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OPINIÓN - JUEVES, 18 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hotel Tryp de Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando yo llegué a Ceuta, hace la friolera de treinta años, quedé prendado de cómo se alternaba en la barra del Hotel La Muralla. A pesar de que todavía se notaba la diferencia entre las clases sociales.

En esa barra, en la cual se imponían las normas de Alejandro, un profesional de la hostelería con aires de marqués venido a menos, fui conociendo la Ceuta que principiaba a darse cuenta de que el ordeno y mando, porque sí, ya no surtía los efectos deseados. Que España estaba cambiando con celeridad y, por tanto, en el ambiente flotaba el mensaje de que quienes no cogieran el paso de la modernidad estaban destinado a perderse en el anonimato.

En ese hotel, que era el sitio donde todas las novias de la ciudad querían lucir palmito, viví momentos estupendos y hasta tuve la oportunidad de codearme con personas que sufrían lo indecible por el cambio que se estaba produciendo en España. Y es que a su edad, les resultaba difícil aceptar la democracia. Lo hacían a regañadientes. Tan de mala gana, que vivían esperanzados que en cualquier momento pudiera darse la vuelta a la tortilla.

Muchos años después, con la democracia consolidada, me hice cliente del Hotel Tryp. Fueron años de reuniones en un establecimiento donde los políticos llegaban a tomar el aperitivo y a departir con quienes teníamos algo que decir. Y a fe que la cafetería del hotel se convirtió en lugar frecuentado por una clientela variopinta.

En esa cafetería, en la recepción del hotel, en su comedor, en la cocina, y en todos los sitios ocupados por empleados, tuve la suerte de hallar a personas que intentaban por todos los medios atenderme muy bien. A mí y a todos los que teníamos el buen gusto de ser clientes de un hotel que nació con mal bajío. Conviene reconocerlo. Por culpa de unos políticos que casi todo lo que tocan queda disminuido.

El Hotel Tryp vivió un momento esplendoroso. De ello hace ya varios años. Pero no sé por qué motivo cayó en desgracia y ahora está en la lista negra de un gobierno que le está buscando todas las pegas posibles para acabar con su funcionamiento. Lo cual me apena. Me apena, sobre todo, que Guillermo Martínez y Kissy Chandiramani digan que el negocio va mal porque son muchos sus empleados y además cobran mucho dinero.

Menos mal que tales declaraciones me han dado la oportunidad, loado sea Dios, de ponerme de parte de Juan Luis Aróstegui. Que es algo que bien podría ser motivo de celebración. Quien ha manifestado, como no podía ser de otra manera, que lo del Tryp es un problema de gestión. Y resalta los dineros que se lleva la cadena ‘Meliá’ por la cara. Por la cara, esto lo digo yo, y porque seguramente se deja caer en cualquier ventanilla de aprovechados.

Al grano: las personas empleadas en el Hotel Tryp, salvo media docena, ganan mil euros. Y los que ganan seiscientos más, que pertenecen a la media docena aludida, son capaces de permanecer 15 horas trabajando, cada dos por tres, y sin percibir un euro a cuenta de ese tiempo extra currelando.

Por ello, tanto Guillermo Martínez como la señora Chandiramani no deberían haberse partido de ligeros a la hora de largar. Porque hacen daño. Tanto daño como pueden hacerlo el día que decidan declararse favorable a que exista un monopolio de la prensa. Lo cual es algo que flota en el ambiente y que no nos cogerá en Babia.
 

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