Sí, así como suena.

Muchas personas, que fueron defensoras acérrimas de aquellas siglas políticas, siguen gozando de magníficos empleos y hasta ocupan cargos importantes en el Gobierno del Partido Popular. Nada que objetar. Pues yo me baso en lo que piensa al respecto nuestro alcalde: “Todos los ‘gilistas’ válidos fueron aprovechados en bien de la ciudad”. Y a fe que fueron muchos.

Guillermo Martínez, portavoz del Gobierno, es un ejemplo evidente de lo referido. De él dije, no ha mucho, que apenas sé nada. Le he tratado muy poco y me he preocupado menos de sus actuaciones cual político. Es más, supe ya tarde que había militado en el GIL. Por lo tanto, no se me puede achacar que le tenga ni manía ni nada por el estilo.

Aunque sus últimas declaraciones, arremetiendo contra José Antonio Carracao, me parecen imprudentes, como mínimo. Tal vez porque el portavoz del Gobierno crea que el secretario general de los socialistas no tiene ni zorra idea de lo ocurrido cuando el PP derrocó a Antonio Sampietro.

De cualquier manera ha debido ser más comedido al hablar de la multiplicación por cinco de las transferencias del Estado a la Ciudad Autónoma de Ceuta durante los años del Gobierno de Vivas. Por una razón muy sencilla: José María Aznar, que fue presidente hasta 2004, siguió siendo cicatero con Ceuta en lo económico. Y a partir de ahí la Ciudad se benefició de los gobiernos presididos por Zapatero. Tan vilipendiado, pero tan dado a que los alcaldes gastaran todo el dinero del mundo por esa frase que se le adjudica de que los dineros públicos no son de nadie. A ver si ahora va a resultar que la pasta gansa que estuvo recibiendo el Gobierno local, en los años de vacas gordas, procedían de la calle Génova. A cada cual lo suyo, señor portavoz del Gobierno.
 

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