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OPINIÓN - LUNES, 19 DE NOVIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

José Paz, “El Chuli”
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La semana pasada, durante una sobremesa, se me preguntó por parte de un comensal, cómo era el fútbol de su tierra cuando los años cincuenta estaban tocando a su fin. Época en la que -viviendo yo el último tramo de mi alocada adolescencia- formaba parte de la plantilla del filial del Córdoba. Un Atlético cordobés compuesto por jóvenes y buenos futbolistas.

Y mi respuesta fue tan rápida como repleta de convencimiento. En el fútbol cordobés, de aquel tiempo, destacaba José Paz “El Chuli”, por encima de todos los demás futbolistas. Era la figura indiscutible de un equipo que consiguió al ascenso a Primera División, siendo Roque Olsen su entrenador.

Mi interlocutor, que tenía la tira de años menos que yo, hizo un gesto como dando a entender que el nombre de Paz le sonaba a chino. Vamos, que nunca antes había oído mencionar su nombre. Y, antes de relatarle quién era tan fenomenal futbolista, caí en la cuenta de que es pena que tantas personas pasen dejando sólo una huella que muere con quienes le conocieron.

Verás, le dije, Paz era el único futbolista de aquel Córdoba extraordinario, que no se acongojaba nunca ante la autoridad de Olsen: técnico revestido de una altivez, casi hierática e impenetrable, que infundía más que respeto canguelo entre los componentes de la plantilla. Incluso se comentaba entre bromas, por los mentideros deportivos, que El chuli se hacía tirabuzones con el sempiterno gesto ceñudo del técnico argentino.

Esa forma de ser suya, desenfadada a tiempo completo, la compensaba El Chuli resolviendo en el césped las situaciones más comprometidas. Era el jugador ceutí, sin duda alguna, la alegría del viejo Arcángel y el paño de lágrimas de todos los desharrapados que pululaban por el centro de la capital. Cuando en España el hambre aún se resistía a hacer mutis por el foro.

José Paz “El Chuli” era cliente habitual de El Negresco y del Gran Bar, establecimientos situados en la plaza de las Tendillas. Raro era el día en el cual no se le veía sentado a una mesa de cualquiera de esas terrazas, rodeado de limpiabotas, pedigüeños, pícaros, vendedores de lotería, descuideros y toda esa corte de los milagros que lo admiraba sin pedirle nada a cambio.

Miento. Claro que le pedían: le pedían el poder acapararlo para que los ciudadanos viesen que el hombre del momento se sentía muy a gusto entre los más necesitados. Y si encima sacaban, muchas veces, siempre, para el café, la cerveza, un par de zapatos, pantalón y camisa, miel sobre hojuelas. Aquella patulea compuesta por supervivientes, lo idolatraba y a Paz se le veía la muela del juicio con las ocurrencias que se generaban entre gente falta de lo más elemental.

Paz fue también mi ídolo durante mucho tiempo. Yo creo que sigue siéndolo. Así que en cuanto se me presenta la ocasión no dudo en recordar la grandeza de su juego. Porque sus exquisiteces con el balón no le quitaban un ápice de eficacia a sus actuaciones. Manejaba la pierna izquierda con una habilidad rayana en el insulto para los adversarios. Brillaban sus controles perfectos, sus centros matemáticos, sus regates diabólicos, sus tiros desde la media distancia, sus cambios de orientación… Jugaba como los ángeles. Fue decisivo en el primer ascenso del equipo a la máxima categoría. El comensal cordobés se quedó boquiabierto. José Paz, “El Chuli”· ha sido un grande del fútbol. Y fue nacido en Ceuta.
 

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