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OPINIÓN - DOMINGO, 16 DE DICIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN

El efecto cainista del partido cayó sobre Pedro Gordillo

Por A.S.


Pedro Gordillo habla desde la amargura sin dar nombre. Para su fuero interno quedan, precisamente, los nombres y apellidos de aquéllos que le fallaron en un momento clave de su devenir político. Gentes en las que confió sin merecerlo, personas que creía amigas y no lo eran, personajes de la vida pública que le dieron la espalda y le hicieron ver que la realidad, vista desde el prisma de la política, es bien distinta a la de la vida corriente.

Las “puñaladas traperas” en el ámbito político, el cainismo de los propios partidos, el juego sucio, están a la orden del día. Las ansias de poder, llegan a ser, en ocasiones, tan descomunalmente voraces que fagocitan a quienes no saben o no pueden salirse de la vorágine de un tumultuoso escenario, donde la supervivencia se alcanza como los depravadores en la selva: exterminando al enemigo político.

Ha tardado en darse cuenta Pedro Godillo de cuál es la “ley de la política”, tan semejante a la otra ley “la de la selva”, donde el ejercicio de subsistencia y pervivencia junto a los oropeles del poder, llegan a límites insospechados con su devastadora inercia, devorando a diestro y siniestro.

Si la política hace extraños compañeros de cama, igualmente hace no menos inverosímiles estrategias para despejar el camino de posibles enemigos. En ocasiones, como el caso que nos ocupa, incluso con tramas perversas en las que vale todo: sexo y política convenientemente aderezado con las dosis necesaria de morbo y la difusión mediática que haga creíble el escándalo de grandes proporciones que habrá de fulminar al personaje.

En esta trama de culpables Pedro Gordillo no ha querido dar nombres pero todos se imaginan a los que estaban más próximos a él empezando por la cúpula. Echen cuentas y llegaran a las identidades. Esos son los que según Gordillo “me presionaron” con la amenaza de que podría tener cárcel, algo que le aterraba y le aterra aún hoy, con sólo mencionar ese término.

Hoy, políticamente hablando, Pedro Gordillo es el “juguete roto” al que han aniquilado sus más cercanos, aquéllos a los que creía sus amigos. Los mismos que le hicieron vivir unas horas muy amargas en las que no escucharon sus alternativas para salvar la solución y sólo pidieron su cabeza.

Las reflexiones y las palabras de Pedro Gordillo en la entrevista dejen entrever sus decepciones, sus desengaños, su amargura, su vacío por la pérdida de unos valores que él creía, en su inocente concepción de la política, que en este ámbito perviven por encima de ambiciones.

A Pedro Gordillo que tantas veces se dejó llevar por el corazón, igualmente le ha perdido el corazón a la hora de confiar en las personas equivocadas. Y en su error ha sufrido el descalabro de unas pérdidas cuantiosas: Quisieron minar su credibilidad, su honor, su dignidad, los mismos que parecen impolutos, puros y castos, dotados con el sexo de los ángeles ( o sea, ninguno) y que se erigen en quiénes son los buenos y quienes los malos en este pueblo nuestro.

Personajes que parecen sacados de la Santa Inquisición, depositarios de la virtud, el orden y la sabiduría excelsa, como si estuvieran por encima del bien y del mal. Este conjunto de dechados de virtudes son los mismos que pusieron fecha de caducidad a la carrera política de Pedro Gordillo y que, de vez en cuando, también tratan de condicionar el futuro (personal y económico) de otra gente. Ojo con ellos, que son peligrosos y los tenemos muy cerca.
 

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