Desde que comenzó la crisis, en 2008, el Consejo General
del Poder Judicial ha contabilizado casi 300 desahucios en
la ciudad Autónoma. Al menos 47 se produjeron en el primer
semestre, lo que equivale a todos los realizados durante
2009. Aunque los afectados son muy reticentes a dar a
conocer su situación ADICAE asegura que, desde 2011, se han
dado al menos 3 casos de desahucio por impago de hipoteca.
Los psicólogos advierten del desgaste social que conlleva.
Entre enero y julio de este año medio centenar de familias
ceutíes tuvieron que abandonar por la fuerza el hogar donde
residían a raíz de procedimientos judiciales. Según las
cifras del Consejo General del Poder Judicial, entonces se
contabilizaban ya 47 desahucios, un dato aparentemente
reducido en comparación con otras regiones pero que
demuestra un incremento significativo respecto a otros años
en el marco de la ciudad autónoma. Solo en la primera mitad
del año se producían el mismo número de desahucios que
durante todo 2009, lo que invita a prever un aumento récord
de los desahucios en la Ciudad de aquí a que termine el año,
si las actuaciones continúan en una misma línea.
Desde que comenzó la crisis en 2008, los Servicios Comunes
de los Juzgados han registrado cerca de 300 ordenes de
desahucio en la ciudad, donde se venían produciendo una
media de 59 al año. Estas órdenes o ‘lanzamientos’, como se
las conoce en la terminología judicial, responden a
distintos tipos de desalojo y pueden ser causados por
ocupación ilegal, impago de alquiler, o cambio en el uso del
edificio por motivo de derribo o ruina del inmueble, como se
ha visto en numerosas ocasiones en la ciudad, que además
tiene la particularidad de un alto número de viviendas
situadas en terrenos propiedad del Ministerio de Defensa.
Mientras medio país se levanta estos días en contra de los
desahucios de conciudadanos, que han generado ya al menos
tres suicidios consecuencia directa de estas actuaciones, y
Gobierno y oposición dialogan sobre un cambio en la
legislación que ha llevado a esta coyuntura, las familias
desahuciadas y en proceso de desalojo están ya en una
situación para la que no hay vuelta atrás. ¿Qué ocurre
después de un desahucio? Son muy pocas las personas que se
atreven a hablar de ello.
El presidente de la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas
y Seguros (ADICAE) en Ceuta, Narciso Colmenar, explica que
desde su asociación han tratado al menos con tres casos de
desahucio por impago de hipoteca desde 2011.
Dos de los casos acudieron directamente a ADICAE y un
tercero fue referido a ellos. “La persona a la que le quitan
la casa no quiere que se entere nadie, tan solo sus personas
más allegadas. No quieren ni denunciar a las entidades
financieras que les han puesto en esta situación por miedo,
por vergüenza”, dice. Colmenar explica que los casos que él
conoce personalmente son parejas jóvenes, que han tenido que
regresar a las familias del padre o la madre de uno de
ellos, para poder seguir adelante.
“En Ceuta el boom inmobiliario ha sido muy fuerte. A muchas
familias, especialmente mucho funcionariado, como por
ejemplo militares, se les concedían créditos del 100% del
precio de la vivienda. Si uno de los dos miembros de la
familia ha perdido su trabajo, y el otro ha visto reducida
su remuneración, todo se convierte en un desbarajuste”,
afirma.
Pero la gente no se atreve a denunciar. Colmenar dice que
pasa lo mismo con el problema de las participaciones
preferentes, en las que Ceuta tiene al menos 1.200 casos, de
los cuales tan solo unos 300, un cuarto del total, han
denunciado. “La mayoría son personas que ha trabajado toda
su vida, pero aún así no quieren que los demás piensen que
son ricos por tener este depósito. Además, les cuesta mucho
reconocer la sensación de verse engañados”, apunta.
Efecto emocional y social
El decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Ceuta, Juan
Delgado Muñoz, se muestra de acuerdo con esta percepción.
Para él, la negación de la realidad es una fase más de los
síntomas que producen en una situación de desahucio, un
drama emocional que él compara con el de el duelo por la
pérdida de un ser querido. “Existe una fase de negación en
la que se intenta mantener la apariencia de normalidad. Se
evita informar a los familiares, los amigos o los compañeros
de trabajo para evitar la vergüenza”. Según explica, esta
fase se puede dar incluso cuando la persona ya ha sido
desahuciada. “Hay gente capaz de dejar de comer para pagar
la hipoteca, seguir manteniendo la apariencia pública de que
todo sigue igual y continúa vistiendo y actuando como
siempre”.
Y después, ¿qué?
“El desahucio es un proceso lento, progresivo y desgarrador
que al perder la seguridad, nuestra inviolabilidad y las
redes sociales próximas, nos empuja sentir cierta pérdida de
identidad”, explica el psicólogo. De ahí que, según
argumenta, sean comunes entre sus efectos la depresión, los
trastornos de ansiedad o los suicidios. Pero su efecto no se
detiene ahí. Delgado Muñoz advierte de los costes
socioeconómicos que los desahucios llevan consigo: desde la
desestructuración social al aumento de la marginalizad, la
delincuencia, la pobreza, la inestabilidad o las conductas
violentas.
“Si se han producido unos 18.000 desahucios en todo el país,
debemos multiplicar el efecto por tres o cuatro, las
personas que constituyen el núcleo familiar. Esto es lo que
a mi me da miedo, porque puede generar en un aumento de la
desilusión social”.
“Sobre todo los jóvenes, dejan de creer en la democracia y
aumenta la delincuencia. Las personas, según apunta el
psicólogo, pueden pensar “si el sistema no me ampara, haré
lo que sea para proteger lo mío y a los míos”. Y es que no
son solo los cabezas de familia quienes notan el cambio. Los
niños no entienden por qué ya no pueden ir al mismo colegio,
“se destruye la concepción moral de estatus”, y esto en
Ceuta, por sus particularidades, se potencia. “Pasar de la
clase media a la pobreza es un shock tremendo”. Tal y como
entiende el psicólogo, Ceuta, por su reducido tamaño,
propicia aún más ese sentimiento que se mueve entre el
“morbo” y la “lástima” hacia la desgracia ajena.
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