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OPINIÓN - VIERNES, 9 DE NOVIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

La Ley del Mínimo Esfuerzo

Por Jauma


Esta ley establece que los seres vivos buscan sus objetivos a través del mínimo esfuerzo, o lo que es lo mismo, el camino más corto o aquel que represente el mínimo consumo de energía y recursos.

Estrictamente hablando, significa no hacer nada que no sea la supervivencia y la satisfacción de las necesidades básicas.

Hasta aquí el concepto, de manera simple, como puede observarse es la excusa favorita de muchos. Si uno quiere adelgazar, busca la gimnasia sin esfuerzo, la dieta milagrosa, lo que sea, con tal de no esforzarse mucho, aunque suponga un alto coste económico.

Siguiendo los postulados de esta ley, los seres humanos perseguimos conseguir el máximo de resultados con el mínimo gasto de energía, o lo que es lo mismo, con el menor esfuerzo posible.

Sin embargo, el camino más corto no siempre es el mejor, de hecho es poco probable que logremos obtener algo a cambio de nada.

Pues bien, eso es lo que parece que estamos trasmitiendo desde la más tierna infancia, sin caer en la cuenta de que todos los procesos que incluyen aprendizaje y en consecuencia cambios, requieren de un esfuerzo importante que implica un aporte de energía y esfuerzo sin el cual ese proceso no tiene lugar.

De hecho la ley del mínimo esfuerzo se convierte en nuestro principal enemigo.

Observemos ahora que ocurre si combinamos esta ley con otra que también está presente en la naturaleza, el principio de inercia que formuló Newton, viene a decir que todo sistema tiende a mantenerse en el estado en que se encuentra a no ser que una fuerza externa lo obligue a cambiar.

Sobran los comentarios.

Los procesos de aprendizaje, que duran toda la vida, requieren constantemente del esfuerzo para vencer a esta ley y para ser capaces de enfrentarse al principio de inercia, que tiende a mantenernos donde estamos, tenemos que estar preparados para priorizar nuestras tareas, para posponer los placeres inmediatos, para ver más allá.

Si miramos con atención en nuestro derredor, los ejemplos se multiplican, alumnos que pasan de curso con asignaturas suspensas, viviendas subvencionadas, empleos comunitarios.

No se trata de eliminar este tipo de subvenciones, pero si se trata de que puedan mantenerse en el tiempo de manera indefinida, para ello es necesario evaluar de manera exhaustiva las necesidades, pero también las posibilidades de cada individuo, antes de que pueda acceder a ellas, de lo contrario lo que estamos creando son parásitos, contraejemplos para todo aquel que busca en el esfuerzo personal la culminación de sus logros.

El proceso hay que controlarlo desde el principio, en las aulas, la formación del individuo es esencial para que arraigue en él el concepto del trabajo, de la dedicación, del esfuerzo, como forma de acceder a todo un mundo de posibilidades.

Todo ello redunda en beneficio propio y por extensión en el de toda la sociedad, puesto que la fuerza del grupo radica en la suma de la de todos sus componentes.

Las ayudas de cualquier índole deben quedar circunscritas a los grupos más desfavorecidos, pero siempre con una clara intención niveladora, ayudar a los que lo necesitan para que puedan alcanzar a aquellos que no lo necesitan.

Está claro que dicho así puede sonar antisocial, aunque se trata de justo lo contrario.

Cuando los recursos son abundantes es cuando más importante resulta crear esa base social formada y consciente.

Si los recursos son escasos, la cuestión se vuelve prioritaria.

Por mucho que se hable del estado del bienestar, de las sociedades avanzadas, de la lucha de clases, del mundo superdesarrollado, las bolsas de pobreza, de miseria, de marginación, seguirán existiendo, y enfrentarse a ellas con recursos públicos que tan solo sirvan para apaciguar a esos grupos sociales, no sirve de nada, por muy social demócrata que parezca.

Y no vale remitirse a la incapacidad de los políticos para resolver estás situaciones, los elegimos nosotros, así que por pura lógica los incapaces somos nosotros.

Es necesario tomar posiciones, adoptar decisiones no siempre gratas, pero necesarias que permitan desalojar del poder a todos aquellos que no den la talla, pero siguiendo el camino recto, no sirven los atajos.

La calle es un magnifico escaparate para los brindis al sol, nada más, pretender otra cosa es engañarnos a nosotros mismos, las mayorías se construyen día a día, predicando con el ejemplo, desarrollando nuevas ideas y conceptos que se correspondan con la realidad que vivimos, no con las caducas ideas de otro tiempo, no envolviéndose en banderas y poniéndonos muy dignos, solo cabe remangarse y trabajar, lo demás son solo poses sin fundamento que no conducen a nada.
 

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