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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Confidencias
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Desengáñate, Manolo, dice mi interlocutor, mientras saboreamos un rioja, en la mayoría de los casos no son los expertos quienes descubren a los “virtuosos de guante blanco”, sino sus contrariados colegas o sus despechadas o despechados amantes. Si quieres descubrir cómo se lo lleva crudo cualquier político, lo primero que tienes que hacer es adentrarte por la senda de sus desvaríos y acabarás dando con alguien que te ponga al tanto de todos los latrocinios cometidos por el personaje en cuestión.

Mira, Manolo, la vida de los políticos está llena de sorpresas. Porque cuanto más poder atesoran más confiados se vuelven y más errores cometen. Errores de bulto. De ahí que no me causara extrañeza lo que dijo Margaret Thatcher en su día: “Una de las cosas que estar en la política me ha enseñado es que los hombres no son un sexo razonable ni razonado”. Por tal motivo, alguien dijo que la regla básica de la política es que jamás te pillen en la cama con un hombre vivo o con una mujer muerta.

De acuerdo. Llevas razón. Pero esa tarea que propones me parece repugnante. De hecho me puse en su contra cuando ocurrió lo de Gordillo. Ya que hay que tener mucho estómago para preparar semejante encerrona y seguir viviendo sus autores como si nada hubiera pasado.

Más repugnante, Manolo, es llevárselo crudo con mordidas procedentes de los dineros públicos y encima estar todo el día pensando en cómo hacerle daño a quienes no les bailan el agua. No te olvides que quien a hierro mata a hierro debe morir. En sentido figurado, claro es.

Quien conversa conmigo es persona seria. Amigo de sus amigos y cuenta, además, con conexiones dispuestas a ponerlo al tanto de informaciones confidenciales. Y, de vez en cuando, más o menos cuando coincidimos, que es de higos a brevas, suele contarme algunas acciones de políticos que, aunque no me causan ningún tipo de extrañeza, son convenientes saberlas.

Por consiguiente, acabo por prestarle la atención debida mientras él va enumerándome conductas de políticos que, de ser aireadas, los pondría a todos contra la pared. En una situación tan incómoda como dañina para la reputación de cada uno. Incluso me desliza el nombre de alguien que cuenta en su poder con motivos suficientes para dejar abatido al más pintado. Por más que esté convencido de que su posición le permite tomarse todas las libertades del mundo. Vamos, que está a salvo de cualquier contingencia. Es decir, de cualquier suceso posible e imprevisto, de carácter negativo o que se ve como tal.

Tras la información recibida, no me queda sino decirle a mi confidente que aprecio de veras todo lo que me ha contado. Por más que tenga el mismo valor que náuseas me produce. Asco de conocer cómo unos Fulanos, parapetados detrás de los votos obtenidos en las urnas, se aprovechan de ellos para ser cada vez más perversos.

No todos. Faltaría más. Pero los hay. Algunos los tengo apuntados, con nombres y apellidos, en la libreta de mi memoria. Esperando que, en cualquier momento, se encienda la luz verde que me permita ahondar en sus desvergüenzas. Ese día, sin duda alguna, no me temblará el pulso a la hora de contar como un político ha sido agasajado por un empresario agradecido. Será muy pronto.
 

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