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OPINIÓN - SÁBADO, 1 DE DICIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Jubilados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Le tengo dicho a una mujer con la que suelo conversar muy a menudo, a la cual respeto tanto como estimo, que de ellas me ha atraído siempre la voluntad y el valor. Y, en su momento, hube de explicarle que, frente a las situaciones penosas, a los conflictos afectivos, a las rivalidades personales, las mujeres zanjan, reaccionan, actúan. Los hombres, en cambio, solemos vacilar, huir, tergiversar. Tanto en el terreno conyugal como en el profesional. Determinación, la de ustedes, que me asombra.

Ella me respondió que no convenía generalizar; pero que es cierto que las mujeres cuentan con la cualidad de la concreción y se emplean con la sutilidad adecuada en momentos donde los hombres ni siquiera saben qué hacer con sus manos. En realidad, el olfato, la sutileza y el sexto sentido lo tenemos las mujeres muy desarrollados; de ahí que hayamos ganado fama de brujas.

Brujas me han parecido a mí este viernes, 30 de noviembre, las dos mujeres que han salido en el telediario de la 1 de TVE, para ponerle cara a otro incumplimiento electoral del Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Más que brujas, yo creo que los pensionistas las habrán tachado de arpías. Debido a que han sido las encargadas de airear que el Gobierno no actualizará las pensiones conforme al aumento de la inflación.

Soraya Sáez de Santamaría, vicepresidenta y portavoz del Gobierno, se está desgastando con celeridad. Por más que ponga cara de ursulina sometida a los dictados de unos hombres que le encargan misiones tan desagradables como es anunciar el desvalijamiento salarial de los mayores.

De unos mayores con pensiones, mayoritariamente modestas, que están manteniendo a esos hijos que forman parte de los seis millones de parados que hay en España, por culpa de una crisis económica ideada por los políticos de acuerdo con un capitalismo de rapiña y dispuesto a darle matarile a las clases medias.

La portavoz y vicepresidenta del Gobierno, que parece no haber roto un plato en su vida, contraída su cara en un puchero, parece a punto de llorar con desconsuelo. Y uno teme que pueda derrumbarse de un momento a otro. Venirse abajo y salir corriendo del escenario. No hay más que ver sus ojos casi desorbitados. Prueba evidente de que le horripila ponerle voz a otra promesa electoral incumplida por Rajoy. ¡Pobrecita! ¡Qué lástima de ella! Y tanto sacrificio, a cambio de nada. Por un sueldo de poca monta.

Menos mal que, a su vera, mirándola con esa compunción femenina de velatorio, erguida la planta, Fátima Báñez, ministra de Empleo, le ha ayudado a digerir el mal trance, diciéndonos que la medida es necesaria por la grave crisis económica en cinco años, que ha supuesto una pérdida de casi tres millones de cotizantes. Eso sí, conviene decir, cuanto antes, que en esta ocasión la onubense ha dejado a la Virgen del Rocío en paz. Ya era hora.

Cuando vea a mi amiga, que será muy pronto, le diré que, mientras Mariano Rajoy está siempre escondido, titubeante y esperando que los problemas de España, que sigue desangrándose, se arreglen por arte de birlibirloque, estas dos mujeres, Soraya y Fátima, serán las encargadas de salir algún viernes, al paso que vamos, diciéndoles a los jubilados que lo mejor que podían hacer es diñarla cuanto antes.

Todo un acto de valor y concreción. Que incluso habría que premiarlo con largueza.
 

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