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OPINIÓN - MARTES, 18 DE DICIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Discusiones
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando se habla de la Guerra Civil, por ejemplo, y alguien dice que si los Militares y la Falange no se hubieran alzado en julio de 1936 y desde el primer día no hubieran iniciado el holocausto de muertes, ninguna de aquellas terribles cosas habría ocurrido. Inmediatamente, a esa opinión le sucede la contraria: todo se debió a la revolución de los mineros asturianos en 1934, y que en 1931 se quemaron muchas iglesias.

A partir de ese momento, las partes enfrentadas no tienen el menor inconveniente en ir retrocediendo en la historia hasta las Guerras Carlistas y la Constitución de Cádiz; es decir, que ante un acto de provocación surge otro y otro y así hasta el infinito.

Menos mal que las discusiones sobre la Guerra Civil han ido decayendo. Tal vez porque, desde hace varios años, lo que viene primando es hablar de la crisis económica y debatir sobre la culpabilidad de quienes nos han metido en un lío de dimensiones capaces de hacer disfrutar a esas minorías selectas, amantes del darwinismo filosófico, y de la idea que es mejor acabar con los seres humanos no aprovechables… Verbigracia: los jubilados sin posibilidades de costearse una larga vida si no es con la paga del Estado para la cual cotizaron muchos años.

Sí, ya sé que lo dicho es duro. Pero ya hubo un tiempo, no muy lejano, en el cual se atentó contra las personas consideradas superfluas y molestas. En fin, dejemos este asunto, capaz de herir susceptibilidades, y vayamos a ese otro aspecto de la crisis que suele ser motivo de agrias polémicas a cada paso.

Si uno dice que el Gobierno actual, además de haber incumplido todas sus promesas electorales, es una máquina de hacer parados, no cesa de atentar contra las clases medias y ha convertido España en un país repleto de pobreza y miseria, surge la respuesta contundente, cuando no exaltada del contrario: la culpa de cuanto nos está ocurriendo la tiene Zapatero. Y hasta dicen de él que bien pudo haber participado en la elección del toro inmortal, por excelencia, que mató al torero que andaba mejor que Robert Mitchum.

Los contertulios, a partir de ahí, se enzarzan en discusiones acaloradas, nutriéndose de argumentos obtenidos del pasado reciente. O sea, que salen a relucir los nombres de González y Aznar como los verdaderos iniciadores de la desgraciada situación que millones de españoles están viviendo. Incluso los hay que se atreven a decir que día llegará en el cual a Mariano Rajoy se le reconozca que es y está actuando como un bendito. Sí, hay gente pa tó.

La misma gente que fue capaz de santificar al portero del Madrid. Y ahora, más que oler a santidad, lo que huele el muchacho es a ese tufo que deja el canguelo que se apodera de él cuando le llegan los balones por alto. Lo que está causando un daño irreparable al equipo de mis amores.

Y, claro está, tampoco sería conveniente olvidar las discusiones que se suscitan cuando toca hablar de nuestro alcalde. De quien, si alguien dice que su popularidad está descendiendo con celeridad, sus partidarios sacan a relucir que está en posesión de un lenguaje glorificante y ditirámbico. Y hablan de él como si fuera un Castelar redivivo. Y a uno, cuando participa en alguna discusión al respecto, no le queda sino reírse por lo bajinis y tomar nota del momento. El cual está huérfano de liderazgo. Y ante ello, ya se sabe, viene el tópico como anillo al dedo: En el país de los ciegos…
 

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