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OPINIÓN - SÁBADO, 3 DE NOVIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / SNIPER

La Aventura de la Historia
y los gases sobre el Rif (y V)

 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Tres son las últimas cuestiones que, de forma al menos somera, quedarían por abordar: los efectos de los gases (iperita o gas mostaza especialmente), el bombardeo sobre la población civil y las eventuales responsabilidades derivadas de la Guerra del Rif. En cuanto a los efectos de la iperita sobre seres vivos y el mismo medio natural, son conocidas las consecuencias a corto plazo dependiendo éstas de diferentes factores, entre otros la duración e intensidad del ataque, las condiciones meteorológicas imperantes y, en cuanto al factor humano, los órganos afectados. Maticemos que, salvo en dosis masivas, el gas mostaza no es mortal si bien el malestar producido, quemaduras sobre todo en ojos, piel y pulmones, puede durar hasta diez años después de la intoxicación. Hay indicios de su carácter cancerígeno, pero nada que pueda demostrar su carácter mutante afectando genéticamente por generaciones, como algunos se empeñan en insistir, si bien puede contaminar el terreno durante algunos años. Es decir y pese a su aparatosidad, las lesiones por iperita o gas mostaza son en general más leves y menos letales que las producidas por armamento convencional. Más duras y de efectos inmediatos son los gases de tipo asfixiante, neurotóxicos que inciden en el aparato respiratorio como el fosgeno y la cloropicrina (incluso el dick), también usados pero en menor escala en el Rif. ¿La gran incidencia de cáncer en la región….? Sin duda necesitaríamos de un estudio epidemiológico exhaustivo, pero a título de ejemplo digamos que las provincias de Cádiz y Málaga concentran la mayor proporción de cáncer de toda España… y obviamente no fueron bombardeadas con “gases de guerra”. Tampoco hay relación causa-efecto en las zonas de Europa duramente bombardeadas con iperita en la I Guerra Mundial (1914-1918).

¿Cómo distinguir a la población civil de la población combatiente…? No debió ser fácil por diferentes circunstancias, entre ellas que España apoyando al Sultán no se enfrentaba a un ejército regular y convencional, sino a una auténtica nación emergente (la rifeña) en armas: los zocos o mercados eran lugares tradicionales de abastecimiento y los aduares o pueblos estaban fortificados. Por otro lado, las mujeres participaron activamente y con saña en las vejaciones y degollina de prisioneros como, por cierto, hicieron más de un siglo antes en España las campesinas del país con las columnas francesas en retirada. Nada nuevo bajo el sol. Es decir, el bombardeo sobre “población civil” es cuestionable y abiertamente matizable. Por lo demás y dada la cultura islámica vigente, tras la primera menstruación una niña ya es considerada adulta y en líneas generales, un menor con un arma es un combatiente. Punto.

Finalmente y en cuanto a las eventuales responsabilidades, debe tenerse en cuenta lo siguiente: primero, que para la época el uso de armamento químico no era ilegal, lo cual ya hemos demostrado. En segundo lugar España se encontraba en Marruecos desde 1912 apoyando a la autoridad legítima y legal del país, la monarquía alauí, cuyas tropas las mehalas jalifianas combatían al lado de las españolas. Recordemos aquí que Abdelkrim y su secesionista República del Rif luchaba contra el Sultán y por tanto contra sus aliados, los españoles.

En conclusión, la eventual responsabilidad española en la Guerra del Rif es subsidiaria, pues la campaña militar se hacía en nombre del sultán Mulay Yusef quien, por cierto, tras la derrota de Abdelkrim por el combinado de tropas hispano-francesas mostró su satisfacción retratándose públicamente al lado de los vencedores. Motivos todos suficientes, el sátrapa Hassán II lo sabía bien, para que el proceso por la “responsabilidad de los gases” siga adelante. Algo que pudiera no haber calibrado bien su hijo, el joven monarca Mohamed VI, a quien nada más acceder el Trono le habrían metido el “gol” pues, de seguir adelante ésta reivindicación, la primera en ser salpicada de forma irreversible sería la misma Dinastía Alauí. Por no hablar de las responsabilidades directas de la Corona en la masacre del Rif en 1958 y 1959, en la que miles de rifeños civiles (aduares enteros fueron barridos con lanzallamas o bombardeados con napalm) fueron asesinados por las Fuerzas Armadas Reales (FAR) y células del partido del Istiqlal. Pero esa es otra historia. Visto.
 

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